Pensar la reIigi¨®n
Es curioso hasta qu¨¦ punto el solo hecho de nombrar el t¨¦rmino religi¨®n parece como si obligara a convertir a todo el mundo en erizo. Quien m¨¢s quien menos se pone en guardia. Hay, desde luego, razones hist¨®ricas que explican esa actitud. Hace poco hice el experimento. Me permit¨ª insinuar, en una breve entrevista, que una tarea del pensamiento futuro puede ser pensar de verdad (sin prejuicios) el hecho religioso. Pues quiz¨¢ esa "crisis de ideas" que hace poco sent¨ªa y comunicaba Octavio Paz en un foro p¨²blico no es ajena al olvido y al abandono del pensamiento en relaci¨®n a esa vieja, vetusta cuesti¨®n. Ya no basta curarse en salud, modo volteriano, tildando la religi¨®n de superstici¨®n. Ni siquiera basta con hablar del "opio del pueblo", del "platonismo para el pueblo" o del "porvenir de una ilusi¨®n". Poco avanzamos mediante la repetici¨®n usque ad nauseam de alguno de estos estribillos ilustrados, hijos de la filosof¨ªa de la sospecha.Entre tanto, la religi¨®n comparece en el horizonte y nos reta para que la pensemos de verdad, y hoy es quiz¨¢ un momento verdaderamente propicio. Lejos queda la confusi¨®n de niveles que hizo posible la producci¨®n de utop¨ªas sociales o est¨¦tico-culturales. En la utop¨ªa se mezclaba, confusamente, la religi¨®n con la ¨¦tica (y ¨¦sta con la pol¨ªtica), o bien la religi¨®n con la est¨¦tica (y ¨¦sta tambi¨¦n con la pol¨ªtica). Hoy quiz¨¢ sea posible diferenciar, distinguir. Y acotar, en consecuencia, ese fen¨®meno que constituye lo religioso, y que, en la era ilustrada (moderna o posmoderna), qued¨® secuestrado por la ¨¦tica (privada o p¨²blica), por la est¨¦tica (vanguardista o posvanguardista) y por la pol¨ªtica (consensualista, democratizante o fascista). Pensar la religi¨®n es tarea, creo, de futuro y con futuro.
Pero eso exige una actitud radicalmente autocr¨ªtica en relaci¨®n a los propios prejuicios (hijos del pensamiento ilustrado). Quiz¨¢ las futuras claves del pensamiento y de la vida no tengan que buscarse y rebuscarse tanto en teor¨ªas ¨¦ticas, est¨¦ticas o pol¨ªticas ad hoc, cuanto en formas de vida y de pensamiento religiosas. Quiz¨¢ lo que est¨¢ en liza en el futuro sea no tanto, una vez m¨¢s, el lloriqueo y la nostalgia en relaci¨®n al ¨²ltimo dios muerto y asesinado (el dios-raz¨®n de la Ilustraci¨®n), cuanto la actitud y el compromiso en relaci¨®n a los panteones que se disputan el espacio de nuestro mundo. Ya Nietzsche presinti¨® que las guerras del futuro ser¨ªan, quiza, guerras de religi¨®n. Hoy comenzamos a comprender hasta qu¨¦ punto un sentimiento religioso y una fe (generalmente ciega) se hallan en la ra¨ªz de lo que todav¨ªa llamamos raz¨®n, o Ilustraci¨®n. Fe en la ciencia. Fe ciega en el dogma de la finitud. (testimomada por la ciencia y por el acuerdo de las m¨¢s diversas escuelas filos¨®ficas: psicoan¨¢lisis, existencialismo pensierod¨¦bole, humanismos de toda especie).
Ser¨ªa culpable, por parte nuestra, marginar esta cuesti¨®n con cualquier t¨®pico siempre a mano (fundarnentafismo, teocracia, etc¨¦tera). Ser¨ªa el modo seguro de impedir la posibilidad de pensar, con mente despejada, el hecho religioso. Al fin y al cabo (se recordaba en un espl¨¦ndido informe sobre el tema aparecido en EL PA?S el verano pasado, coordinado por Alberto Card¨ªn) es muy probable que la religi¨®n sea la cara en sombras de un mundo que no tiene suficiente con ese vac¨ªo (de sentido, de valor) al que parece conducirle la civilizaci¨®n hija del proyecto ilustrado (cuyo ¨²ltimo episodio lo constituye el nihilismo, es decir, la secularizaci¨®n radical). En vano se buscar¨¢ en la ¨¦tica, en la est¨¦tica, en las teor¨ªas pol¨ªticas en curso (m¨¢s o menos dial¨®gicas o consensualistas) un horizonte de sentido. O al menos, un horizonte de debate en relaci¨®n al dilema tr¨¢gico entre el sentido y el sin sentido.
Pienso, pues, que, en el futuro, una de las grandes tareas que aguardan a la filosof¨ªa consiste en abrirse al fen¨®meno religioso. En un libro pr¨®ximo que todav¨ªa tardar¨¦ algunos meses en publicar (L¨®gica del l¨ªmite) insin¨²o, al final del mismo, una posible apertura a este ¨¢mbito tan olvidado y perturbado. Algo relativo a dicho ¨¢mbito trato de pensar cuando determino un m¨¢s all¨¢ (del l¨ªmite de lenguaje y mundo) con el t¨¦rmino t¨¦cnico de cerco herm¨¦tico. Pues bien, est¨¢ por pensar el modo de orientarse en relaci¨®n a la experiencia de ese ¨¢mbito, esa experiencia de la que dan testimonio las religiones positivas (las ya inventadas o las que se podr¨ªan todav¨ªa inventar o reinventar).
Que la v¨ªa c¨ªvica es necesaria y conveniente, ?qui¨¦n lo pone en duda? Pero no queda el ¨¢nimo, el coraz¨®n, el ethos satisfecho ni con virtudes privadas ni con vicios (o acaso posibles virtudes) p¨²blicos. Nuestro ethos contempor¨¢neo busca algo m¨¢s que civismo cosmopolita y supuesta (ilusoria o no) felicidad. Quiz¨¢ lo que se busca es Verdad (as¨ª, con may¨²scula, como siempre ha sido la verdad). Quiz¨¢ se est¨¦ ya harto de tanta desmitificaci¨®n (ret¨®rica, sofistica, l¨®gico-ling¨¹¨ªstica, desconstructivista, etc¨¦tera) de la verdad. ?sta subsiste inc¨®lume, inmarcesible, ret¨¢ndonos, a modo de esfinge, como depositaria del litigio entre el sentido y el sin sentido. Y la religi¨®n (lo Mismo que, en ¨²ltima instancia, la filosof¨ªa) tiene, a mi modo de ver, mucha m¨¢s afinidad con ese tr¨¢gico litigio que con cuestiones ¨¦ticas, pol¨ªticas o est¨¦ticas. Como se?alaba Kierkegaard, una "distancia infinita" separa a la ¨¦tica de la religi¨®n. Recientemente lo recordaba Jos¨¦ Mar¨ªa Valverde en una entrevista que le hac¨ªa Norbert Bilbeny: el cristianismo, dec¨ªa (y lo mismo debe decirse de toda religi¨®n genuina), "no es una ¨¦tica". Es, quiz¨¢, el eterno esc¨¢ndalo (trampa, celada, escollo) en relaci¨®n a toda ¨¦tica.
es catedr¨¢tico de Est¨¦tica de la Universidad Polit¨¦cnica de Barcelona.
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