Toreo al rev¨¦s
Camacho / Manili, Oliva, Vi?a Toros de Mar¨ªa del Carmen Camacho, largos, cuajados, serios y, cornalones, varios con dificultades, encastados 2? y 3?. Manili: estocada -aviso con casi un minuto de retraso-, rueda de peones, descabello y se acuesta el toro (ovaci¨®n y tambi¨¦n algunos pitos cuando sale al tercio); pinchazo y estocada (silencio). Emilio Oliva: pinchazo escandalosamente trasero bajo, bajonazo trasero y nueve descabellos (pitos); pinchazo hondo trasero, rueda de peones y seis descabellos (pitos). Rafi de la Vi?a: media perdiendo la muleta (pitos); dos pinchazos, estocada corta perpendicular y tres descabellos (silencio).
Plaza de Las Ventas, 27 de mayo. 17? corrida de feria.
Lleno de "no hay billetes".
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Rafi de la Vi?a toreaba al rev¨¦s, y no es el ¨²nico; antes bien, si llega a torear al derecho, habr¨ªa sido una rara excepci¨®n. Los aficionados de Las Ventas protestaban el toreo al rev¨¦s de Rafi de la Vi?a, y adem¨¢s de estar en su derecho hac¨ªan bien, qu¨¦ demonio, pero han de saber los aficionados de Las Ventas que, toreando como ayer Rafi de la Vi?a, todo el escalaf¨®n de matadores se harta de cortar orejas por esas plazas de Dios.
Esas faenas orejeadas y musicadas, esas faenas apote¨®sicas que se producen a cientos por toda la geografia nacional, sirven al taur¨ªnismo para demostrar cu¨¢n poderosos y geniales son determinados toreros, y lo m¨¢s probable es que las hayan toreado al rev¨¦s. Digamos c¨®mo: descargando la suerte; dig¨¢moslo en plata: citando medio de culo, cuando no es de culo franco o de culo total. Y as¨ª se escribe la historia del toreo contempor¨¢neo que, seg¨²n la cuentan algunos, m¨¢s parece epopeya jalonada de fabulosas gestas.
Luego llegan los artistas a Madrid y aqu¨ª cambia el panorama, porque la afici¨®n madrile?a no admite el toreo al rev¨¦s. Torear al derecho es mucho m¨¢s dificil y supone mucho mayor riesgo que torear al rev¨¦s, y como los artistas no est¨¢n por la labor de torear al derecho ni siquiera en Madrid, resuelven el problema poni¨¦ndose altaneros y echando la culpa de su fracaso a la afici¨®n. Quienes les apoyan, emplean argumentos de una demagogia enternecedora: dicen que si al p¨²blico no le gusta la faena, debe guardar silencio por respeto al torero, que se est¨¢ jugando la vida. Y hasta ah¨ª pod¨ªamos llegar. Porque una cosa es que la fiesta resista todo tipo de hip¨¦rboles, met¨¢foras, incluso odas (generalmente mal¨ªsimas) y a un coso le llamen, por ejemplo, catedral, y otra bien distinta que obliguen a estar all¨ª como en misa.
Todos los toreros que ha habido en la fiesta escucharon denuestos y piropos, pitos y aplausos durante sus faenas, y a ninguno se le ocurri¨® jam¨¢s exigir que la gente permaneciera en silencio. Esto es de ahora. Esto es de ahora mismo, con el bastardo prop¨®sito de que los toreros sigan toreando al rev¨¦s y los menos doctos en ciencia taur¨®maca (es decir, la mayor¨ªa) se crean que est¨¢n toreando al derecho, pues si surgen voces correctoras como ?cita de frente!, ?pico!, ?no te retuerzas!, ?carga la suerte! y todo lo dem¨¢s, se descubre el pastel.
De eso hubo cuando toreaba Rafi de la Vi?a a su noble primer toro. Pero ni grit¨¢ndole ?cita de frente!, ?pico!, ?no te retuerzas!, ?carga la suerte! y todo lo dem¨¢s, se enmend¨®. ?l, a lo suyo. Citaba medio de espaldas, la pierna contraria escondida atr¨¢s y lejos, la muleta saliendo de pico por el otro lado, que era, una cosa mala. Y se retorc¨ªa, y embarcaba descargando la suerte, y en el mejor de los casos aquello acababa en circular agarr¨¢ndose al toro, todo lo cual le convert¨ªa en un pegapasista desaforado que, n aturalmente, no pod¨ªa ser de recibo para la afici¨®n de Madrid.
Emilio Oliva no emple¨® estas trazas para torear al encastado segundo toro, y su defecto fue que no ligaba los muletazos. Seguramente le ocurr¨ªa lo que a Rafi de la Vi?a con los cites y de m¨¢s: que no se atrev¨ªa. Cuando un torero apuesta por el unipase y sale corriendo al rematarlo, o cuando se pone medio-de-culo delante del toro, eso quiere decir que tomarlo de frente, cargarle la suerte, ganarle terreno, prenderle de nuevo sin perderlo y repetir los tiempos del muletazo, es superior a sus fuerzas.
Manili porfi¨® pundonorosamente a un toro prob¨®n y a otro de media arrancada, y los mat¨® muy dignamente. Los dos ¨²ltimos toros, de impresionante trap¨ªo y bella estampa, ten¨ªan peligro y es l¨®gico que Emilio Oliva y Rafi de la Vi?a no se confiaran con ellos. Alguien grit¨®: "?Los toros de Camacho no me gustan ni un cacho!". La voz surgi¨® de lo alto, pero no ser¨ªa del cielo, a pesar de su potencia y solemnidad m¨¢s bien ser¨ªa de la andanada que le queda cerquita.
Babelia
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