Un mal sue?o
Esta ma?ana me he levantado con un fuerte dolor de cabeza. Y es que he tenido un sue?o muy malo. Me encontraba en Roma. Delante de m¨ª, el Coliseo empezaba a ser demolido por la acci¨®n de los surrealistas tent¨¢culos de una gr¨²a, movida por unos extra?os seres que no parec¨ªan de este mundo. A su alrededor, unos hombres y mujeres, completamente normales, lloraban en silencio. Mientras, entremezclados, con la testa identificativa de los monstruos de Goya, otros pocos aplaud¨ªan satisfechos. Compungido, di unos pasos hacia atr¨¢s, para mirar con mayor perspectiva aquello que se burlaba con descarado regocijo de la historia de las civilizaciones. En suma, de la misma historia. Pero, de pronto, bajo mis pies, parec¨ªa que el suelo empezaba a temblar y que un tremendo sollozo sobrepasaba en mucho, acall¨¢ndolo, al actual ruido de una de las ciudades m¨¢s modernas y prometedoras del mundo occidental. Y es que, en realidad, donde me encontraba era en Barcelona, en la plaza de Espa?a, y lo que se derribaba era la plaza de toros de las Arenas. Y, como dije antes, me despert¨¦ lloroso y lleno de indignaci¨®n, porque parec¨ªa que una palabra llamada esperanza hab¨ªa desaparecido del diccionario. Luego, ante el espejo, mientras me iba desapareciendo el dolor de cabeza, asombrado exclam¨¦: "?Qu¨¦ verg¨¹enza!" Y tambi¨¦n, encar¨¢ndome con mi imagen, pens¨¦ que esto no tiene nada que ver con mi no afici¨®n a los toros, sino s¨®lo con mi orgullo de ser catal¨¢n e hijo de una ciudad cuya arquitectura y grado de civilizaci¨®n todos tenemos el deber de defender. Menos mal que a¨²n no ha empezado tal enderrocament. Dicen que no lo habr¨¢. Pero sigo desconfiando, y ojal¨¢ me equivoque; porque en mi pa¨ªs, que tanto alardea de nacionalismo y seny, ante la pela se olvida de todo eso y algo m¨¢s-
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