Una corrida muy seria
Alonso / Mani.S Puerto, CampuzanoCuatro toros de Alonso Moreno, con trap¨ªo y casta, correosos; dos de Manuel S¨¢nchez Cobaleda con trap¨ªo, mansos, 4? flojo, 5? encastado. Manilli: bajonazo descarado (silencio) pinchazo y estocada (silencio). Antonio S¨¢nchez Puerto. pinchazo baj¨ªsimo, otro delantero, estocada corta atravesada y siete descabellos (bronca); dos pinchazos, otro hondo, tres descabellos -aviso con 15 segundos de adelanto- y cinco descabellos m¨¢s (silencio). Tom¨¢s, Campuzano. media y dos descabellos (aplausos y tambi¨¦n protestas cuando sale a saludar); pinchazo hondo ca¨ªdo, rueda de peones, tres descabellos y se acuesta el toro. Plaza de Las Ventas, 28 de mayo. 18? corrida de feria. Lleno de "no hay billetes".
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Cuando antiguamente sal¨ªan corridas cuajadas y correosas al estilo de ayer en Las Ventas -salvando las naturales distancias que luego se explicar¨¢n-, los aficionados castizos las describ¨ªan con curiosos eufemismos: "Es m¨¢s seria que un funcionario de Hacienda", o "Impone m¨¢s respeto que un sargento de Carabineros", por ejemplo; las referencias propias de la ¨¦poca, en fin, que serv¨ªan para acentuar, muy gr¨¢ficamente, tanto la catadura de los toros como el m¨¦rito de los toreros, cuyo valor se les reconoc¨ªa, simplemente por haberse puesto delante de aquellas fieras.
No todos se pon¨ªan delante de los toros, serios, cuajados y correosos, desde luego, pues ya en tiempos antiguos coc¨ªan habas. Ya en tiempos antiguos para unos eran los Mart¨ªnez, para otros los Veraguas, sin m¨¢s criterio discriminatorio que su puesto en la tabla. Y, naturalmente, en los triunfos de las figuras con el ganadito mollar, o en el s¨®rdido trasteo de los espadas modestos con huesos duros de roer, los aficionados se preguntaban que habr¨ªa ocurrido si se invert¨ªan las tomas.
Ahora sucede tal cual, aunque bastante menos. La gente va a las plazas a divertirse -eso dice- y que le dejen de contrastes, de matices y de estados de la cuesti¨®n. Sin embargo algunos aficionados quedan y esos son los que, en la fiesta, hacen patria. Pocos, pero buenos y ben¨¦ficos. Justo estos aficionados -s¨®lo ellos- se preguntaban ayer qu¨¦ habr¨ªan hecho las figuras con los toros serios, cuajados, correosos de Alonso Moreno, y sin necesidad de excesivos an¨¢lisis ni concili¨¢bulos, se respond¨ªan: nada. Pues -saben bien lo aficionados- las figuras no est¨¢n acostumbradas, en absoluto, a torear toros serios, cuajados, correosos, ni de Alonso Moreno ni de nadie.
Lo llamaban suav¨®n
Claro que las menos figuras tampoco est¨¢n acostumbradas, seg¨²n se pudo apreciar. Esta es otra diferencia entre el toreo antiguo y el moderno: que el toro serio, cuajado y correoso era normal antiguamente en los ruedos, mientras modernamente constituye una rareza. Y a¨²n m¨¢s: el genio que sacaron los toros de Alonso Moreno ayer, a lo mejor equival¨ªa al del ganado que exig¨ªan entonces las figuras, y lo llamaban suav¨®n. Para los castizos de la ¨¦poca, unas hermanitas de la Caridad.
Salvadas las distancias y reducidas a la escala de los tiempos modernos las medidas del toro, su trap¨ªo, su casta, su circunstancia, es preciso reconocer que los Alonso Moreno no ten¨ªan nada de hermanitas de la Caridad. Los de Alonso Moreno, por el contrario, llevaban en la sangre una fiereza combativa y una dureza inusuales' que se traduc¨ªan, en peligro sordo, a veces en peligro estridente, y se incluye aqu¨ª el tercero de la tarde, al que consigui¨® hacer faena Tom¨¢s Campuzano, no muy apreciada por el p¨²blico, esa es la verdad.
