Toreros del mar
Conoc¨ª a Paco Rabal en Buenos Aires, aunque all¨ª lo trat¨¦ poco. Donde me hice gran amigo de ¨¦l fue en Roma, en el momento en que Paco pierde su peluca y aparece con todo el esplendor de su cr¨¢neo de gran actor, que luce y reluce hasta ahora mismo.Con Paco me encuentro de tarde en tarde, pero siempre nos entendemos y lo pasamos realmente bien. Hace muy poco he estado en ?guilas, la ciudad murciana donde naci¨® y donde tiene una casa preciosa en la playa de Calabardina, en la misma orilla del mar. All¨ª hemos estado paseando, divirti¨¦ndonos, bromeando con las cosas m¨¢s inesperadas, Mar¨ªa Asunci¨®n Mateo, el joven poeta Luis Mu?oz y yo, junto a Paco, su hermana Lolita y su extraordinaria mujer, Asunci¨®n Balaguer, durante unos cuantos d¨ªas realmente inolvidables.
Mis recuerdos de Paco est¨¢n siempre mezclados con su humor, con sus bromas, con su admiraci¨®n por Bu?uel -al que imita perfectamente-, con su amor por los trovos, las retah¨ªlas, las cuchufletas, por las historias absurdas que cuenta como nadie.
A Paco, cuando vino a Roma -es casi lo primero que recuerdo suyo- le cay¨® en gracia una hermosa condesa florentina, amiga m¨ªa, que ¨¦l, con sus grandes dotes de seductor, conquist¨® y llev¨® a su hotel romano. Todav¨ªa me parece o¨ªrla desesperada, cuando a la ma?ana siguiente me llam¨® pregunt¨¢ndome el n¨²mero de tel¨¦fono de mi apuesto amigo espa?ol, en cuya mesita de noche hab¨ªa ella olvidado todas sus joyas m¨¢s valiosas.
En estos a?os, en Roma, yo estaba escribiendo El matador, mi libro de poemas esc¨¦nicos, que dediqu¨¦ a otro gran actor amigo m¨ªo, Vittorio Gassman. El t¨ªtulo del libro me lo sugiri¨® un programa que Gassman hac¨ªa en la televisi¨®n italiana y que se llamaba as¨ª, Il mattatore. Lo pens¨¦ como alternativa a mis obras de teatro, que eran muy dif¨ªciles de representar, y se me ocurri¨® que un conjunto de peque?as escenas podr¨ªan muy bien hacerlas los grupos de j¨®venes actores que hab¨ªa entonces en Argentina.
Uno de estos poemas esc¨¦nicos, Funerales de arena, se lo entregu¨¦ entonces a Paco, y ¨¦l realizo un corto cinematogr¨¢fico maravilloso, con una atm¨®sfera po¨¦tica muy lograda, que resultaba muy nuevo entonces y al que fuimos a ver entusiasmados a un cineclub de las afueras de Roma.
M¨¢s tarde le dediqu¨¦ otro de los poemas de este mismo libro, Lo que yo hubiera amado, conociendo su gran capacidad de actor de todos los resortes, en el que un hombre realmente feo se consideraba hermoso en determinados momentos cuando est¨¢ delante de una mujer.
Paco es un actor muy temperamental, de un dinamismo esc¨¦nico muy grande, con una voz tremenda que compone y descompone como quiere, igual de personal en el teatro que en el cine, con una gran capacidad para la ternura y para la dureza.
En el 80? cumplea?os de Picasso lo recuerdo recitando junto a Aurora Bautista algunos fragmentos de La vida es sue?o, en Cannes, en la casa que Picasso llam¨® La California, y donde nos invit¨® durante dos d¨ªas a sus amigos espa?oles. Era la primera vez que yo volv¨ªa a Europa, desde Argentina, con un pasaporte reci¨¦n estrenado que me acababa de dar el c¨®nsul espa?ol. El cumplea?os result¨® una fiesta formidable, en la que el bailar¨ªn Antonio acompa?¨® por buler¨ªas a Picasso y en la que Pablo se tir¨® saltando la mesa de su comedor.
Paco Rabal era entonces, como lo es ahora, una persona de una enorme simpat¨ªa, de una especie de locura -m¨¢s o menos deliberada-, pero siempre muy divertido, siempre muy en actor, y cada vez mejor actor. Me parece magn¨ªfico en Viridiana, de Bu?uel, una pel¨ªcula que nunca he entendido c¨®mo a la censura franquista se le pas¨® que filmaran, aunque luego la prohibieran y estuviese a punto de caer alg¨²n ministro, y tambi¨¦n lo encuentro soberbio en muchas de sus pel¨ªculas posteriores, como en Los santos inocentes, en su papel de tonto que trama venganza contra el se?orito que hab¨ªa matado a su milana.
Con Paco, puede decirse, con los a?os he llegado a tener una amistad verdaderamente fraterna. El ¨²ltimo d¨ªa de mi viaje a Murcia nos llevaron al pueblo de Mazarr¨®n, en donde nos hab¨ªan dedicado una calle a cada uno. Calles que -nos dijeron- se cruzaban, y nos ilusion¨® la idea de que las parejas de novios pudieran citarse en la esquina de una con la otra. Pero result¨® que estaban lej¨ªsimos, que realmente en ese pueblo no hab¨ªa dos calles m¨¢s alejadas, y tuvimos que inaugurar primero una, descorrer la cortinilla de la placa, hacernos seguir por la gente, y llegarnos hasta el otro extremo del pueblo, donde inauguramos la siguiente y donde todo el mundo tuvo que repetir sus discursos. La escena nos divirti¨® m¨¢s as¨ª, y yo le escrib¨ª esta coplilla ripiosa, pero llena de cari?o, que le dije all¨ª mismo:
"Paco Rabal, aqu¨ª estamos, / en la calle casi juntos. / Somos un buen par de puntos, / toreros de mar, y hermanos".
Y as¨ª nos imagino realmente, en estos d¨ªas felices de ?guilas, toreros del mar, y hermanos.
Copyright Rafael Alberti.
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