Entre la confianza y la pugna
Mientras est¨¢ en curso una investigaci¨®n judicial sobre los asuntos Juan Guerra, Naseiro, Prenafeta y dem¨¢s, voces de la izquierda expresan su indignaci¨®n porque aqu¨ª no se investiga nada y voces de la derecha protestan porque se investiga, seg¨²n ellos, con demasiada contundencia. Unos y otros consideran, pues, que la investigaci¨®n judicial no es una investigaci¨®n digna de este nombre, y algunos acaban poniendo en duda incluso la legitimidad del procedimiento seguido hasta ahora y la de los jueces y fiscales que lo han impulsado. La conclusi¨®n es la misma: esto no sirve y hay que crear comisiones de investigaci¨®n parlamentarias.La petici¨®n de comisiones de investigaci¨®n es perfectamente leg¨ªtima, como leg¨ªtimo es discutir sobre la conveniencia o la inconveniencia de crearlas. Por eso lo peor que nos podr¨ªa pasar es que acab¨¢semos convirtiendo a la comisi¨®n de investigaci¨®n en una especie de comod¨ªn pol¨ªtico o, peor a¨²n, en un arma arrojadiza entre los partidos y entre ¨¦stos y los medios de comunicaci¨®n, como si en vez de ser eso, una comisi¨®n de investigaci¨®n, fuese un instrumento de ataque y defensa en una pol¨ªtica de regates cortos y de fintas t¨¢cticas. Se pide una comisi¨®n de investigaci¨®n y si el partido mayoritario la rechaza es una demostraci¨®n de que teme la investigaci¨®n y de que tiene cosas que ocultar: el rechazo es, pues, una prueba de su culpabilidad. Se pide tambi¨¦n una comisi¨®n para que investigue al propio grupo que la propone y si el partido mayoritario tambi¨¦n se niega a ello la conclusi¨®n es la misma: que no quiere ninguna comisi¨®n de investigaci¨®n porque no desea ning¨²n precedente que le oblige a aceptar la investigaci¨®n sobre s¨ª mismo y esto es otra demostraci¨®n de su culpabilidad. Y as¨ª sucesivamente.
En todo este barullo apenas ha habido ninguna reflexi¨®n seria sobre lo que es una comisi¨®n de investigaci¨®n parlamentaria en un sistema como el nuestro y, en general, en todos los sistemas parlamentarios. Es cierto que el apartado primero del art¨ªculo 76 de la Constituci¨®n dice que "El Congreso y el Senado y, en su caso, ambas C¨¢maras conjuntamente, podr¨¢n nombrar comisiones de investigaci¨®n sobre cualquier asunto de inter¨¦s p¨²blico", y que, en consonancia, los reglamentos del Congreso y del Senado regulan todo lo que se refiere a estas posibles comisiones. Pero la creaci¨®n de una comisi¨®n de investigaci¨®n es un asunto muy delicado y no se puede ventilar con cuatro frases generales.
Es asunto delicado, en primer lugar, porque la Constituci¨®n establece un sistema parlamentario, con instituciones y poderes encargados de funciones distintas y no prev¨¦ que ninguno de estos poderes pueda llegar a anular las funciones atribuidas a otros. Por eso el mismo art¨ªculo 76 de la Constituci¨®n deja bien claro que las conclusiones de las comisiones de investigaci¨®n parlamentarias no podr¨¢n menoscabar, por ejemplo, la independencia del poder judicial. Lo es, en segundo lugar, porque para llegar al fondo de un asunto la comisi¨®n necesita unos medios de investigaci¨®n que dif¨ªcilmente pueden tener hoy nuestras Cortes sin invadir terrenos que no son suyos, como el de la Administraci¨®n y el del Poder Judicial. Y es delicado, por encima de todo, porque exige un consenso b¨¢sico sobre lo que se va a investigar y esto se compadece mal con el juego de las mayor¨ªas y minor¨ªas propio del Parlamento, sobre todo en momentos de fuerte enfrentamiento pol¨ªtico. En un sistema parlamentario, con mayor¨ªas y minor¨ªas muy hechas, es dif¨ªcil que pueda funcionar una comisi¨®n de investigaci¨®n si el objeto a investigar es, por ejemplo, una de las fuerzas pol¨ªticas del propio Parlamento, porque todos los grupos son a la vez juez y parte, pero s¨®lo un sector, el de la mayor¨ªa, tiene la clave de la decisi¨®n, y el otro sector, el de la minor¨ªa, siempre podr¨¢ rechazar el resultado de la investigaci¨®n si no le es favorable, atribuy¨¦ndolo al partidismo y a la prepotencia de la mayor¨ªa. Y si ha existido efectivamente partidismo y prepotencia no habr¨¢ forma de demostrarlo, porque ¨¦ste ser¨¢ precisamente el objeto de otra discusi¨®n pol¨ªtica entre la mayor¨ªa y la minor¨ªa.
