El destino
Se levant¨® de la cama ese d¨ªa con el deseo angustioso de admirar a alguien, y primero se rasc¨® la espalda bostezando, y mientras se llenaba la ba?era mir¨® la patria por la ventana. A esa hora de la ma?ana sonaban en diversos acordes todos los retretes de la comunidad, y en los breves interludios de la cloaca se dejaba o¨ªr la radio del vecino, cuya voz edulcorada tra¨ªa por el patio de luces el nombre del ¨²ltimo asesino con la cifra exacta de pu?aladas que hab¨ªa regalado a la v¨ªctima. A esta consagraci¨®n de la primavera segu¨ªa una lista de esc¨¢ndalos y pendencias pol¨ªticas, desmanes, epidemias y atracos, rematada por el n¨²mero premiado en la Loter¨ªa Nacional y un par de noticias m¨¢s. En la feria un torero de fama hab¨ªa cortado dos orejas y en un quir¨®fano de la Seguridad Social una rata de kilo y medio tambi¨¦n hab¨ªa hecho el pase¨ªllo. Navegando en la ba?era este ciudadano volvi¨® a mirar la patria, pero ¨¦sta s¨®lo era un cielo de holl¨ªn cruzado por una colada, y de aquella. cuerda, goteando, colgaban los ¨ªntimos encajes de una estudiante de COU, el bat¨ªn de felpa de un ferroviario, los calzones de un jubilado de la Telef¨®nica, las medias de una funcionaria de abastos, la blusa de la cajera de un supermercado, los pantalones de un fontanero, algunos delantales de amas de casa y otras prendas de seres an¨®nimos que se cruzaban con ¨¦l en la escalera. A todos les un¨ªa el mismo sonido de los desag¨¹es e insultos a trav¨¦s de los tabiques, llantos de ni?os en la madrugada, gemidos de amor en las noches del s¨¢bado, canciones en el patio, gritos de auxilio. Ten¨ªan enfrente de casa un inmenso muro gris donde hab¨ªa vallas publicitarias llenas; de pol¨ªticos y refrescos de pi?a, carteles de alg¨²n concierto en el pabell¨®n, cuerpos desnatados de adolescentes que anunciaban zapatillas. Necesitaba admirar a alguien. Se hab¨ªa levantado ese d¨ªa, con el deseo angustioso de encontrar a un h¨¦roe, y en ese momento alguien llam¨® a la puerta con tres golpes de pu?o, como llama el destino. Era un vecino que quer¨ªa tres dientes de ajo. Se los regal¨® y sigui¨® esperando.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.