La ilusi¨®n rota
Cuando es nombrado primer secretario del Partido Comunista Checoslovaco, el 5 de enero de 1968, Alexander Dubcek tiene ante todo fama de hombre moderado, inclinado al compromiso, y aun a la indecisi¨®n. Curiosamente, y a pesar de la intensidad de los cambios experimentados bajo su mandato, los hechos confirmar¨¢n esa caracterizaci¨®n. As¨ª, en la tr¨¢gica coyuntura de agosto del mismo a?o, con los tanques sovi¨¦ticos en las calles de Praga y los dirigentes del partido y el Estado checos en Mosc¨², embarcados como rehenes en una negociaci¨®n sin esperanza, Dubcek aparece como un hombre f¨ªsica y, moralmente hundido. S¨®lo por un momento estalla, en la firma del acuerdo forzoso, frente al discurso de Br¨¦znev en que ¨¦ste Justific¨® la intervenci¨®n armada sobre la base de los intereses del espacio obtenido por los sovi¨¦ticos con la victoria militar de 1945 y del olvido que los reformadores de Praga hab¨ªan manifestado de unos derechos naturales de tutela pol¨ªtica a que Mosc¨² no estaba dispuesto a renunciar. Por un momento, seg¨²n relata el testigo Zdenek en su libro La helada, Dubcek contradijo abiertamente a Br¨¦znev y se neg¨® a firmar el acuerdo de sumisi¨®n que le era presentado. Con ¨¦l lo rehicieron, salvo uno, todos los dirigentes, tanto reformistas como conservadores, a quienes Br¨¦znev hab¨ªa sacado de Praga para resolver el callej¨®n sin salida provocado por la oposici¨®n masiva del pueblo checoslovaco a la ayuda internacionalista del Pacto de Varsovia.La soluci¨®n no dejaba de ser extra?a. Tras el acuerdo volv¨ªa a sus puestos la direcci¨®n que hab¨ªa presidido siete meses de libertad de expresi¨®n, movilizaci¨®n democr¨¢tica y proyectos de reforma pol¨ªtica con imponente respaldo popular. Por fortuna, Dubeek no sufr¨ªa la suerte de Imre Nagy; m¨¢s a¨²n, en su posici¨®n de primer secretario del PCCh, era el emblema de la aparente victoria del pueblo sobre los carros de combate. S¨®lo que el congreso clandestino del partido, cenit de la resistencia pol¨ªtica a la invasi¨®n, quedaba anulado. Y apenas enjugado el llano de Dubcek en la ceremonia del regreso, Kuzn¨¦tzov, el delegado de Br¨¦znev, lleg¨® a Praga con plenos poderes de intervenci¨®n para que no hubiera sorpresas en la perspectiva de normalizaci¨®n (es decir, vuelta al pasado, m¨¢s depuraci¨®n) a que aspiraba la URSS.
En los meses que siguen al diktat de Mosc¨² donde queda de manifiesto la debilidad del comunismo reformador, el escritor Vaclav Havel hab¨ªa fijado claramente los t¨¦rminos de la opci¨®n que pod¨ªa llevar al ¨¦xito o al fracaso en el proceso de cambios. A su juicio, el mayor error consistir¨ªa en creerse libre mientras eran interiormente asumidos los l¨ªmites fijados desde el exterior a la libertad de esp¨ªritu. Esto es precisamente lo ocurrido entre septiembre de 1968 y abril de 1969. Por encima de las defecciones individuales, cabe pensar que la persistencia de mentalidad tradicional constituy¨® la barrera principal que impidi¨® a los dirigentes checos darse cuenta de esa tr¨¢gica equivocaci¨®n y asumir paso a paso los recortes y las exclusiones dictadas desde Mosc¨², mientras Dubcek permaneci¨® formalmente al frente del partido. Con raz¨®n Jirl Pelikan pudo escribir en su libro Aqu¨ª Praga que fue entonces, a partir del mismo modo en que fue ocultado al pueblo el compromiso de Mosc¨², cuando se inaugur¨® una etapa de graves responsabilidades que habr¨ªa de cortar el s¨®lido enlace hasta entonces establecido entre comunismo con rostro humano y pueblo checoslovaco. Actuaron, Dubcek el primero, como comunistas fieles ante todo a las pautas de comportamiento y al esp¨ªritu de partido. Renunciaron as¨ª a todo contacto con las masas que les apoyaban y fueron sacrificando una tras otra las propias piezas en el control del partido y las instituciones en aras del apaciguamiento. La desembocadura natural fue la gran purga de la que ellos mismos resultaron las principales v¨ªctimas. Bajo la presi¨®n sovi¨¦tica, fue el mismo partido protagonista de la Primavera el que ejecut¨® su autodestrucci¨®n.
La historia es conocida. El n¨²cleo de dirigentes reformadores que se hab¨ªa juramentado en Mosc¨² para respaldar la l¨ªnea Dubcek -Cernik, Smorkovsky, Mlynar, Spacek, Simon- comenz¨® a disolverse en cosa de pocas semanas. El realismo impon¨ªa, al parecer, que los peones m¨¢s radicales fueran sacrificados. Dubcek dej¨® caer uno tras otro a sus principales apoyos. Cuando en noviembre de 1968 fue obligado a dimitir Josef Smrkovsky, qued¨® claro que toda continuidad con la Primavera hab¨ªa quebrado. Unos incidentes tras un partido de hockey y un incendio en las oficinas de Aeroflot provocaron la sustituci¨®n de Dubcek por Husak como secretario general del PCCh en abril de 1969. Fue una ca¨ªda inexorable, compartida por muchos miles de comunistas, hasta dar en la expulsi¨®n, el silencio y la degradaci¨®n profesional.
