Cambio de paisaje
Las fiestas populares se caracterizan por un cambio en el paisaje, por una oferta diferente del m¨¢s all¨¢. Si las posibilidades de consumir son pr¨¢cticamente ilimitadas, si la sensaci¨®n de que estamos a punto de convertirnos en superhombres para poder arrasar el cosmos de una pu?etera vez es cada vez m¨¢s pr¨®xima, tambi¨¦n es cierto que el precio que pagamos por ello es el de un mundo agresivo, violento, competitivo e insolidario. Definido lo que todo el mundo sabe, hay que a?adir que nadie se siente responsable del sistema en el que vive, ni siquiera los que lo inventan, y lo cierto es que el peat¨®n baila con la m¨¢s fea. El ciudadano de a pie se entera de las ventajas del sistema a trav¨¦s de los que las disfrutan y de los inconvenientes por su propia experiencia. De pronto, llegan las fiestas y al paisano se le ofrece un panorama de su ciudad completamente diferente. Los que mandan deciden darle un respiro y le hacen el entorno mucho m¨¢s agradable.El madrile?o encaja las fiestas del mismo modo que las agresiones del medio, como algo inevitable. Se lo pasa bien, puesto que le brindan la oportunidad de hacerlo, pero se pregunta por qu¨¦ el cambio es tan radical. ?No cabr¨ªa la posibilidad de una situaci¨®n intermedia durante el resto del a?o? ?Qui¨¦n ha dicho que el derecho al ocio colectivo dura cuatro o cinco d¨ªas? ?Qui¨¦n es el responsable de la felicidad del madrile?o de a pie? Ya hemos visto que la ciudad se puede convertir en un espacio mucho m¨¢s agradable. La falta de entusiasmo que se respira en las fiestas de Madrid se debe a la eventualidad del suceso. Cuando se hace el amor con una persona que al d¨ªa siguiente va a desaparecer, uno no debe enamorarse de ella.
Por otro lado, la burgues¨ªa, a trav¨¦s de sus ¨®rganos de prensa, siempre se queja de que las fiestas de Madrid son un despilfarro. Claro est¨¢ que ellos no gozan de estas celebraciones, puesto que sus posibilidades de ocio durante todo el a?o son muy superiores a las que puede ofrecer la autoridad a t¨ªtulo de limosna. Por fin, el Ayuntamiento, para no quedar mal con sus votantes (nada proclives a mezclarse con la chusma), ha reducido el presupuesto dedicado a estas fiestas. Tal vez con ese ahorro se pueda aumentar el calibre de las porras que se emplean para garantizar la seguridad de la plaza de Santa Ana.
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