Moruchada 'miura'
Miura / J. A. Campuzano, Manili, T. CampuzanoCinco toros de Eduardo Miura, aparatosos de presencia y peso, renqueantes, descastados y broncos; 62, sobrero de N¨²?ez Benjumea, con trap¨ªo, manejable. Jos¨¦ Antonio Campazano: pinchazo hondo atravesado trasero bajo, otro hondo perdiendo la muleta, y descabello (ovaci¨®n y salida al tercio); pinchazo, rueda de peones, estocada corta ca¨ªda, descabello -aviso con retraso- y otro descabello (aplausos y saludos). Manili: estocada delantera -dos avisos mientras intenta, alternativamente, entrar a matar y descabellar- y descabello (ovaci¨®n y salida al tercio); metisaca y estocada baja (gran ovaci¨®n y salida a los medios).Tom¨¢s Campuzano: pinchazo, estocada corta descaradamente baja, rueda de peones, ocho descabellos -aviso con retraso- y dos descabellos m¨¢s (silencio); bajonazo (silencio). Plaza de la Maestranza, 1 de mayo (mafiana). 18,1 corrida de feria. Lleno.
J. V.
Los miuras salieron grandes como armarios; nada m¨¢s salir abr¨ªan la puerta del armario y se apreciaba que all¨ª dentro ol¨ªa a morucho. Se apreciaba con harto dolor de coraz¨®n -no exento de asco-, pues los miuras ten¨ªan ilusionadita a la afici¨®n y abarrot¨® la Maestranza a las doce de la ma?ana, que no es hora de miuras, ni de toros, ni nada, sino de aperitivo o de misa, seg¨²n los gustos y creencias de cada cual.
De manera que a las doce en punto estaba all¨ª congregada la afici¨®n, como un solo hombre; los toreros en la puerta-cuadrillas, dispuestos a jugarse la vida, y el presidente en el palco, los clarineros en el balconcillo, la banda del maestro Tejera acabando de afinar los instrumentos... Es decir, todo el mundo a lo suyo y en su sitio; todo el mundo, excepto el ganadero, que no hac¨ªa honor a su t¨ªtulo, y en vez de enviar una corrida de toros como era su obligaci¨®n -brava o mansa, pastue?a o bronca all¨¢ penas, que todos estos matices y a¨²n m¨¢s admite el toro de lidialo que envi¨® fue una moruchada intolerable.
El ganadero ech¨® ayer un borr¨®n sobre la merecida fama de la divisa, ¨¦l sabr¨¢ las razones. 0 peor que un borr¨®n: le peg¨® con el trapo de fregar al libro de oro de la legendaria casta miure?a. Pues s¨®lo un moruchero habr¨ªa sido capaz de soltar semejante ganado, renqueante, descastado, traicionero y, por supuesto, ilidiable. El tama?o descomunal de los toros no era en este caso un factor positivo en la valoraci¨®n de la corrida sino una mala coartada.
Tampoco restaba valor a la corrida que los toros resultaran peligrosos; no es ese el caso. Los miuras tienen el peligro de que desarrollan sentido y pueden atrapara a los toreros con su cuello "de acorde¨®n" -¨¢gil, flexible, contr¨¢ctil- si no les aplican la adecuada t¨¦cnica de dominio. Pero no era eso lo que suced¨ªa. Suced¨ªa que los miuras de la hornada matinal de ayer, en vez de embestir, topaban, pegaban brincos, tiraban derrotes, se iban descaradamente al bulto, y luego de no hacer presa -pues los toreros anduvieron listos para esquivar la cornada- se desentend¨ªan de los enga?os y escapaban en demanda de la barrera. Alg¨²n toro, cuando ya estaba avanzado el ¨²ltimo tercio, la recorri¨® barbeando, sin hacer caso a los toreros, que le persegu¨ªan y le llamaban con mucho flamear de capotes y gran griter¨ªo de je, toro!, iyu!, ju! y restantes ep¨ªtetos del vocabulario campero.
Fueron h¨¦roes
En estas condiciones, mas el valor y el pundonor que pusieron en la brega, los toreros fueron h¨¦roes. Result¨® emocionante ver a Jos¨¦ Antonio Campuzano porfiar con arrojada torer¨ªa, como si se tratara de la ¨²ltima actuaci¨®n de su vida, cuando por la tarde hab¨ªa de salir otra vez al ruedo de la Maestranza, para medirse con los pablorromeros, que tampoco son grano de an¨ªs. Pon¨ªa la carne de gallina ver a ese Manili, abierto el comp¨¢s, firmes las Zapatillas en la arena, lanceando suavemente por ver¨®nicas a una mole brincante y topona de 677 kilos, y luego., en la muleta, aguantar impert¨¦rrito la docena de espeluznantes tornillazos que le tir¨® en otras tantas oleadas. A ese toro le prendi¨® Santiponce un escalofriante par de banderillas. Tambi¨¦n Tom¨¢s Campuzano estuvo valiente con el tercer Miura y en cambio tore¨® demasiado fuera de cacho al sexto, que ya no era Miura y result¨® noble.
Las dos y pico de la tarde eran cuando Jos¨¦ Antonio Campuzano cruzaba r¨¢pidamente el redondel, con el tiempo justo para ducharse, mudar el traje, y volver a la Maestranza -a pesar del terror vivido-, donde hab¨ªa de lidiar por la tarde los pablorromeros, y ese era un gesto de torero ¨ªntegro que causaba un respeto imponente.
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