?Qui¨¦n es culpable?
SIN ACABAR de decidir c¨®mo debe atacarse realmente el problema de la droga, los pa¨ªses productores y consumidores juegan ahora a culparse mutuamente de la explosi¨®n del tr¨¢fico y del consumo. En la reuni¨®n mundial sobre la droga celebrada recientemente en Londres ha predominado la tesis de Estados Unidos de que el mal debe ser combatido en los pa¨ªses de origen. Mientras tanto, la conferencia de Ixtapa, en M¨¦xico, patrocinada por la Alianza de las Am¨¦ricas contra las Drogas, ha concluido ayer con una declaraci¨®n en la que por primera vez se pone el acento en que la lucha contra el narcotr¨¢fico s¨®lo ser¨¢ eficaz si se empieza por librar en los pa¨ªses consumidores. El presidente del pa¨ªs anfitri¨®n, Carlos Salinas de Gortari, se mostr¨® especialmente duro con EE UU, al que acus¨® de utilizar la lucha contra la droga como coartada para vulnerar las leyes internacionales y el respeto a la soberan¨ªa de los pa¨ªses.En Londres qued¨® claro que los pa¨ªses productores consideran que, adem¨¢s de existir razones m¨¦dicas y farmacol¨®gicas que justifican el cultivo legal de la droga, la sustituci¨®n de aqu¨¦l por otro provoca la sobreproducci¨®n del alternativo -como ha sucedido con el caf¨¦-, de tal modo que sus precios se desploman y aumenta la degradaci¨®n econ¨®mica del pa¨ªs productor. En Ixtapa, por el contrario, se ha estimado que EE UU y los otros pa¨ªses desarrollados, al tiempo que reprimen el consumo llega?, deben estimular sobre todo el alza de los precios agr¨ªcolas y la libertad del comercio de las materias primas, con la consiguiente mejora de los t¨¦rminos de intercambio.
La discusi¨®n sobre qui¨¦n es m¨¢s responsable en el problema de la droga, y por tanto sobre los medios necesarios para tratar de solucionarlo, tiene poca entidad real, salvo para adoptar un tono represor que acaba reconvirti¨¦ndose en propuestas irrelevantes y de tono menor. Por ejemplo, en Espa?a, las autoridades, que se han opuesto con fuerza a la legalizaci¨®n del consumo como medio para reducir la doble delincuencia (del narcotr¨¢fico y del crimen callejero), han acabado por sugerir que van a considerar punible el consumo en p¨²blico.
Es comprensible el profundo malestar de una sociedad en la que, cada vez m¨¢s abiertamente, consumen droga gentes de todas las edades y condici¨®n. Ignorar el drama, sin embargo, no dejar¨ªa de ser una hipocres¨ªa que respetar¨ªa las fuentes originarias y los da?os que causa, y que puede ocasionar peores males en las v¨ªctimas: las redadas, multas o sanciones no consiguen m¨¢s que el aumento de la degradaci¨®n. Federico Mayor Zaragoza, director general de la Unesco y experto bioqu¨ªmico, explic¨® en Londres que la drogadicci¨®n no puede desligarse de los temas en los que est¨¢ imbricada: sanidad, ambiente, biolog¨ªa, sociolog¨ªa y civismo. No puede esperarse que Espa?a mejore sustancial y r¨¢pidamente todas esas cuestiones hasta el punto de conseguir desterrar, por in¨²til, la drogadicci¨®n. Pero s¨ª es absurdo, en cualquier caso, que la mayor parte del presupuesto de la campa?a antidroga siga destin¨¢ndose a la represi¨®n y no a la prevenci¨®n o al tratamiento m¨¦dico.
El Plan Nacional contra la Droga no est¨¢ funcionando. La tasa de rehabilitaci¨®n, cifrada en el 1%, no es alentadora, y no muestra tendencia a variar. Los ambulatorios que se han incorporado a la lucha carecen de medios y de personal. En nombre de este mal remedo de plan se critican los tratamientos en cl¨ªnicas privadas -que, a decir verdad, no han conseguido mejores resultados- y a las asociaciones que, como El Patriarca, no quieren poner a su cabeza psiquiatras y psic¨®logos titulados porque no consideran que la drogadicci¨®n sea un problema patol¨®gico.
La soluci¨®n al problema est¨¢ por descubrir, pero no puede basarse en la simple pol¨ªtica represiva. Los importantes fondos destinados a combatir el problema, aprobados ayer en Consejo de Ministros, son un paso en la buena direcci¨®n, m¨¢s imaginativo que el elemental castigo. Si los pa¨ªses productores han conseguido la corresponsabilidad de los consumidores, bueno ser¨¢ que el Estado comience a corresponsabilizarse de la salud de los ciudadanos y no s¨®lo a encarcelar a los que transgreden las normas.
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