Un peligro que nos viene del Este
Para el autor de este art¨ªculo, los partidarios de la econom¨ªa de mercado est¨¢n de enhorabuena" porque han visto confirmada en la pr¨¢ctica la superioridad sobre la econom¨ªa planificada. Pero advierte del peligro de no aceptar las reglas de la competitividad y del trabajo, para no seguir el modelo argentino.
El mundo occidental y hasta los propios protagonistas han quedado estupefactos ante la explosi¨®n de libertad de los pa¨ªses del este de Europa que ha tenido lugar en la segunda parte del pasado a?o.Para la mayor¨ªa de los polacos, alemanes orientales, h¨²ngaros, checos, b¨²lgaros y rumanos, la libertad tanto pol¨ªtica como econ¨®mica es desconocida o s¨®lo saben de ella por referencias. Comoquiera que antes de caer el tel¨®n de acero, todos ellos estuvieron implicados en la II Guerra Mundial, hay que remontarse a los a?os 1935 a 1938 en los que un muchacho de estos pa¨ªses que tuviera 15 a?os, es decir, que empezaba a pensar, tendr¨¢ hoy entre 68 y 70 a?os; esto si no fue barrido por la conflagraci¨®n, deportado o emigr¨® al Oeste. Poca libertad pudo pues conocer.
Los partidarios de la econom¨ªa de mercado est¨¢n de enhorabuena.
Con todas sus imperfecciones -que hay que corregir- se ha demostrado superior al sistema de econom¨ªa centralmente planificada y dirigida; y cuando los pueblos buscan la libertad pol¨ªtica, al ser ¨¦sta indivisible, se orientan hacia la libertad econ¨®mica. Ahora bien, en el proceso de desmantelar el aparato burocr¨¢tico centralista que van sufriendo estos paises e irse integrando m¨¢s o menos hacia un sistema econ¨®mico que generalizando podr¨ªamos llamar de Occidente, no pueden olvidarse de erradicar una enfermedad que acompa?a a toda econom¨ªa socialista (socialista como la entendieran los pa¨ªses del Consejo de Ayuda Mutua Econ¨®mica -CAME-), pero que en mayor o menor grado tambi¨¦n la padecen los pueblos de Occidente. Es aqu¨¦lla por la cual el ciudadano se subroga de todo protagonismo econ¨®mico a favor del Estado que le dirige hacia el ansiado bienestar com¨²n, con criterio generalmente igualitario. Al Estado le corresponde proveer de trabajo, pagar el sueldo, la vivienda, las vacaciones, las diversiones, los deportes, la medicina, la vivienda, las pensiones..., todo.
'Cumplir'
El ciudadano es un sujeto pasivo que no tiene m¨¢s que nacer, estudiar, portarse bien y cumplir. La innovaci¨®n, creatividad, productividad, motivaci¨®n, no se conocen, o est¨¢n desdibujadas. Recuerda a aquellos que ganan una oposicion para cumplir y despu¨¦s se colocan en otra cosa, para ganar dinero. Ya tienen lo seguro. Creen que las empresas p¨²blicas se han hecho para vivir de ellas, y no para mantenerlas, mejorarlas y ampliarlas. Que sepan los ciudadanos del este que todo lo que les maravilla de las democracias occidentales se obtiene trabajando -y trabajando mucho- e integr¨¢ndose en los equipos empresariales que predican eficacia y competitividad. Que no pueden decaer, porque corren el riesgo de ser superados, que vivir¨¢n, no es cuesti¨®n de valorar si mejor o peor, pero s¨ª con mayor responsabilidad. Que el Estado no es el padre todopoderoso, sino su servidor, y que no esperen que ¨¦l tome la iniciativa de resolver sus problemas. Que pueden crear empresas y hacerse millonarios pero tambi¨¦n pueden fracasar y volver a empezar.
Hay un ejemplo no europeo que viene bien al caso. Nadie pone en duda la gran riqueza agr¨ªcola, ganadera y mineral de la Rep¨²blica Argentina.
Tampoco el alto nivel de sus ¨¦lites, la belleza de sus ciudades, y su gran patrimonio art¨ªstico y cultural, y as¨ª podr¨ªamos cantar las excelencias de esa gran naci¨®n. Pues entonces, ?qu¨¦ le pasa a Argentina, que est¨¢ t¨¦cnicamente en suspensi¨®n de pagos hace a?os y no levanta cabeza, sino al rev¨¦s, desciende a¨²n m¨¢s cada d¨ªa, en la anarqu¨ªa monetaria, inflacionaria y de nivel de vida? La contestaci¨®n incompleta es que Per¨®n acab¨® con el pa¨ªs. Digo incompleta, porque es dif¨ªcil concebir que con esos ingredientes despu¨¦s de casi medio siglo Argentina ofrezca un panorama a¨²n m¨¢s desolador que cuando la ca¨ªda del dictador. Per¨®n inculc¨® a los argentinos la enfermedad de no trabajar, de esperarlo todo del Estado, de pedir sin mesura, de hacer lo que define en su ameno libro Tojours plus Fran?ois de Closets. Todo ello ba?ado con un nacionalismo trasnochado, cuando se habla de privatizar o de favorecer la entrada de capital extranjero. Capital extranjero que muchas veces es capital argentino, que haciendo gala de una total ausencia de patriotismo est¨¢ en los bancos suizos o norteamericanos. Argentina, pese a sus enormes posibilidades, no tiene soluci¨®n mientras no aplique la ahora ya dolorosa terap¨¦utica a esa enfermedad.
Pues bien, los pa¨ªses del occidente de Europa deben dar la bienvenida a la fuerza laboral de los del este, a ese leg¨ªtimo deseo de liberad; que se integren en una Europa cada vez m¨¢s pr¨®spera para todos y que se despojen de su carga de peronismo del Este, porque de eso no queremos contagiarnos. Ya tenemos bastante.
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