Renovar la tradici¨®n

El Orfe¨®n Donostiarra es una instituci¨®n ejemplar de la vida musical espa?ola. Su origen se remonta a Finales del siglo pasado. En los ¨²ltimos a?os est¨¢ experimentando un proceso de renovaci¨®n. Salta a la vista la juventud de una gran parte de sus componentes.Mantiene la elegancia en la l¨ªnea de canto, la afinaci¨®n, la conjunci¨®n de las diferentes cuerdas vocales. Algunas realmente excepcionales, como la de tenores; otras, sin adquirir a¨²n la personalidad de anta?o, como la de mezzosopranos. Pero en cualquier caso cantan (no gritan), matizan, expresan, emocionan.

Su visita anual a Madrid es siempre una bocanada de aire fresco. Son aficionados. Nadie lo dir¨ªa, viendo el nivel de los llamados profesionales. Sin embargo, no figuran en el avance de programaci¨®n de la pr¨®xima temporada con la ONE: inmenso error. No estamos tan sobrados de coros de calidad en Espa?a como para prescindir de su presencia.

El movimiento coral no acaba de cuajar aqu¨ª con la fuerza de otros pa¨ªses europeos. No obstante, la necesidad de coros en m¨²sica es como la de las bibliotecas en literatura. Antes se cantaba en coros ligados a las parroquias Ahora deber¨ªa hacerse en todos los colegios.

El R¨¦quiem de Berlioz es una obra espectacular, con sus cuatro agrupaciones de metal en las tribunas posteriores al escenario o en los anfiteatros laterales. Hay en algunos momentos un clima prewagneriano; sus hallazgos t¨ªmbricos, arm¨®nicos o de instrumentaci¨®n siguen sorprendiendo por su anticipaci¨®n en el tiempo.

Fr¨¹hbek de Burgos atendi¨® m¨¢s a la arquitectura que a los detalles. Su versi¨®n fue eficaz, germ¨¢nica, bien construida y controlada (salvo alg¨²n momento espor¨¢dico).

La orquesta respondi¨® con contundencia y seguridad a las indicaciones del director. El ¨¦xito fue grande.