Los mejores d¨ªas de su vida
Disminuidos ps¨ªquicos pasan sus primeras vacaciones en apartamentos de la playa de Daimuz
El due?o del restaurante al que acuden todos los d¨ªas a comer dice que cuando los vio bajar del autob¨²s se asust¨® mucho. "Me record¨® una escena de Alguien vol¨® sobre el nido del cuco", cuenta Manuel al referirse a los 30 disminuidos ps¨ªquicos profundos que pasan sus primeras vacaciones en la playa de Daimuz (Valencia). Los chavales, internos en un centro de Ciudad Real, residen ahora en apartamentos y, adem¨¢s de disfrutar de la playa, tambi¨¦n realizan alguna que otra escapada nocturna. Algunos de ellos viven los mejores d¨ªas de su vida.
Como todas las ma?anas desde el jueves pasado, d¨ªa en que llegaron, los muchachos acuden a primera hora al restaurante, tras asearse y, arreglar sus habitaciones, Apenas hay cien metros de distancia desde los edificios en los que se alojan, situados en la playa valenciana de Daimuz, muy pr¨®xima a la tur¨ªstica localidad de Gand¨ªa. Todos ellos llevan su bolsa de playa colgada al hombro.En la terraza del local se disponen las mesas donde los chavales y chavalas desayunan un caf¨¦ con leche y pastas. Algunos aprovechan la animada conversaci¨®n de los auxiliares psiqui¨¢tricos que les atienden, y que, habitualmente, se centra en la trastada, de la noche anterior, para coger otro cruas¨¢n con disimulo. La mayor¨ªa de los j¨®venes disminuidos no habla."Los llevamos a la discoteca y Antonio acab¨® bailando con un grupo de turistas extranjeros", cuenta Miguel Mart¨ªn, uno de los auxiliares. Antonio, como la mayor¨ªa, no ha salido desde hace 15 a?os de La Atalaya, centro regional de Ciudad Real en el que residen los chavales actualmente.El establecimiento, dependiente de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, dej¨® de denominarse hospital psiqui¨¢trico infantil en 1987. El director del citado centro, Santiago Alonso, se encarg¨® personalmente de localizar un lugar de la costa id¨®neo para que el grupo pudiera disfrutar de unas vacaciones durante 15 d¨ªas.
La visi¨®n del mar
"Al principio, cuando explicaba a las agencias inmobiliarias que se trataba de un grupo de disminuidos ps¨ªquicos profundos, se mostraban reticentes a alquilarnos los apartamentos" relata Alonso. "Ocurri¨® lo mismo con el due?o del bar, que inicialmente albergaba serias dudas. Pero cuando han comprobado que el comportamiento de los j¨®venes no tiene nada de extra?o, hemos recibido toda clase de ayuda", afirma el responsable del centro en el que permanecen internados un total de 200 disminu¨ªdos ps¨ªquicos profundos.El director del centro afirma sin titubeos que el proyecto no hubiera podido efectuarse sin el apoyo de la direcci¨®n general de la Consejer¨ªa de Bienestar Social de la Junta de Castilla La Mancha. El mencionado departamento ha costeado las vacaciones, con un presupuesto que se sit¨²a en torno al mill¨®n y medio de pesetas.
Tras el desayuno, el grupo se acerca andando a la playa. Algunos no hab¨ªan visto el mar en su vida. Teresa, por ejemplo, ha crecido en el psiqui¨¢trico. Ahora, con pantal¨®n corto y la mochila al hombro lucen todos un bronceado saludable.
En los rostros de Marcos, el m¨¢s joven del grupo, de 14 a?os, y de Clara, una muchacha muy presumida, seg¨²n los auxiliares, la piel dorada acent¨²a la dulzura de sus rasgos. Algunos inician los luegos nada m¨¢s pisan la arena, mientras otros optan por zambullirse directamente en el agua. A primeras horas de la ma?ana, en la playa apenas hay gente y los chavales pueden corretear a su antojo.
En cada apartamento conviven cinco internos y dos auxiliares. "Es muy duro permanecer todo el d¨ªa con ellos", admiten Charo Ruperto e Isabel del Moral. Sin embargo, como el resto de auxiliares, las dos mujeres resaltan lo gratificante de la experiencia. "Cuando compruebas la capacidad de adaptaci¨®n de los muchachos a las nuevas situaciones, te asombra todav¨ªa m¨¢s el desconocimiento de la gente sobre estos enfermos", se?alan.
Los auxiliares bromean con el grupo de chavales y describen infinitas an¨¦cdotas vividas durante estos d¨ªas de vacaciones. "El otro d¨ªa", prosigue Miguel, "sal¨ª a dar una vuelta por la noche, despu¨¦s de que todos se hubieran acostado. Cuando llegu¨¦ al apartamento me abri¨® la puerta Felix, el mayor del grupo de internos, de 53 a?os, -aunque ¨¦l dice que tiene tres-, y me ense?¨® el reloj para rega?arme".
"Se ha muerto Franco"
Sara Aldomar, otra de las auxiliares recuerda c¨®mo una de las ni?as, Clara, se levant¨® de la cama para arroparla. Otros, y citan el caso de Salvador, que muestra una conducta agresiva habitualmente, mantiene durante estos d¨ªas una conducta ejemplar. "Est¨¢ m¨¢s tranquilo y se comporta mejor que nunca", afirma Jos¨¦ Luis S¨¢nchez."Se ha muerto Franco, se ha muerto Franco" es la frase que repite insistentemente y al primero que se le acerca Francisco, interno de La Atalaya. Excepto otras dos palabras, toros y f¨²tbol, el joven disminuido no habla nada. En estos ¨²ltimos d¨ªas de playa, los auxiliares han comprobado sus deseos de expresarse. "En situaciones normales, las respuestas de los chicos son escuetas", asevera Carmen Gonz¨¢lez.
Se acerca la hora de comer. El grupo de muchachos acudir¨¢, como todos los d¨ªas, al restaurante. El pasado jueves el men¨² se compon¨ªa de ensaladilla rusa y arroz. "Se lo comen todo", se?ala Manuel, el propietario del local. "Cuando llegaron pens¨¦ en quitar los manteles de las mesas, pero el comportamiento del primer d¨ªa me convenci¨® para no lo hacerlo. No han roto ni una copa. Comen como cualquier otra persona y, a veces, dejan incluso las mesas m¨¢s limpias que el resto de los comensales". Manuel a?ade: "Estar¨ªa encantado de que volvieran el pr¨®ximo a?o".
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