Aniversario
Abres el peri¨®dico por la ma?ana, desprevenido y casi al despertar, y de pronto resulta que es tu cumplea?os. Y es in¨²til intentar negarlo buscando en derredor alg¨²n incauto que te permita el aquel de que contigo no va. No, es del todo in¨²til. A la postre siempre acaba siendo tu cumplea?os, de un modo u otro. Abres una p¨¢gina cualquiera, y ah¨ª est¨¢ la noticia precisa de los a?os cumplidos, el fiel recordatorio en negro sobre blanco. A veces basta tan s¨®lo una fotograf¨ªa, y ni falta que le hace la p¨¢tina del tiempo pasado para ser un recordatorio perfecto, ce?ido, certero. Aun sin esa niebla de extra?eza que siempre levantan las fotos de archivo, casi cualquier fotograf¨ªa te puede acabar conduciendo a ese archivo de las nieblas y extra?ezas que forman tantos a?os como se te han ido. Puede ser incluso una fotograf¨ªa de hoy mismo, algo como el rostro de sonrisa trivial de un pol¨ªtico en el eterno traj¨ªn de la precampa?a. La miras, y, sin embargo, mira c¨®mo no acabas de ver esa sonrisa, y s¨ª en su lugar aquel gesto circunspecto y sombr¨ªo que te lo inmoviliz¨® anta?o, levant¨¢ndose de la reuni¨®n del Consejo de Ministros que firm¨® la muerte de Puig Antich. En realidad, eso es lo que asoma tras la m¨¢scara actual de aquella cara que un d¨ªa decidiste no olvidar. Es como si asomara, es m¨¢s fuerte que t¨². Y as¨ª, he aqu¨ª que de nuevo, con todo el ahogo de quien intenta enderezarse a golpes de est¨®mago, vuelves a cumplir una vez m¨¢s veintitantos a?os. Ahora tienes veintitantos a?os, y son ya tantas las veces que se han tenido...Los tienes porque los tuviste cuando el bombardeo del palacio de La Moneda, y porque Pinochet sigue por all¨ª. Y porque los tuviste cuando acab¨® el franquismo y parec¨ªa que todo iba a ser una fiesta, y ahora mira, ya ves. Con el recuerdo de las primeras bombas yanquis en Vietnam cumples con el tiempo aquel en el que no se pod¨ªa abrazar a una muchacha por la calle, y con la Revoluci¨®n de Abril celebras los a?os en que a¨²n era posible ir de copas sin tener que hablar de negocios, cr¨¦ditos y coches. De cuando la cultura ni se llamaba as¨ª y era una forma noble de pasi¨®n, y el Tercer Mundo exist¨ªa -y con ¨¦l, la convicci¨®n de que ignorar su existencia te llevar¨ªa a morir un poco m¨¢s miserable, algo m¨¢s imb¨¦cil- S¨ª, abres el peri¨®dico y repican tus veintitantos por doquier, como otros tantos rostros familiares sorprendidos tras las ventanillas de un autob¨²s que pasa. O los treinta, con los esforzados paladines de la transici¨®n, los sue?os democr¨¢ticos, y Tejero en el Congreso, con su inevitable tricornio, bigote, pistola. Tambi¨¦n celebras esos treinta a?os cada vez que abres el peri¨®dico. Y es que hace tiempo que uno ha aprendido ya que los a?os se cumplen a tragos, a trompicones, con pagos aplazados, cr¨¦ditos e hipotecas: que lo nuestro tiene poco que ver con el ciclo de las estaciones. Se envejecen cinco a?os en un instante, giras la p¨¢gina y ah¨ª est¨¢n tus dieciocho otra vez bailando en el mayo de los adoquines. Tal vez sea as¨ª porque estos aniversarios son lo ¨²nico que te une a los tuyos, a tu tiempo; o quiz¨¢ porque es lo ¨²nico que alcanzas a saber de lo que te une contigo mismo. En todo caso, pronto cumplir¨¢ su primer a?o la matanza de Tiananmen, y volver¨¢ a aparecer entonces la silueta fr¨¢gil de aquel hombrecillo que, con la chaqueta bajo el brazo, detuvo largo rato a una columna de tanques. Volver¨¢ para mostrar esa curiosa paradoja que tantas veces te ha salvado: que la misma columna de blindados que no tuvo empacho en arrollar a la muchedumbre la v¨ªspera en la plaza no os¨®, sin embargo, pasar por encima de un hombre solo. Volver¨¢ a aparecer para ensancharte el pecho, que as¨ª se forman las muescas de tus a?os de verdad. Como ahora, hoy, la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn est¨¢ dibujando el emblema de tus cuarenta, o el modo como vas a entrar, el mundo en el que vas a entrar en tus cincuenta -qui¨¦n puede saberlo hoy...-.
S¨ª, son muchos los aniversarios que se te ofrecen cada ma?ana para alcanzar a vivirlos sin cansancio, sin rabia, sin nostalgia. Para poder seguir viviendo, simplemente. Y sin embargo, ah¨ª est¨¢s, haciendo sitio. Ocupado, y ya desde hace tanto, solamente en hacer sitio. Como buscando tu cordura en esa lecci¨®n de la sabidur¨ªa de la edad que El¨ªas Canetti supo acu?ar como nadie: "En las mejores ¨¦pocas de mi vida pienso siempre que estoy haciendo sitio, haciendo m¨¢s sitio en m¨ª; ah¨ª quito nieve con la pala, all¨ª levanto un trozo de cielo que se hab¨ªa hundido en ella; hay lagos que sobran, dejo salir el agua -los peces los salvo-; bosques que han crecido ah¨ª, suelto en ellos manadas de monos nuevos; todo est¨¢ en pleno movimiento, lo ¨²nico que falta siempre es sitio; jam¨¢s pregunto para qu¨¦; jam¨¢s siento para qu¨¦; lo ¨²nico que tengo que hacer es volver a hacer sitio una y otra vez, m¨¢s sitio, y mientras pueda hacer esto merezco vivir".
Suerte, y buen aniversario.
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