Con ellos en la distancia
The Rolling StonesMick Jagger (voz, guitarra, arm¨®nica), Keith Richards (guitarra, voz, coros), Charlie Watts (bater¨ªa), Bill Wyman (bajo), Ron Wood (guitarra). M¨²sicos acompa?antes: Chuck Leavell (teclados, coros), Matt Clifford (teclados, coros), Bobby Keys (saxo), Crispin Cioe (saxo alto y bar¨ªtono), Amo Hecht (saxo tenor), Hollywood Paul Litteral (trompeta), Bob Funk (tromb¨®n), Loreley McBroom (coros), Sophia Jones (coros), Bernard Fowler (coros). 60.000 personas. Precio: 4.000 pesetas. Estadio Vicente Calder¨®n. Madrid, 16 de junio.
Los prism¨¢ticos no ment¨ªan. Efectivamente, all¨ª estaban los Rolling Stones. Veintisiete a?os de carrera y 60.000 personas les contemplaban. Keith Richards, el guitarrista con aire de eterno ausente. Charlie Watts, como un elegante profesor de bater¨ªa. Bill Wyman, bajista con aspecto de funcionario del rock. Ron Wood, con su guitarra tapahuecos. Y Mick Jagger, salvando la imagen del grupo en su papel de defensor del arquetipo stoniano.
El sonido llegaba lejano, pero cuando explotaron los petardos y son¨® el Start me up, aquello fue una apoteosis que el grupo brit¨¢nico no fue capaz de repetir hasta el final del concierto, casi dos horas y media despu¨¦s. En cuanto a calidez y emoci¨®n, los Rolling Stones decepcionaron en su reaparici¨®n en Madrid tras ocho a?os de ausencia. Musicalmente fue otra cosa.
La m¨²sica de los Stones es como el cat¨®n: simple y elemental. Su inspiraci¨®n en ra¨ªces negras busca la emoci¨®n a trav¨¦s de la m¨¢xima sencillez, y la sofisticaci¨®n brilla por su ausencia. En esta austeridad musical es donde reside la grandeza del grupo brit¨¢nico; en su incapacidad de fundir esta elementalidad musical con un espect¨¢culo basado en la grandiosidad radica su fallo.
Las magn¨ªficas canciones compuestas por Mick Jagger y Keith Richards no necesitan adornos superfluos. Sobra el escenario de 72 metros de largo por 25 de alto. Tampoco aportan gran cosa los 10 m¨²sicos que llevan de acompa?antes, a excepci¨®n del color y calidad que proporcionan el teclista Chuck Leavell y el saxofonista Bobby Keys. Ni las mu?ecas y los perros hinchables que flanquean el escenario en algunas canciones. Ni los ascensores para izar a Jagger a lo alto para que cante en su particular minarete rockero. Muchas canciones de los Rolling Stones son excepcionales, han entrado con pleno derecho en la cultura popular y se defienden solas.
En esta dualidad se mueven los Stones: austeridad hacia dentro y espectacularidad hacia fuera. La primera est¨¢ representada por la introversi¨®n art¨ªstica de Richards, Watts y Wyman; la segunda, por Jagger y el montaje. Y si en Madrid hubo alg¨²n vencedor, ese fue Jagger, con su espectacularidad y su montaje, que sepultaron la m¨²sica, limaron su emoci¨®n y dejaron al p¨²blico sin saber a qu¨¦ carta quedarse.
El recital fue fr¨ªo y dio la sensaci¨®n de que la sorpresa era imposible, lo que es particularmente grave en una m¨²sica basada en el sentimiento de un instante. Con todo a su- favor y el p¨²blico predispuesto y entregado desde el comienzo del recital, los Rolling Stones no alcanzaron el grado de comunicaci¨®n deseable, salvo en algunos momentos magn¨ªficos.
Desde el inicial Start me up hasta la interpretaci¨®n, 45 minutos despu¨¦s, de Rock in a hard place, el recital cay¨® en un baj¨®n que se recuper¨® de nuevo con Honky tonk woman. Tampoco fue brillante el acercamiento psicod¨¦lico a 2000 light years from home ni la interpretaci¨®n de Simpathy for the devil, aunque en la recta final -Gimme shelter, It's only rock and roll, Brown sugar, Jumpin Jack flash y Satisfaction- el grupo alcanz¨® la apoteosis esperada.
