Argentina en el ojo de la tormenta
En Espa?a nunca se ha dejado de pensar en Argentina. Y no s¨®lo por los asenderados v¨ªnculos hist¨®ricos y los ya seculares que creara la emigraci¨®n. Una doble corriente de sentimientos e intereses, con ventoleras de emulaciones y reproches -?que todo debe decirse!-, se entrecruzaba y enlazaba a los dos pueblos por encima del oc¨¦ano. Es dificil tropezar con un espa?ol aut¨¦ntico que en estos instantes deje de preguntar e interrogarse: ?Qu¨¦ est¨¢ aconteciendo en Argentina? ?Cu¨¢ndo y c¨®mo se cerrar¨¢ la tremenda crisis que acosa al noble pueblo hermano?Pudieron existir entre argentinos y espa?oles etapas de porf¨ªas y reproches. Amores alborotados si se quiere. Recu¨¦rdese ante la pr¨®xima y zamarreada colebraci¨®n centenaria de aquel amanecer de 1492, en que una voz espa?ola grit¨® ?tierra! al avistar una isla antillana que fue Argentina, por s¨ª y ante s¨ª, la creadora de la festividad del Doce de Octubre.
Al argentino se le imputa pecar de orgulloso. El maestro Ortega y Gasset, que tanto am¨® a argentinas y argentinos, escribe en 1929: "El argentino actual es un hombre a la defensiva". Perforando la delgada costra de esa recelosa actitud se advierte la evidencia de un sentir colectivo, fermento de un patriotismo juvenil y vidrioso, acrecentado por los est¨ªmulos y deslumbramientos procedentes de fuera.
El arrebatado ensayista, narrador y poeta Ezequiel Mart¨ªnez Estrada, en su Radiograf¨ªa de la Pampa (1933), donde adelanta algunas de las perspicaces visiones cr¨ªticas sobre Buenos Aires, analiza otro sentimiento generalizado: la melancol¨ªa. Originada, seg¨²n ¨¦l, por la sensaci¨®n de soledad que suscitan las abrumadoras lejan¨ªas y los horizontes inmensos.
Discernimientos de psicolog¨ªa colectiva, espoleados por la idea del fatalismo tel¨²rico y las apresuradas lecturas de Jung, de valor insuficiente. Un pueblo, un pa¨ªs, van defini¨¦ndose al galopar azaroso de su historia. Argentina, tierra de promisi¨®n y de nostalgias, ha sido asaltada, a partir de su independencia, por parad¨®jicas alternativas. Ah¨ª est¨¢n las de sus pesadillas econ¨®micas con la riqueza desplegada ante sus ojos.
Hace m¨¢s de un siglo, Domingo Faustino Sarmiento, escritor, soldado, estructurador de la patria y pol¨ªtico que llegar¨ªa a presidente de la naci¨®n, investiga en su tempestuoso libro Facundo. Civilizaci¨®n y barbarie de la Pampa la bifronte y problem¨¢tica conciencia del argentino. La gran rep¨²blica del Plata acoge, madrugadora, las ambiciosas llamadas del destino. Las llanuras inabarcables reclaman la voluntad fecundadora de los colonizadores. "Gobernar es poblar" convi¨¦rtese en legendaria consigna. Pero el dominio de la Pampa no lograr¨¢, sin embargo, abolir la melancol¨ªa. Buen testimonio de ello, el monumento que recuerda y glorifica la llamada "campa?a del desierto". El general Roca, capit¨¢n de la empresa, se asoma al lago Bariloche en actitud fatigada y reflexiva. El corcel no caracolea ni el general esgrime triunfadora espada. Ambos parecen compartir semejantes cansancios y ensimismamientos. ?D¨®nde: est¨¢ la presumida jactancia del argentino, ausente en el momento preciso de coronar una victoria?
Con la opulencia llegan los despliegues de las ambiciones y los sue?os. La gran aldea se trasforma en la reina del Plata. ?Quien se atrever¨¢ a poner vallas a las desenfrenadas aventuras porte?as? Pese a la distancia, Par¨ªs se muestra al alcance de la mano; y los argentinos se aprestan al asalto de la Ciudad Luz. Adinerados estancieros y lindas criollas se lanzan a laconquista, con las presentidas voluptuosidades del tango cubriendo la retaguardia.
