La Contra se niega a dejar las armas despu¨¦s de la confirmaci¨®n de Humberto Ortega al frente del Ej¨¦rcito
La confirmaci¨®n de Humberto Ortega como jefe del Ej¨¦rcito nicarag¨¹ense ha destapado, como era previsible, la caja de los truenos. Israel Galeano, Comandante Franklyn, cabeza visible de la Contra, rechaz¨® iniciar el desarme de sus efectivos, que estaba previsto que diera comienzo el pasado mi¨¦rcoles, pocas horas despu¨¦s de que Violeta Barrios de Chamorro asumiese la presidencia de la rep¨²blica. ?sta ha sufrido ya, por la misma causa, su primera crisis de Gobierno. Dos ministros y un viceministro renunciaron por su incompatibilidad con una cohabitaci¨®n con el sandinismo.
De esta coexistencia pol¨ªtica parece depender que se haga realidad la aspiraci¨®n m¨¢xima de la nueva Jefa de Estado: que se funda el metal de los ca?ones para fabricar m¨¢quinas, es decir que Nicaragua haga la paz, y la guerra. Una guerra que ha costado 50.000 vidas en 10 a?os.El Comandante Franklyn dej¨® a los observadores del cuerpo de paz de las Naciones Unidas (Onuca); al enviado especial del nuevo Gobierno, Roberto Ferrey, y a un pu?ado de periodistas, con las ganas de contemplar la entrega del primer fusil de los rebeldes antisandinistas dentro de Nicaragua. Los protocolos de transici¨®n preve¨ªan que el desarme se efectuase entre el 25 de abril y el 10 de junio, pero este calendario queda ahora en entredicho.
Luc¨ªa el sol en la zona monta?osa de El Amparo, en el departamento de Jinotega, a unos 160 kil¨®metros al norte de Managua, cuando, a las tres de la tarde del mi¨¦rcoles (once de la noche, hora peninsular espa?ola), exactamente en el momento previsto para que se iniciase el desarme, el jefe de la Contra decidi¨® montar un debate democr¨¢tico en el que participaron cerca de 1.000 de sus hombres, perfectamente uniformados y con sus fusiles bien visibles. Todas las intervenciones coincidieron en que, en las actuales circunstancias, ser¨ªa suicida perder su ¨²nico instrumento de presi¨®n.
Galeano, impresionante con su uniforme de camuflaje, su barba y bigote bien cuidados y su fusil en bandolera, asegur¨® que la Contra se cre¨® porque el sandinismo rob¨® la libertad a Nicaragua y no dej¨® libre otro camino que el del fusil. En su opini¨®n, "el problema no es una persona, sino la persistencia de una estructura represiva. Si Humberto Ortega se termina, hay otros 10 o 20 como ¨¦l". No obstante, asegur¨® que estaba dispuesto a iniciar la desmovilizaci¨®n en cuanto las circunstancias lo permitan. "No estamos declarando la guerra. Nos quedaremos aqu¨ª, viendo lo que pasa, y actuaremos en consecuencia. Yo ser¨¦ el ¨²ltimo en entregar mi arma".Uniforme verde oliva
Pocas horas despu¨¦s, el uniforme verde oliva del hermano del anterior presidente destacaba en un mar de trajes oscuros y vestidos de noche de la gran fiesta que Violeta Chamorro ofreci¨® en el antiguo Country Club de Managua. Humberto Ortega quiso demostrar con su presencia que su continuidad al frente del Ej¨¦rcito -prevista, en principio, hasta que la Contra se desarme- tiene car¨¢cter institucional y que ¨¦l es un t¨¦cnico antes que un pol¨ªtico. Laprueba de la validez de esta argumentaci¨®n, en la que nadie cree, es que la cartera de Defensa, que ¨¦l asumi¨® durante el r¨¦gimen sandinista, queda ahora en manos de la propia presidenta. Sin embargo, reconoci¨® que, con el anterior r¨¦gimen, ese departamento apenas si tuvo peso.
, "La Contra est¨¢ derrotada pol¨ªtica y militarmente, el Ej¨¦rcito podr¨ªa barrerla de un plumazo", asegur¨® a los enviados especiales de EL PA?S mientras recib¨ªa la felicitaci¨®n de la enviada del Kremlin. Ortega neg¨® que el actual repliegue del Ej¨¦rcito tenga otro significado que el de permitir. a los rebeldes, unos 10.000 hoy en el interior del pa¨ªs, que se reagrupen en las cinco zonas, con un total de 2.500 kil¨®metros cuadrados, previstas para ello en los protocolos de transici¨®n.
En la v¨ªspera de la hist¨®rica jornada del mi¨¦rcoles, en la que un poder revolucionario ganado con las armas se entreg¨® pac¨ªficamente a un poder democr¨¢tico obtenido con los votos, el caso Humberto Ortega centr¨® todos los rumores y especulaciones. En su reuni¨®n con el presidente Daniel Ortega, al menos un presidente y un ministro de Asuntos Exteriores sacaron la impresi¨®n de que el propio relevo en la jefatura del Estado podr¨ªa estar en peligro si Violeta Chamorro y la UNO, coalici¨®n conservadora que la llev¨® a la victoria, no aceptaban la permanencia al frente del Ej¨¦rcito del hermano del todav¨ªa por entonces jefe de Estado. Algo debi¨® haber cuando el propio Humberto Ortega reconoc¨ªa que "s¨®lo se hizo notar el enorme riesgo de caos e inestabilidad".
Por otra parte, el ministro espa?ol de Asuntos Exteriores, Francisco Fern¨¢ndez Ord¨®?ez, ha pedido en Managua al presidente salvadore?o, el derechista Alfredo Cristiani, que "haga lo que tiene que hacer" para castigar a los responsables del asesinato de seis jesuitas, cinco de ellos espa?oles, y de dos empleadas de la residencia de la Universidad Centroamericana en la que viv¨ªan.
La investigaci¨®n de la matanza, perpetrada el pasado mes de noviembre, condujo a la detenci¨®n de un coronel y varios oficiales, pero persisten las dudas de que realmente se llegue a hacerjusticiay de que el poderjudicial sea lo suficientemente aut¨®nomo como para enfrentarse a unas fuerzas armadas tradicionalmente ligadas a la acci¨®n de los escuadrones de la muerte.
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