A la una de la madrugada el cielo se ilumin¨® con una traca de fuegos artificiales mientras muchos comentaban el concierto de 1982 en el mismo escenario. Ocho a?os despu¨¦s no ha sido lo mismo, aunque en el haber del recital hubo cosas para a?oranzas futuras: la interpretaci¨®n en solitario de dos canciones de Keith Richards y su improvisaci¨®n en Simpathy for the devil, el buen hacer como guitarrista de Ron Wood, la esencia tranquila de Charlie Watts y Bill Wyman, la seguridad y carisma de Mick Jagger.
Y tambi¨¦n el respeto y el homenaje de un p¨²blico que acudi¨® y degust¨® tranquilamente algunas de las mejores canciones de las tres ¨²ltimas d¨¦cadas, demostrando que est¨¢ con los Stones. Con ellos en la distancia.
No es s¨®lo 'rock and roll'
Los Rolling Stones son algo m¨¢s: el signo de unos tiempos donde el componente socioecon¨®mico es tan importante como el musical. Este se inspira en el rock and roll, una m¨²sica que naci¨® a mediados de la d¨¦cada de los cincuenta derivada del blues, con una estructura de 12 compases y tres acordes. Cualquiera que tenga una guitarra y sea capaz de hacer el la-re-mi, puede atreverse a esbozar el Honky tonk woman con ciertas garant¨ªas de ¨¦xito. De ah¨ª a componer rnaravillas como Heart of stone, The last time, Play with fire, I'm free o As tears go by, entre muchas otras, hay un abismo. Jagger y Richards son maestros que merecen un absoluto respeto, pero la esencia y el alma pueden ser las mismas que las de un principiante con una guitarra cochambrosa.El grupo brit¨¢nico apareci¨® en 1963 en plena expansi¨®n capitalista, que situ¨® a los j¨®venes con la fuerza social y Pol¨ªtica que proporciona el acceder al poder adquisitivo. Con su nacimiento, los Rolling Stones se hicieron portavoces de la ideolog¨ªa de una juventud que decid¨ªa conscientemente oponerse a los valores defendidos por sus mayores.
Desde entonces han pasado 27 a?os, toda una generaci¨®n, y las cosas han cambiado. La revoluci¨®n juvenil de los sesenta se ha convertido en los ochenta en apat¨ªa hedonista y los Stones han sepultado el contenido cr¨ªtico de su postura mientras ve¨ªan c¨®mo crec¨ªan los intereses comerciales de su m¨²sica.
Los Rolling Stones no est¨¢n pasados de ¨¦poca. Muy al contrario. Nadie puede mantener el ¨¦xito instalado en el desfase, porque la nostalgia no llena estadios. Los Stones conservan su gancho porque, igual que en los sesenta representaban rebeld¨ªa, esp¨ªritu de calle, riesgo, novedad y ruptura, hoy significan establecimiento, esp¨ªritu de ¨¦lite, conservadurismo, clasicismo e instalaci¨®n. Permanecen arriba porque contin¨²an siendo el espejo de una porci¨®n importante de la sociedad que les acompa?a en su camino.
Los Stones nacieron porque exist¨ªa un sentimiento de ruptura y los j¨®venes necesitaban est¨ªmulos musicales diferentes a los establecidos. En 1963, mientras los padres escuchaban a Frank Sinatra, sus hijos se identificaban con los reci¨¦n nacidos Stones. En 1963, los j¨®venes hubieran despreciado a un vejestorio de 48 a?os como Sinatra subido encima de un escenario. Hoy, la edad media de los cinco Stones es de 47 a?os y padres e hijos van juntos a los recitales del grupo brit¨¢nico.
Y como unos nuevos Sinatras, los Rolling Stones permanecen tranquilos en su situaci¨®n de cl¨¢sicos respetados que han cimentado fama y fortuna rentabilizando rebeld¨ªas de otros tiempos. Bob Dylan, otro maestro, ya predijo que esos tiempos iban a cambiar. S¨®lo se equivoc¨® en la direcci¨®n del cambio.
Babelia
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