Pero los sue?os ser¨¢n batidos por los vendavales del mundo y resulta dificil capear las crisis generalizadas. Los argentinos acumulan razones y pretextos que alimenten a?oranzas y melancol¨ªas. Mientras, prosiguen las oleadas de emigrantes, que acuden a las convocatorias de las trompetas doradas; de la nueva tierra... Y las tempestades sensibilizan el agudo patriotismo de los viejos criollos.
Una de las cosas que entendi¨® Juan Domingo Per¨®n, demagogias aparte, fue la de que cualquier proyecto de vertebraci¨®n social y pol¨ªtica que acometiera tendr¨ªa que contar con el aprovechamiento del avivado nacionalismo de sus compatriotas. Le fall¨®, por contra, la comprensi¨®n de las tortuosidades de los dispositivos y engranajes econ¨®micos. A la despilfarradora confianza en la inagotable riqueza que flu¨ªa de la Pampa, con sus cosechas y reba?os, se a?adir¨ªan los reflejos y vaivenes de las grandes depresiones. Sus sucesores tropezaron en las mismas piedras; y el desorbitado crecimiento de la capital agravar¨¢ la irritante gangrena. Sin que para atender a la convergencia de padecimientos tan s¨®lo acudan solemnes arbitristas y curanderos ilusos.
La demanda de "cirujanos de hierro" abre las puertas del poder a los militares, que para desdicha de todos se ver¨¢n envueltos en una guerra sucia, por ambas partes, promovida por un terrorismo despiadado y oscuro. Crece el desbarajuste, y la intrepidez arrebatada desemboca, con el ondear de las banderas de las reivindicaciones hist¨®ricas, en el dram¨¢tico desaguisado de las Malvinas.
Vencidos los salvadores del "¨²ltimo recurso", con la carga de desprestigios, revanchas y responsabilidades, retornan al Gobierno los partidos tradicionales. Ni las buenas intenciones ni el equilibrismo casi circense del presidente Alfons¨ªn bastan para remontar la crisis. El austral, un mito monetarista, s¨®lo sirve para medir la extensi¨®n del endeudamiento y de la inflaci¨®n galopante. La castigada riqueza reclama el milagro y la Pampa ub¨¦rrima no se muda de sitio. Igual que Buenos Aires., que se resiste a confesar la decadencia.
M¨¢s all¨¢ del orgullo, el angustiado argentino ans¨ªa sacudirse deudas y humillaciones. El nacionalismo, siempre alerta, clama con sus redobles populistas. El triunfo de Menem, flamante l¨ªder del justicialismo, confirma las previsiones. Aunque nadie ignore la urgencia por archivar los astutos malabarismos y demagogias del antiguo y fabuloso jefe, de decir adi¨®s a los recursos de la malicia criolla, y desarrollar nuevos estilos y apelaciones.
A Carlos Menem, reci¨¦n elegido, le falta tiempo para especificar el talante de su intenci¨®n pol¨ªtica. Escap¨¢ndose del euf¨®rico cerco de sus partidarios, se presenta en el homenaje al compositor Astor Plazzola, un adversario p¨²blico de sus ideas y principios; no acude, en carnbio, al montaje apote¨®sico en honor del futbolista Maradona. ?Tango y f¨²tbol, piedras de toque de la emoci¨®n popular, le ayudan a evidenciar que el populismo ha aprendido a distinguir!
Menem echa a andar con la mano tendida. Una noble actitud. A dos dedos de haber tenido que ingresar al pa¨ªs en la UVI en m¨¢s de una ocasi¨®n, el diagn¨®stico de los doctores se repite: amenazada por diversos y peligrosos virus, lo que Argentina necesita, adem¨¢s del esfuerzo de todos, son fuertes inyecciones de d¨®lares. Lo dem¨¢s vendr¨¢ por a?adidura. ?Incluido el milagro! Mientras, se vuelve a o¨ªr ruido de sables.
es embajador de Espa?a y escritor.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.