El otro estribo
En reciente simposio celebrado en Madrid sobre el narcotr¨¢fico y la pol¨ªtica internacional me Fue dable escuchar de viva voz las opiniones de bastantes personalidades del mundo iberoamericano que defend¨ªan con br¨ªo y talentosos argumentos los graves problemas que ata?en a los llamados "pa¨ªses productores". Y tambi¨¦n el relativo ajenamiento con que los poderosos americanos del norte enfocan la mayor parte de las veces esos agudos problemas. Paladear la oratoria de nuestros hermanos de la lengua com¨²n es siempre un placer auditivo, no s¨®lo por la sorpresiva riqueza del l¨¦xico sino tambi¨¦n por el diverso acento con el que manejan el viejo castellano, matizando la sonoridad con timbres adecuados al ¨¦nfasis de cada p¨¢rrafo. A uno de ellos ped¨ª que me diera su libre opini¨®n sobre la conmemoraci¨®n del pr¨®ximo 92. Y de la concreta proposici¨®n que escuch¨¦ quisiera dar, en las siguientes l¨ªneas, una sint¨¦tica y literal versi¨®n."He visitado con detenimiento", me dijo, "los preparativos sevillanos para festejar la no tan lejana fecha. Lo que all¨ª se proyecta es grandioso y de estilo acertad¨ªsimo. El emplazamiento isle?o es el m¨¢s id¨®neo, y montarlo sobre el curso fluvial que desde la Torre del Oro hasta Sanl¨²car pod¨ªa llamarse el r¨ªo de las Am¨¦ricas, un hallazgo f¨¦liz".
"S¨¦ que hay una serie de prop¨®sitos culturales de envergadura y mi pa¨ªs se hallar¨¢ presente, por supuesto, en todas las facetas del programa que se acuerde. Pero no ignoro tampoco que existen reticencias, cr¨ªticas y salvedades profundas. Desde las pol¨¦micas sem¨¢nticas -descubrimiento o encuentro- hasta el contenido mismo de lo que se rememora, hay discrepancias p¨²blicas y notorias de gama m¨²ltiple y en ocasiones de combatividad altamente negativa, en que el llamado ¨ªndigenismo no es la ¨²nica voz discrepante".
"No entro en esa dial¨¦ctica de enemistades hist¨®ricas o historicistas. Pero s¨ª me gustar¨ªa exponer un punto de vista que entiendo ser¨ªa interesante analizar, porque alcanza a un abanico de opini¨®n bastante extendida. Para resumirla la llamar¨ªa la de los que sienten la necesidad de que los americanos de la cultura ib¨¦rica celebren tambi¨¦n la fecha en cuesti¨®n en su propio continente, para honrar la misma efem¨¦ride en las tierras emancipadas de Am¨¦rica".
"En otras palabras: Sevilla, s¨ª. Y en Espa?a, tambi¨¦n. Pero, simult¨¢neamente, busquemos en los pa¨ªses del Nuevo Mundo, a los que las naves colombinas trajeron, bajo el pabell¨®n de Espa?a, los mensajes del Renacimiento, un emplazamiento en el que conmemoremos la memorable fecha. Se nos habla, con frecuencia, de que la unificaci¨®n del Occidente europeo comunitario es un proceso acelerado por los acontecimientos del Este, la reunificaci¨®n alemana y los eventuales desarmes que hayan de poner fin a las alianzas hostiles y contrapuestas de la guerra fr¨ªa. Nos interesa visceralmente esa perspectiva para no ser perjudicados y olvidados en esa gran operaci¨®n pol¨ªtica. Espa?a -se nos repite una y otra vez- debe ser la que organice y se convierta en el puente del Viejo Mundo con el continente centro y suramericano. Es una imagen brillante que a todos nos gusta escuchar. Pero un puente sobre el Atl¨¢ntico, para que sobre ¨¦l transite el flujo cultural y econ¨®mico europeo y americano, requiere, como todos los puentes, dos estribos en que apoyar su equilibrio y su resistencia. Nosotros pensamos en que en el otro estribo atl¨¢ntico se haga, simult¨¢neamente, en perfecta concordia, otra solemne y alegre conmemoraci¨®n, sin rivalidad pero con autonom¨ªa organizadora. ?Cu¨¢ntas aristas no podr¨ªan limarse? ?Cu¨¢ntos grupos o c¨ªrculos no pedir¨ªan en ¨¦l sano protagonismo? ?Cu¨¢ntas animadversiones no ser¨ªan subsumidas en el ambiente propicio? ?S¨®lo los abuelos van a organizar la celebraci¨®n en sus ciudades y palacios de anta?o? ?No vamos a poder, los nietos de Am¨¦rica, hacerlo en nuestras tierras, en nuestras urbes incomparables, levantadas no en la confusi¨®n bab¨¦lica sino en la unanimidad sonora del castellano?".
Hasta aqu¨ª la sugerencia de nuestro hu¨¦sped manifestada con sincera y ardiente simpat¨ªa. Pasamos despu¨¦s revista a las innumerables posibilidades que se ofrecer¨ªan como lugar adecuado de la celebraci¨®n conjunta. ?La plaza Mayor de Quito, con su catedral erguida, su palacio municipal, su Casa de Gobierno, su ¨¢mbito intacto, donde el meridiano que ci?e nuestro mundo fue medido con precisi¨®n?
?O acaso la monumentalidad virreinal de Lima, con sus jardines, sus templos, sus casonas que destilan altiva nobleza, su rastro vivo del impero incaico antiqu¨ªsimo? ?O, m¨¢s bien, la incomparable isla Dominicana, primera en el tiempo descubridor, colombina hasta el tu¨¦tano, decana de recuerdos ¨¦picos? .
Ram¨®n de Basterra sol¨ªa repetir aquello de que los espa?oles fueron los romanos de Am¨¦rica, por el gran n¨²mero de obras, edificios, caminos, puentes, templos, puertos y fortalezas que dejaron en pie por todo el continente, como se?ales arquitect¨®nicas de su presencia y su actividad. Seguimos evocando escenarios posibles para la conmemoraci¨®n en el otro estribo del puente. ?Por qu¨¦ no M¨¦xico, la incomparable y gigantesca metr¨®poli, con su prodigiosa plaza de Armas, el memorable Z¨®calo? ?C¨®mo olvidar el encanto ¨²nico de la que ha llamado "la ciudad de los palacios" la pluma brillante y tersa de Torcuato Luca de Tena en su reciente y espl¨¦ndida obra?
La tarde se nos ech¨® encima y hubimos de volver a las sesiones de nuestro simposio. Mi amigo deseaba sugerirme una ¨²ltima ubicaci¨®n: Cartagena de Indias. La mayor y m¨¢s espl¨¦ndida bah¨ªa del borde caribe?o. El puesto clave de la presencia espa?ola en las aguas americanas. El conjunto monumental m¨¢s sugestivo de entre todos los puertos atl¨¢nticos. El Gibraltar malogrado de la apetencia inglesa que acu?¨® medallas conmemorativas de una victoria inexistente. El escenario del hero¨ªsmo inveros¨ªmil del marino vasco de Pasajes, Blas de Lezo, que rindi¨® all¨ª la vida en gesta inolvidable.
ex ministro de Asuntos Exteriores, es miembro de la Real Academia Espa?ola.
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