Los aliados desmantelan el Checkpoint Charlie
"Por fin hemos sacado a Charlie del fr¨ªo", sentenci¨® Douglas Hurd, secretario del Foreign Office, resumiendo con precisi¨®n la teatral ceremonia que se desarroll¨® ayer en Berl¨ªn, en la esquina de la Fredericlistrasse y la Kochstrasse, junto al hoy apolillado muro que ha dividido la vieja capital prusiana desde aquel infausto 12 de agosto de 1961. " peque?a casamata instalada por los aliados, justo en medio de la calle, a la que se bautiz¨® en jerga militar como Chechpoint Charlie, parti¨® ayer por los aires, con la ayuda de una gr¨²a, con destino desconocido.
Si el muro era un s¨ªmbolo, el Checkpoint Charlie era la guinda que adornaba el pastel de la guerra fr¨ªa. Y, ayer, la flor y nata de la diplomacia de los pa¨ªses que protagonizaron esta helada ¨¦poca, los ministros de Exteriores de Estados Unidos, la Uni¨®n Sovi¨¦tica, Francia, el Reino Unido y las dos Alemanias, sentados en primera fila, asistieron a la curiosa ceremonia de la desaparici¨®n de una peque?a caseta acristalada de no m¨¢s de dos metros de ancho por cinco de largo. Caseta desde la que, en los ¨²ltimos tiempos, soldados brit¨¢nicos, norteamericanos o franceses, observaban con aburrimiento a los turistas que se acercaban a mirar al otro lado del tel¨®n de acero desde la tribuna instalada en la parte occidental del muro, o de aquellos m¨¢s osados que, armados de paciencia y visados, se atrev¨ªan a aventurarse en el imponente y laber¨ªntico paso fronterizo del otro lado, donde los temidos vopos pon¨ªan cara de ogro para infundir respeto y consolidar su reputaci¨®n.La Frederichstrasse
Precisamente ayer, el paso fronterizo de la Frederichstrasse, que guardaba la entrada a Berl¨ªn Oriental y el ¨²nico acceso, junto con la estaci¨®n de metro, por la que los no alemanes pod¨ªan pasar a la otra mitad de la antigua capital del Reich, fue cerrado, presumiblemente para iniciar tambi¨¦n su demolici¨®n, mucho m¨¢s compleja y laboriosa.
Los polic¨ªas dirig¨ªan a los viandantes a una calle m¨¢s all¨¢. En la paralela Charlotenstrasse se hab¨ªa abierto un pedazo de muro y por all¨ª se llegaba a Berl¨ªn Oriental, ya sin ning¨²n tipo de control.
Hasta ayer, e incluso en los ¨²ltimos d¨ªas, en que los controles se hab¨ªan reducido a la m¨ªnima expresi¨®n -los vopos ya ni miraban el pasaporte-, uno ten¨ªa la sensaci¨®n de que pasaba de un rnindo a otro, de un paisaje a otro, y el corte se produc¨ªa en la frontera. Ten¨ªa una cierta l¨®gica.
Ayer, al atravesar sin trabas la. extra?a zona por la que discurr¨ªa este paso improvisado, entre escombros, callejuelas sucias, obras de todo tipo y pasillos de tablas de madera, descubriendo las nervaduras de las bambalinas de lo que fue el muro, el efecto se multiplicaba. Cuando al final de esos casi 200 metros se sal¨ªa a la Lcipzigerstrasse, anta?o una hermosa avenida y en la actuafidad un adefesio en el m¨¢s puro estilo del funcionalismo arquitect¨®nico del socialismo real, era como si uno se hubiera embarcado en un viaje inici¨¢tico al pasado.
La ceremonia en el Checkpoint Charlie tuvo la brillantez de una fanfarria militar. James Baker, Edvard Shevardnadze, Douglas, Hurd, Roland Dumas, Hans-Dietrich Genscher y Markus Meckel se sentaban de espaldas a la garita.
Detr¨¢s suyo, los comandantes militares daban las ¨®rdenes pertirientes para proceder al desalojo. Entre los invitados especiales, una cincuentena que se sentaba frente a los diplom¨¢ticos, el ex canciller Willy Brandt, que fuera alcalde de Berl¨ªn Occidental cuando se levant¨® el muro y anfitri¨®n del presidente John F. Kennedy cuando acudi¨® a este mismo lugar, no pudo reprimir su emoci¨®n: una l¨¢grima resbal¨® por sus rugosas mejillas.
Hubo, incluso, sus momentos comicios, como cuando cuatro soldados desfilaron portando a duras penas el famoso letrero que recordaba a la frase de Dante ante el infierno: "Abandonad toda esperanza". En Berl¨ªn dec¨ªa "Abandona usted el sector norteamericano" en cuatro idiomas.
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