Asilo com¨²n europeo
LOS MINISTROS de Interior de la Comunidad Europea (CE), reunidos en Dubl¨ªn en el marco de los contactos regulares del Grupo de Trevi, han elevado una pulgada m¨¢s el muro exterior que ha de proteger el espacio com¨²n europeo cuando en 1993 se derrumben las fronteras interiores por la entrada en vigor del Acta ¨²nica. En la capital irlandesa, los responsables del orden p¨²blico y de la seguridad de los pa¨ªses comunitarios han adoptado dos acuerdos importantes: unificar la legislaci¨®n sobre asilo y refugio en la CE y poner las bases para la creaci¨®n de una futura Unidad Central de Inteligencia que coordine la informaci¨®n policial en la lucha contra el tr¨¢fico de drogas.Estas medidas, tan distintas por su naturaleza como por el colectivo al que se refieren -asilados pol¨ªticos, en un caso; delincuentes, en el otro-, alertan, sin embargo, sobre un riesgo que planea sobre la necesaria unificaci¨®n de las normas de entrada por la futura frontera com¨²n: que en la construcci¨®n de esta frontera se tengan en cuenta exclusiva o preferentemente criterios de seguridad y se abandone cualquier consideraci¨®n de solidaridad con los ciudadanos de los pa¨ªses que no forman parte del privilegiado club de los Doce. Desde esta perspectiva no deja de causar extra?eza que cuestiones que desbordan, por su complejidad social y su trascendencia pol¨ªtica, lo que es un estricto problema de seguridad -y un claro ejemplo es la pol¨ªtica de emigraci¨®n- se aborden en el marco de un grupo de ministros que, como el de Trevi, se constituy¨® para coordinar esfuerzos en la lucha contra el terrorismo y el crimen organizado.
La desaparici¨®n de las fronteras nacionales entre los pa¨ªses de la CE determina la necesidad de establecer alguna forma de barrera exterior en ese conjunto de pa¨ªses. Pero lo racional ser¨ªa no tratar de la misma forma lo que es diferente: las medidas sobre emigraci¨®n, asilo pol¨ªtico y concesi¨®n de visados no pueden basarse en los criterios policiales propios de las referidas a la delincuencia. Los Gobiernos no pueden dar la impresi¨®n, ni siquiera indirectamente, de que comparten de alguna manera las actitudes xen¨®fobas de quienes identifican sin m¨¢s extranjero con delincuente. Existen factores sociales, asistenciales y humanitarios que los Gobiernos no pueden desconocer.
Pero adem¨¢s, la necesaria unificaci¨®n de normas deber¨ªa hacerse de acuerdo a las m¨¢s avanzadas de entre ellas y a las pr¨¢cticas de acogida m¨¢s generosas. Ser¨ªa inadmisible, por ejemplo, que el convenio de asilo comunitario aprobado en Dubl¨ªn significase un retroceso respecto de las cotas de refugiados y asilados pol¨ªticos alcanzadas en los pa¨ªses europeos de m¨¢s fuerte tradici¨®n en este terreno, como Francia y la RFA. Espa?a, que cuenta con una buena Ley de Asilo y Refugio, ocupa, sin embargo, con Grecia, el ¨²ltimo puesto de hospitalidad entre los pa¨ªses de la CE. Y el porcentaje de admisi¨®n de solicitudes de asilo ha descendido a¨²n m¨¢s a partir de 1988, lo cual no es culpa de la ley, sino de los criterios restrictivos con que es aplicada por las autoridades.
No tendr¨ªa sentido que la aprobaci¨®n de una norma com¨²n de asilo restringiese a¨²n mas el flujo de refugiados en un pa¨ªs que, como Espa?a, queda lejos de la media europea. Y lo mismo ocurre en cuanto a los emigrantes. Los 800.000 extranjeros que se calcula residen en Espa?a -los datos oficiales los reducen a la mitad- representan el 2,5% de la poblaci¨®n espa?ola, cuando los emigrantes en Francia representan el 6,7% de su poblaci¨®n; en Alemania, el 7,2%; en B¨¦lgica, el 9,1%, y en Suiza, el 16%. Es cierto que la tasa espa?ola de paro es superior a la de estos pa¨ªses, pero tambi¨¦n lo es que existe una oferta de trabajo no satisfecha en determinados sectores. Lo cual deja entrever que, m¨¢s que a razones estad¨ªsticas, el actual endurecimiento de la pol¨ªtica espa?ola de emigraci¨®n se debe a la especial responsabilidad que Espa?a ha asumido como guardi¨¢n de uno de los tramos m¨¢s extensos de la frontera exterior europea. En cualquier caso, el obligado compromiso comunitario no deber¨ªa servir para alimentar los sentimientos xen¨®fobos y racistas que afloran, a veces con virulencia, en las sociedades europeas, incluida la espa?ola.
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