Una hip¨®tesis
A modo de ejemplo, veamos lo que podr¨ªa haber ocurrido en el caso de que se hubiese creado la comisi¨®n de investigaci¨®n solicitada por el Partido Popular en el caso Naseiro, Palop, Sanchis y dem¨¢s. Mientras est¨¢ en curso la investigaci¨®n judicial, el PP ha elaborado y ha dado a conocer su propio informe sobre el caso a partir de los datos acumulados por la propia investigaci¨®n judicial, los mismos que habr¨ªa tenido que utilizar, en su caso, la comisi¨®n parlamentaria. Con estos datos, el PP ha llegado a sus propias conclusiones y nos ha dicho, en realidad, lo que esperaba de la comisi¨®n parlamentaria. Est¨¢ claro, pues, que ¨¦ste era el l¨ªmite en que iba a tener que moverse la comisi¨®n de investigaci¨®n del Congreso para que el PP aceptase sus conclusiones. Y si la comisi¨®n hubiese llegado a conclusiones diferentes, el PP siempre ten¨ªa la posibilidad de denunciar a la mayor¨ªa por haber desnaturalizado la investigaci¨®n imponiendo unilateralmente sus puntos de vista. No estoy hablando de problemas de buena o de mala fe, sino de consecuencias objetivas de la correlaci¨®n de las fuerzas pol¨ªticas y, por consiguiente, aplicables a todas.
?ste era igualmente el problema de fondo en el supuesto de que se hubiese creado una comisi¨®n de investigaci¨®n para el caso Juan Guerra. Cuando todos los integrantes de una comisi¨®n de investigaci¨®n son juez y parte, o hay unanimidad en las conclusiones -y esto ni se puede presuponer de entrada ni es probable que se produzca en un clima de enfrentamiento pol¨ªtico- o no hay conclusiones, porque la minor¨ªa siempre tendr¨¢ la posibilidad de no aceptarlas y de denunciar pol¨ªticamente a la mayor¨ªa que las ha impuesto, con lo cual se quedan todos m¨¢s o menos donde estaban.
?stas son, a mi entender, las razones que han llevado a la mayor¨ªa de los grupos parlamentarios a no aceptar la creaci¨®n de comisiones de investigaci¨®n en los casos mencionados y a intentar potenciar a estos efectos ¨®rganos parlamentarios ya existentes, como la Comisi¨®n del Estatuto de los Diputados. De todos modos, creo que esto tampoco puede resolver el problema. Primero, porque, aunque en la Comisi¨®n del Estatuto de los Diputados cada grupo tiene un solo representante, la labor de ¨¦sta es s¨®lo preparatoria de las decisiones del Pleno, y en ¨¦ste s¨ª que funcionan, como es natural, las mayor¨ªas y las minor¨ªas parlamentarias, y estaremos en lo mismo. Segundo, porque la funci¨®n de dicha comisi¨®n y las consecuencias de sus decisiones est¨¢n muy determinadas por el reglamento de la C¨¢mara y es dif¨ªcil darles un contenido distinto sin reformar dicho reglamento. Y tercero, porque el remedio podr¨ªa ser peor que la enfermedad, y la citada comisi¨®n podr¨ªa acabar convirti¨¦ndose, como se ha dicho, en una especie de comisar¨ªa en la que, en funci¨®n de los enfrentamientos pol¨ªticos y de los momentos preelectorales, proliferasen las denuncias contra diputados, por aquello de descalificar y sembrar dudas. Cierto que esto se puede evitar con las normas que establezca al respecto la presidencia del Congreso, pero el problema existe y no es f¨¢cil de solventar a gusto de todos.
Respeto institucional
Los paliativos nunca son soluciones. Y la soluci¨®n pasa, en todo caso, por el respeto a las funciones propias de cada poder y de cada instituci¨®n constitucionales y, dentro de este respeto, por la regulaci¨®n y el buen uso de las comisiones de investigaci¨®n parlamentarias. Pero para que ¨¦stas puedan cumplir su funci¨®n se requiere un grado de confianza rec¨ªproca, de consenso sobre las reglas y el terreno de juego y de serenidad y de madurez pol¨ªticas que hoy por hoy no se dan. Hoy predomina todav¨ªa la visi¨®n de las comisiones de investigaci¨®n como armas arrojadizas en la pugna pol¨ªtica por arriba, y dudo de que las cosas vayan a cambiar a corto plazo. Es de lamentar, pero habr¨¢ que ir capeando temporales y lloviznas como mejor se pueda y con el m¨ªnimo de deterioro posible hasta que las cosas se vayan asentando.
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