Sacerdotes de la utop¨ªa
La pol¨¦mica sobre Christa Wolf, y su virulencia, s¨®lo se comprende desde su particular trasfondo: por un lado, el de la relaci¨®n literatura-sociedad en la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana, y por otro, desde su car¨¢cter de s¨ªmbolo. Ese caso personal s¨®lo puede entenderse desde la situaci¨®n radicalmente viciada y socialmente sobrevalorada en la que se hab¨ªa dejado meter, ingenua o interesadamente, la literatura en la RDA, en donde literatura y literatos desempe?aban la funci¨®n de sacerdotes de la utop¨ªa. Lo que les llev¨®, al final, a vivir en una especie de chantaje permanente: para no imposibilitar el cumplimiento de la utop¨ªa so?ada y para asegurarle a la literatura su significaci¨®n social se convirtieron en estabilizadores del sistema.El chantaje impon¨ªa darle al sistema siempre otra oportunidad y cargar con sus culpas como si fueran un mal inevitable en el camino a la utop¨ªa. Est¨¢ claro que en una frontera tan escurridiza como ¨¦sa, los gatos se vuelven f¨¢cilmente pardos: ingenuos santones se confunden con astutos hampones, y al final a todo el mundo se le ve el te?ido. A Christa Wolf tambi¨¦n.La cuesti¨®n de si Wolf -en cuanto persona- es o no moralmente culpable, es decir, si se enter¨®, si no quiso enterarse o si tuvo que hacer como que no se enteraba del terror reinante, es cosa que debe juzgarse tanto desde c¨¢nones ¨¦ticos como desde ese trasfondo. Ese mismo contexto explica tambi¨¦n la particularidad del drama vivido por los mejor intencionados de esos escritores tras la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn: culpables, a la vez, de colaborar con un r¨¦gimen inhumano y de no haber logrado, con el texto o la palabra, la utop¨ªa que justific¨® cargar con esa culpabilidad.
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