?Vivan las fiestas!
A¨²n recordamos aquellos tiempos, ?qu¨¦ tiempos!, en los que la ciudad ard¨ªa en unas fiestas renacidas de sus propias cenizas. Pero desde la muerte de don Enrique ha habido un deterioro progresivo de las fiestas de San Isidro, se?alando este 1990 como un paso atr¨¢s en la recuperaci¨®n de tantas cosas buenas que nos trajeron los ayuntamientos democr¨¢ticos, sobre todo que el pueblo tuviera un mayor protagonismo y comunicaci¨®n en las fiestas que se brindaban.A nosotros no nos cabe en la cabeza c¨®mo ciudades e incluso pueblos, y siempre comparativamente, con menos recursos se vuelquen en la organizaci¨®n de sus festejos, mientras en la capital del Estado se recortan presupuestos y programas.
Por ejemplo, y comparando con los programas de a?os anteriores, demostremos la diferencia entre unas fiestas populares y otras de tinte popular, empezando por los conciertos: en el a?o 1986, con The Kinks, entre otros, fueron todos gratis; en 1987, Tina Turner y G¨¦nesis, a 500 pesetas; en 1988, todos los del rock¨®dromo, a 500 pesetas; en 1989, precios entre 700 y 1.500 pesetas; este 1990, Phil Collins, a 3.500 pesetas, y de ah¨ª, bajando (2.000, 1.500, 1.200, 1.000 y 700 pesetas). Como observamos, artistas de la talla de Phil Collins no ser¨¢n tan populares como otros a?os.
Tampoco hay que olvidar la supresi¨®n del San Isidro infantil, sustituido por alguna actuaci¨®n en la plaza Mayor; la pobre programaci¨®n deportiva; el descenso del n¨²mero de romer¨ªas y verbenas o la prohibici¨®n de las alegres charangas. Han tenido que aumentar la letra de los programas para que quepan en las marquesinas de los autobuses.
De todos modos, hay que agradecerles la no inclusi¨®n de actos que tanto han practicado en este su primer ano, como el primer rally plan RED, acoso y derribo del artesano, verbenas de la especulaci¨®n inmobiliaria o el ataque a la Casa de Campo, entre otros.- Rub¨¦n de Paz Aguado y Eduardo Sope?a Gonz¨¢lez.
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