Algunos renovadores, pocos, pasaron pronto a actitudes de protesta activa. El disidente de Mosc¨² Frantisek Kriegel lanz¨® a finales de mayo de 1969 la primera proclama clandestina en defensa de las reformas suprimidas, y con ello fund¨® lo que se llamar¨¢ el partido de los excluidos. En septiembre de 1971, Smrkovsky publica en Vie Nuove, revista del PCI, unas declaraciones donde denuncia los rasgos de la normalizaci¨®n dirigida por Husak (curiosa reencarnaci¨®n en verdugo de una v¨ªctima del estalinismo de la posguerra). Dubcek calla y al asumir esta actitud cercena sin duda las perspectivas de toda continuidad futura para su anterior pol¨ªtica. Pero por lo menos mantiene una absoluta dignidad al rechazar toda perspectiva de condena de sus ideales. Cuando en noviembre de 1988 se le autoriz¨® por primera vez a salir del pa¨ªs, para recibir el doctorado honoris causa de la Universidad de: Bolonia y el t¨ªtulo de ciudadano de honor de la misma ciudad, Dubcek subrayar¨¢ con acierto que en la Primavera de Praga se hab¨ªan podido apreciar con excepcional claridad la crisis y las posibilidades del socialismo. La responsabilidad no reca¨ªa sobre aquel ensayo de democratizaci¨®n, sino sobre los causantes a partir de ese momento de dos d¨¦cadas "de estancamiento econ¨®mico, de esterilidad y de incalculables p¨¦rdidas morales".
Esa firme actitud contribuy¨® decisivamente a mantener la popularidad de Dubcek. Tengo a¨²n presente la veneraci¨®n con que el gu¨ªa local, nacionalista eslovaco, nos ense?aba a los turistas en Bratislava, a IC, a?os de la Primavera, no s¨®lo la resistencia del que fuera primer secretario del partido comunista, sino incluso los arbolitos plantados por Smrkovsky para simbolizar la nueva concepci¨®n plural del Estado. Popularidad que reapareci¨® con fuerza en las grandes manifestaciones de noviembre y que explica el papel simb¨®lico desempe?ado en la recuperaci¨®n de la democracia.
Ahora bien, tampoco cabe enga?arse y aqu¨ª los m¨¢s l¨²cidos colaboradores de Dubcek tuvieron raz¨®n: Praga fue la tumba de una corriente pol¨ªtica, cuya g¨¦nesis puede situarse en los a?os treinta, orientada a conjugar el movimiento comunista con la reforma democr¨¢tica. Las condiciones econ¨®micas e ideol¨®gicas de finales de los sesenta no habr¨ªan de reproducirse 20 a?os despu¨¦s: tal fue el precio de la seguridad temporal ganada por Br¨¦znev.
Por otra parte, no puede negarse que de alg¨²n modo el silencio que pronto rode¨® a la experiencia checa result¨® signo de ese car¨¢cter excepcional, un tanto al margen de cuanto ocurr¨ªa en Oriente y Occidente. Praga fue pronto un tema inc¨®modo para todos. Obviamente, para el movimiento comunista fiel a Br¨¦znev. Pero tambi¨¦n para los partidos comunistas opuestos a la invasi¨®n, m¨¢s o menos firmes en su actitud, pero prudentes en el apoyo abierto a una causa perdida y temerosos de sus corrientes filosovi¨¦ticas. Entre nosotros, apenas Manuel Sacrist¨¢n rompi¨® una lanza p¨²blica por el inter¨¦s de las cuestiones suscitadas en Praga. Personalmente, s¨®lo tengo en el recuerdo inesperadas reticencias. Con su gentileza habitual, el entonces secretario de la Revista de Occidente me comunic¨®, a finales del 68, el rechazo de una colaboraci¨®n sobre el ensayo de Dubcek, cuando meses antes se hab¨ªan admitido sin dificultad notas sobre el mao¨ªsmo en Yugoslavia. Y en el d¨¦cimo aniversario, un trabajo conmemorativo fue recortado por la renovadora direcci¨®n del semanario La Calle, justo all¨ª donde se pon¨ªa en relaci¨®n lo ocurrido en Praga con la presencia de residuos del pasado en la vida org¨¢nica del PCE. Son simples an¨¦cdotas, pero Ilustrativas de una prolongada tendencia general al silencio. Ahora, con alg¨²n retraso, invierte esa tendencia el gesto de la Universidad Complutense al conferir el doctorado de honor a Dubcek. Sirva por lo menos para incitar a la reflexi¨®n, por una parte, y, por otra, para rendir homenaje a todos aquellos checoslovacos que mantuvieron bajo y contra la normalizaci¨®n una actitud de resistencia fundada en los valores y las aspiraciones de la izquierda democr¨¢tica.
es catedr¨¢tico de Pensamiento Pol¨ªtico de la Universidad Complutense.
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