Despu¨¦s de la faena de Campuzano qued¨® perfectamente claro que aquel toro hab¨ªa sido noble, pero diez minutos antes m¨¢s bien parec¨ªa innoble. Fue preciso que Tom¨¢s Campuzano le consintiera y le obligara en los terrenos adecuados jug¨¢ndose generosamente el f¨ªsico, que templara sus brusquedades, para que Regase a tener una embestida larga y franca. Y una vez obtenida la embestida larga y franca, pudo Campuzano cuajar tandas de redondos bien abrochadas con sus correspondientes de pecho, e incluso una de naturales, que hab¨ªa parecido imposible, pues el toro se estuvo colando peligrosamente por el pit¨®n izquierdo durante toda la lidia.
La faena de Tom¨¢s Campuzano, propia de un diestro valiente y con el oficio bien aprendido, tuvo un m¨¦rito enorme. Luego, al sexto, que volte¨® y zarande¨® como para matarle al pe¨®n Francisco Puerta cuando sal¨ªa de un par de banderillas, y que embisti¨® a la muleta violento, prob¨®n e incierto, le machete¨® por la cara Campuzano, pues no hab¨ªa m¨¢s remedio, y le chillaron por eso. Cuaja aquella faena y despu¨¦s hace este macheteo uno que yo me s¨¦, y le proclaman maestro en tauromaquia.
Pero m¨¢s vale caer en gracia que ser gracioso -seg¨²n ley de. vida que el mundo acata sin rechistar-, y adem¨¢s los t¨®picos funcionan en la fiesta de los toros como en parte alguna. Otro t¨®pico es decir que Manili ya tiene un cortijo y se le nota, porque se arrima menos que cuando era pobret¨®n. Aparte de que uno quisiera saber d¨®nde est¨¢ ese cortijo de Manili, no es f¨¢cil imaginar c¨®mo habr¨ªa toreado Manili, sin cortijo, un toro con genio, prob¨®n y de media arrancada, otro aplomado que se le quedaba en la suerte. Una opci¨®n era la que hizo: dar los pocos pases que ten¨ªan, ce?ir las embestidas abriendo el comp¨¢s y sacando el muletazo tan largo como le daba el brazo de s¨ª; otra, la que no hizo: colgarse de un pit¨®n, all¨¢ penas si se iba a la enfermer¨ªa con una cornada. Y, francamente, con la primera hab¨ªa bastante.
Antonio S¨¢nchez Puerto se vio continuamente desbordado por uno de los correosos toros de Alonso Moreno, y no le cogi¨® ni el sitio ni el temple al Cobaleda, que si se comport¨® como manso declarado en el caballo, en el ¨²ltimo tercio embisti¨® con encastada nobleza. Ambos recibieron insuficiente castigo en varas y llegaron a la muleta con demasiada fuerza y excesivos problemas para un diestro como S¨¢nchez Puerto, que torea poqu¨ªsimo. Se trata de uno de los espadas que mejor interpretan el toreo en pureza, seg¨²n ha demostrado otras veces, pero tambi¨¦n debe ser uno de los que tienen menos oficio, y en estas condiciones, acoplarse con aquellos toros correosos y enterizos casi habr¨ªa supuesto un milagro.
Se marchaban de despedida los tres matadores por el di¨¢metro del ruedo, y hubo quien se puso a chillarles como si le hubieran robado la cartera. De donde se deduce que hab¨¦rselas visto con una corrida m¨¢s seria que un funcionario de Hacienda y con m¨¢s respeto que un sargento de Carabineros, no les sirvi¨® absolutamente para nada. Salvo los sofocones, las angustias, el peligro de llevarse una cornada y, encima, quedar a la altura del bet¨²n, absolutamente para nada. La fiesta est¨¢ as¨ª, que quiere que le diga.
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