S de Sylvia, 'Emmanuelle'
Esta noche, TVE-2 ofrece la emisi¨®n de la c¨¦lebre pel¨ªcula
Esta noche, un acontecimiento: Emmanuelle en TVE. Antes lo fue en 1974, por su ausencia de nuestras pantallas y su presencia en las de allende las fronteras pirenaicas, blanco de continuas excursiones del espectador inquieto, de cualquier espectador inquieto; lo fue m¨¢s tarde en 1978, cuando su exhibici¨®n fue aprobada. A¨²n lo ser¨ªa en Catalu?a hace tres a?os, a santo de su emisi¨®n, un 26 de junio, en TV-3. Cabe razonablemente hablar de fen¨®meno sociol¨®gico y, una vez m¨¢s, cuestionar el alcance de la criatura.
Para empezar, ?es buena Emmanuelle? Decididamente, no. Su ¨¦xito procede de zonas ajenas a su valor art¨ªstico. Lo grave comienza en su propio autor, Just Jaeckin, que se ha hecho un nombre, una fama y una cuenta corriente -nada corriente- en provecho de un erotismo fl¨¢cido, conservador y empalagoso: recuerden que es tambi¨¦n Jaeckin quien firm¨® Historia de O (cadenas en los brazos de Corinne Clery, anillo en el sexo: el sadomasoquismo light), Madame Claude (el sexo en ilaci¨®n con la CIA para dar proyecci¨®n al vac¨ªo), Playmate, hombre objeto (un t¨ªtulo que esconde su propia negaci¨®n), Colecciones privadas (uno de sus episodios; los otros, muy propiamente ejecutados por dos erot¨®manos de marca: Terayama y Borowczyk), El amante de lady Chatterley (osada invasi¨®n a D. H. Lawrence, recubriendo de intelectualidad el flou de la extracci¨®n m¨¢s hamiltoniana), Cuatro chicas (abusivo cat¨¢logo de muchachas en flor) o Gwendoline y el tesoro maldito (t¨ªtulo casi spielbergiano a mayor gloria del tebeo er¨®tico).
Camelo del erotismo
En definitiva, un aut¨¦ntico especialista en la materia, un aguerrido caballero en la cruzada del sexo as¨¦ptico, aterciopelado, para p¨²blicos burgueses que jam¨¢s cruzar¨ªan una sala X, qued¨¢ndose cuatro letras antes, en la S, en el camelo del erotismo de tantas y tantas aperturas, ya un cap¨ªtulo nost¨¢lgico de nuestro pasado.Emmanuelle fue fruta prohibida para el p¨²blico espa?ol, como El ¨²ltimo tango en Par¨ªs, El imperio de los sentidos y Sal¨®, y a devorarla se lanz¨® voraz cuando se la pusieron en bandeja. Con, no obstante, una notable diferencia: mientras los filmes de Bertolucci, Oshima y Pasolini son verdaderas piezas maestras, t¨ªtulos fundamentales del cine contempor¨¢neo, el de Jaeckin corre bajo m¨ªnimos, es todo, apariencia, lujo y sofisticaci¨®n disfrazados, y nada m¨¢s que de un disfraz se trata, de arte. Ernmanuelle es ¨²nicamente erotismo fino, delicado y arom¨¢tico, de un aroma que perfuma el sudor del cuerpo en estado de excitaci¨®n para convertirlo en las mejores esencias de Par¨ªs. Con esa consideraci¨®n, la pel¨ªcula ha pasado a las p¨¢ginas de la historia y por unanimidad ha sido redimida su insignificancia en nuestro mundo.
Si en lugar de perfume Emmanuelle oliera a semen y sangre, el discreto encanto de la burgues¨ªa ya la habr¨ªa condenado a los infiernos. Pero no. No llega a pornograf¨ªa, y los decorados son bellos, exoticos y relajantes, y la fotograf¨ªa, un primor. Los coitos se oyen, pero no se ven en su epicentro. Los asientos del avi¨®n quedan limpios, sin m¨¢cula. Y Sylvia Kristel, que de actriz tiene lo que Marlon Brando de lagarterana, luce siempre virginal.
Con todas esas virtudes a su favor, Ernmanuelle empez¨® a engrosar arcas con las inevitables secuelas, seis hasta la fecha. Y m¨¢s all¨¢ de las leg¨ªtimas, las espurias: a Ernmanuelle le salieron pecas, granos de arroz y pecados capitales: negras, asi¨¢ticas y antiv¨ªrgenes, Ernmanuelles por doquier, atiborrando la industria de coitos audaces y, en los mejores casos, pl¨¢stica de anuncio publicitario.
Han pasado 16 a?os desde el nacimiento del mito blando del presunto g¨¦nero duro, nos hemos democratizado y m¨¢s de uno ser¨¢ ya adulto. ?Todav¨ªa nos pellizcar¨¢ Ernmanuelle?
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