Guatemala, la ¨²ltima de la fila
El di¨¢logo de paz avanza con lentitud en el pa¨ªs centroamericano con el conflicto m¨¢s antiguo
El democristiano Vinicio Cerezo dejar¨¢ a finales de a?o la presidencia de Guatemala sin ver hecho realidad el objetivo principal que se marc¨® cuando accedi¨® al cargo, cuatro a?os antes: llevar la paz a su pa¨ªs. El di¨¢logo abierto entre las fuerzas pol¨ªticas y la guerrilla izquierdista Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG) promete ser complejo, repleto de obst¨¢culos y lento. Madrid ser¨¢, entre el 28 y el 30 de este mismo mes, el escenario de unas conversaciones que ni los m¨¢s optimistas se atreven a vaticinar que hagan callar inmediatamente la guerra m¨¢s secreta pero tambi¨¦n la m¨¢s salvaje de todo Centroam¨¦rica.
El papel clave para la b¨²squeda de la paz no recae en el presidente Cerezo, sino en la Comisi¨®n Nacional de Reconciliaci¨®n (CNR), que, con el obispo Rodolfo Quezada Toru?o al frente, lleva meses explorando las posibilidades de acuerdo, al abrigo de un entorno que ha hecho callar las armas en Nicaragua y ha suscitado esperanzas de que pronto ocurra otro tanto en El Salvador. Este prelado, presidente de la conferencia episcopal, se?ala tres aspectos esenciales del proceso: que se enmarca en el plan Esquipulas II para pacificar toda la regi¨®n; que el Gobierno no es protagonista, sino un interlocutor m¨¢s, y que el objetivo es buscar soluciones globales a los problemas sociales y estructurales del pa¨ªs."Buscamos llegar al origen de la situaci¨®n de pobreza y miseria en el pa¨ªs", asegura el obispo consciente de que la guerra, que se ha cobrado decenas de miles de vidas en los ¨²ltimos 30 a?os, es el reflejo de una tr¨¢gica realidad que los formalismos democr¨¢ticos no logran enmascarar.
"No habr¨¢ una paz verdadera mientras contin¨²e el hambre", asegura por su parte Jorge Mario Avila, al frente del Secretariado Episcopal de Am¨¦rica Central (SEDAC), que manifiesta su amargura porque sea Guatemala el ¨²ltimo pa¨ªs del ¨¢rea al que llegue el di¨¢logo de paz, pese a haber sido el primero, en la d¨¦cada de los sesenta, en que se inici¨® un movimiento guerrillero.
Guatemala tiene la segunda tasa de analfabetismo m¨¢s alta del hemisferio occidental, una de las rentas per c¨¢pita m¨¢s bajas de Am¨¦rica, el porcentaje de poblaci¨®n ind¨ªgena m¨¢s alto del continente, una injusta distribuci¨®n de la escasa riqueza, un Ej¨¦rcito que manda m¨¢s que el presidente, unos escuadrones de la muerte que asesinan a centenares de campesinos y dirigentes izquierdistas cada a?o y una guerrilla que apenas tiene fuerza para volar algunos puentes y emboscar espor¨¢dicamente a patrullas militares.
Demasiados problemas para esa Guatemala a la que llegan cada a?o cientos de miles de turistas que se quedan con la imagen pintoresca del mercado de Chichicastenango, el esplendor de las pir¨¢mides y palacios mayas de Tikal o la singular belleza de las ruinas de La Antigua o del lago Atitl¨¢n. Son visitantes que no ven m¨¢s all¨¢ de este escaparate salvajemente hermoso que el r¨¦gimen cuida con mimo. Pero basta alejarse unos cientos de metros del centro de la capital o adentrarse por las carreteras menos transitadas para encontrar la miseria, la pobreza e incluso el miedo (a los unos o a los otros) en estado qu¨ªmicamente puro.
'Escuadrones de la muerte'
El procurador de los Derechos Humanos, Ramiro de Le¨®n Carpio, suspendi¨® hace unos d¨ªas un viaje por varios pa¨ªses europeos (entre ellos Espa?a) porque "se esperan d¨ªas dif¨ªciles de convulsi¨®n, ya que se siguen dando graves violaciones de los derechos humanos". Casi simult¨¢neamente, se hallaban en tres poblados campesinos los cad¨¢veres de seis j¨®venes con la marca de los siniestros escuadrones de la muerte.
Tambi¨¦n por esas fechas, en San Jos¨¦ de Costa Rica, la Comisi¨®n de Derechos Humanos de Guatemala facilitaba unos datos que demostraban que no se trataba de un caso aislado: 439 ejecuciones extrajudiciales en 1989 ,120 desapariciones y 15 matanzas colectivas. En 1988 se hab¨ªan registrado 434 ejecuciones ilegales y 100 desapariciones. Y en los tres primeros meses de 1990 ya se han contabilizado 55 ejecuciones al margen de la ley y 14 desapariciones de origen pol¨ªtico.
La conclusi¨®n de un representante de la citada organizaci¨®n era que Cerezo incumpli¨® sus promesas de salvaguardar la vida y la seguridad de las personas, que facilit¨® la impunidad de los responsables de los atropellos y que, durante su mandato, el n¨²mero de ¨¦stos "creci¨® aceleradamente".
La opini¨®n m¨¢s extendida es que el presidente tiene buena voluntad, pero no el car¨¢cter necesario, o el mando imprescindible, para enfrentarse al poder real, es decir, al Ej¨¦rcito. Las expectativas que despert¨® su elecci¨®n en 1986 se han visto frustradas. En buena medida es un prisionero de los jefes militares, que en tres ocasiones le han puesto contra las cuerdas con otros tantos intentos de golpe superados tan s¨®lo al precio de ver aumentada la debilidad de su posici¨®n.
Ni siquiera ha podido hacerse popular. Sus apariciones en televisi¨®n, en el programa Conversemos, resultan pat¨¦ticas. En un lenguaje directo, contestando con nombre y apellidos a quienes le env¨ªan cartas en las que le exponen sus problemas, el presidente quiere realizar el imposible milagro de que sus compatriotas le consideren cercano, comprensivo y amigo. Pero todas las encuestas dan a Alfonso Cabrera, el candidato de su partido, la Democracia Cristiana, como seguro perdedor ante el aspirante de la Uni¨®n de Centro Nacional, Jorge Carpio Nicolle, el hombre al que Cerezo humill¨®, dobl¨¢ndole en votos, hace tan s¨®lo cuatro a?os.
Guatemala est¨¢ enferma, y de su dolencia da fe el hecho de que muchos ojos se vuelvan hacia los salvadores de la patria. Efra¨ªn R¨ªos Montt, el golpista bajo cuya Administraci¨®n de extrema derecha se cometieron en 1982 y 1983 miles de asesinatos pol¨ªticos, es la esperanza de quienes creen que el pa¨ªs necesita mano dura. La Constituci¨®n le proh¨ªbe ser candidato, por lo que se evoca incluso la posibilidad de que sea su esposa la que se presente. Mal est¨¢n las cosas cuando se a?ora la bota y se desconf¨ªa de la urna.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.