El reflujo
LA CELEBRACI?N del Primero de Mayo en los pa¨ªses del Este - o m¨¢s bien su no celebraci¨®n- pone de relieve la magnitud de los camios que se han producido en el curso del ¨²ltimo a?o. en 1989 a¨²n tuvieron lugar ceremoniosos desfiles, presididos por los altos funcionarios comunistas, en las capitales de casi todos los pa¨ªses del socialismo real. Aunque los trabajadores que tomaban parte en esas manifestaciones lo hac¨ªan por la presi¨®n ejercida sobre ellos en sus empresas, o simplemente por rutina, lo cierto es que los gobiernos utilizaban esos actos para respaldar la tesis oficial seg¨²n la cual en esos pa¨ªses el poder estaba en manos de la clase obrera. Ahora la falacia ha quedado al descubierto. Los Gobiernos presuntamente obreros se han hundido en medio del repudio de la poblaci¨®n. Y no existe ninguna organizaci¨®n que encarne, con capacidad de convocatoria, los ideales y las reivindicaciones de progreso humano en torno a los cuales se ha desarrollado, desde hace un siglo, en el mundo entero, la jornada del Primero de Mayo.En Mosc¨², la jornada del trabajo ha puesto de relieve un clima popular de cr¨ªtica y protesta y el crecimiento de la oposici¨®n a Gorbachov. El a?o pasado, la celebraci¨®n a¨²n fue masiva y unitaria: 14s elecciones hab¨ªan dado la victoria, unas semanas antes, a numerosos diputados de la oposici¨®n, y en particular a Boris Yeltsin. Pero los aplausos de los manifestantes se repart¨ªan, sin fricciones, entre Gorbachov, situado en el frontispicio del mausoleo de Lenin, y los diputados presentes en otras tribunas. Este a?o lo novedoso ha sido que, despu¨¦s de un acto organizado por los sindicatos oficiales, las manifestaciones de los grupos de oposici¨®n tuvieron permiso para desfilar tambi¨¦n por la plaza Roja. Era la primera vez que ello ocurr¨ªa. Y como Gorbachov y el Gobierno, siguiendo la tradici¨®n, permanecieron en la tribuna, permiti¨® a los manifestantes expresar ante ellos sus protestas y demandas m¨¢s radicales.
Por encima de otras consideraciones, lo importante es que este a?o en Mosc¨² se han celebrado manifestaciones libres, con una gran diversidad de opiniones. Ha sido el rev¨¦s de la medalla de lo que eran los t¨ªpicos desfiles de anta?o, en que todo estaba dictado desde arriba y de antemano, y al pueblo s¨®lo le tocaba ser la figuraci¨®n de la fiesta. Por desagradable que le haya resultado a Gorbachov o¨ªr los gritos de la oposici¨®n, s¨®lo puede sacar beneficios de esa ocasi¨®n que ha tenido de escuchar lo que piensan los sectores m¨¢s distantes de su pol¨ªtica. Despu¨¦s de todo, las manifestaciones sirven para que la gente diga lo que siente.
Dentro de la ausencia de grandes actos en las capitales del Este llama la atenci¨®n el caso de Berl¨ªn, en el que un n¨²mero apreciable de manifestantes de la RDA se incorporaron a un mitin conjunto con los sindicatos del Oeste en la plaza de Brandeburgo. Gracias al proceso de unidad alemana -con la propuesta adem¨¢s del presidente de los sindicatos de la RFA de que la unificaci¨®n sindical se realice sin esperar a la de los Estados-, la fiesta del Primero de Mayo ha tomado para los trabajadores de Berl¨ªn Oriental un car¨¢cter nuevo, centrado en las reivindicaciones econ¨®micas, y semejante, por tanto, al que tiene en los pa¨ªses occidentales.
Ante el inminente establecimiento en esos pa¨ªses de econom¨ªas de mercado, los problemas del paro, la marginalidad y la desigualdad alcanzar¨¢n primordial significaci¨®n y exigir¨¢n la existencia de organizaciones en defensa de los intereses obreros. Revolucionarios de nombre, y de hecho simples secuelas del Estado, los sindicatos del socialismo real se han esfumado. Pero pronto se har¨¢ sentir la necesidad de ¨®rganos adecuados para defender a los trabajadores, en el marco de las pol¨ªticas reformistas que corresponden a la Europa de final del siglo XX. El Primero de Mayo de 1990 ha sido el del reflujo del obrerismo artificial y estatalizado en los pa¨ªses del Este.
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