La mitolog¨ªa de la moto
EL GRAN Premio de Jerez de motociclismo se ha convertido en ocasi¨®n para que la locura de la moto -expresada en el uso de la m¨¢quina al servicio exclusivo de la velocidad- se manifieste en su m¨¢s peligrosa dimensi¨®n. Los d¨ªas pr¨®ximos a la celebraci¨®n -y el ejemplo del pasado fin de semana es bien reciente-, miles de conductores abandonan sus lugares de trabajo para bajar a Jerez. Pero, en lugar de hacerlo como un c¨®modo viaje tur¨ªstico, en el que la prudencia impide que se olviden los riesgos que encierra la conducci¨®n de las poderosas motos, la mayor¨ªa de los aficionados se lanza en una loca carrera a devorar los centenares de kil¨®metros que les separan del circuito. Su inexperiencia, el olvido de que las carreteras espa?olas son siempre peligrosas y el hecho en s¨ª de que no es posible conducir durante largo tiempo a m¨¢s de 150 kil¨®metros por hora sin perder la concentraci¨®n o sin cansarse m¨¢s de lo sensato explican el alto precio en vidas humanas.En los ¨²ltimos cinco a?os se ha duplicado en Espa?a el n¨²mero de motoristas muertos. Unos mil motoristas dejan cada a?o su vida en el asfalto, de los que m¨¢s de la mitad. no superan los 25 a?os de edad, y otros 9.500 quedan heridos. El pasado fin de semana varios de ellos han perdido la vida durante el trayecto a Jerez y, para algunos, el mortal desenlace sobrevino en la fat¨ªdica curva situada en el kil¨®metro 223,3 de la N-IV, en un tramo de autov¨ªa puesto en servicio s¨®lo hace algunos meses. La inexplicable negligencia de quienes han mantenido una curva tan peligrosa no excusa la posible conducci¨®n temeraria de quienes han perdido la vida en ella. Y es que en Espa?a, a diferencia de otros lugares, la filosofia imperante entre los motoristas y, en parte, entre los conductores de autom¨®vil, sigue teniendo mucho de culto reafirmador de una virilidad mal entendida.
La moto, es evidente, forma parte ya de la mitolog¨ªa del siglo y en funci¨®n, al menos parcialmente, de unas connotaciones que la identifican con un talante vital de rebeld¨ªa y contestaci¨®n. Todos los a?os, en el mes de junio, decenas de miles de motoristas cruzan Europa aprovechando el buen tiempo y los primeros calores para dirigirse al peque?o pueblo holand¨¦s de Assen. A lo largo de un fin de semana se celebra all¨ª el Gran Premio de Holanda de motocielismo y la excusa es aprovechada por los aficionados de la motocicleta para pasearse por el territorio continental. El domingo por la noche, 100.000 motos abandonan el pueblo y ocupan la autopista del sur como si fueran una m¨¢quina infernal. M¨¢quina e infierno atenuados, porque no dejan. de desplazarse a menos de 100 kil¨®metros por hora. El espect¨¢culo es tal que miles de apacibles ciudadanos se sientan en los arcenes de la carretera, en familia y con meriendas, a ver pasar a los jinetes de este apocalipsis de pel¨ªcula que, pese a su aspecto amenazador, no rompe un plato. Esta diversi¨®n de aspecto fiero y de intenci¨®n bonancible no es precisamente la que se estila entre los espa?oles.
La reciente y espectacular explosi¨®n del motociclismo espa?ol tiene causas muy precisas: como ha ocurrido con frecuencia en otros ¨¢mbitos de la actividad deportiva, el ¨¦xito de los campeones espa?oles ha fomentado una cultura de narcicismo, exhibicionismo y velocidad que encierra graves riesgos si se tienen en cuenta la potencia de las motocicletas y la inexperiencia de sus j¨®venes conductores. Ocurre, adem¨¢s, que hoy es relativamente sencillo hacerse con una motocicleta gracias a las facilidades de pago que se consiguen en cualquier tienda. Si a ello se a?ade que el buen tiempo favorece la conducci¨®n en Espa?a durante casi todo el a?o y que la molestia de ponerse un casco en la cabeza parece derrotar ala m¨¢s elemental de las prudencias, el retrato del joven motociclista espa?ol es el de una bomba viviente.
La posesi¨®n de una m¨¢quina es autom¨¢ticamente entendida como patente de alta velocidad en lugar de visado para el disfrute del paisaje, de los buenos olores, del paseo y del sonido embriagador de un motor bien engrasado.
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