Informe de Altd?bern
Cuando me lleg¨® la invitaci¨®n para esta "asamblea constituyente" me hallaba en un estado que no permit¨ªa ning¨²n pensamiento tranquilizador. Abrieria el peri¨®dico que abriera, en todos surg¨ªan la insidia y la caza intencionada. Mientras para tal operaci¨®n, en uno se usaba el c¨¢?amo basto, en otros se prefer¨ªa la fibra de nailon. Si en el follet¨®n del Die Zeit bastaba con la seda exquisita, en las columnas correspondientes del FAZ y del Wetl se trabajaba con hilos de alambre. Estos preparativos de ejecuci¨®n a modo de rituales de la escena cultural me son familiares. Unas veces le toca a uno, y otras a otro, caer profundamente en la mediocridad; esta vez hab¨ªa que acabar con Christa Wolf En general, estos tramperos profesionales son chicos agradables, entre finales de los treinta y mitad de los cuarenta a?os, que nunca se han enfrentado a la seducci¨®n ideol¨®gica; quiz¨¢ se abanicaron un poco en plan de prueba en el famoso a?o 68, con el cat¨®n mao¨ªsta, pero despu¨¦s la vida les dict¨® su carrera. Y ahora sentencian y condenan a una gran escritora, con libros de peso, porque en ellos se expresa una existencia quebrada, porque su tema est¨¢ determinado por la seducci¨®n de la ideolog¨ªa.Christa Wolf necesit¨® mucho tiempo para separarse de un partido que a m¨ª siempre me result¨® repulsivo. Esta contraposici¨®n expl¨ªcita no me impide el estar hoy a su lado, pues sabemos por tradici¨®n c¨®mo se procede en Alemania con los escritores: los tramperos ejercen un oficio arraigado. Pero si la unificaci¨®n alemana ha de iniciarse con ejecuciones, tendr¨¢ que consumarse sin escritores.
Desde esta postura marginal me dirig¨ª hacia el Este con un muy liviano equipaje. El lugar se encuentra en las proximidades de la autopista Berl¨ªn-Dresde, entre Cottbus y Calau, no muy lejos de Seftenberg y Finsterwalde, si es que esta zona arenosa les dice algo. Regres¨¦ de all¨ª con una serie de dibujos en la carpeta. Inmediatamente detr¨¢s de la Cl¨ªnica de Mujeres de Altd?bern se interrumpe la planicie para extenderse, estratificada en distintos niveles, hasta unos 80 metros de profundidad. A esa altura, ya bajo el nivel del mar, crecen agrupados alrededor de lagunas mont¨ªculos redondos de escombros que se escalonan hasta perderse en el horizonte bajo un velo de vaho, en un nuevo paisaje quiz¨¢ copiado de la luna. Son las minas a cielo abierto de lignito, tan frecuentes en el Lautsitz.
Mi hospedera en Altd?bern, una vieja silesia, coment¨®: "Vana tener que cerrar muy pronto". Se conf¨ªa, sin embargo, en que con el nuevo dinero se pueda aguantar dos o tres a?os m¨¢s. Quiz¨¢ venga alguien del Oeste y las compre todas.
Pues en Altd?bern no hay nada fuera de esto. Las dos serrer¨ªas se cerraron ya hace a?os; la embotelladora de aguardiente, recientemente. Detr¨¢s de la plaza del Mercado, la chimenea de una antugua f¨¢brica de cerveza est¨¢ habitada por cig¨¹e?as: una visi¨®n consoladora. Altd?bern tiene unos 3.500 habitantes, de los que m¨¢s de 1.000 trabajan en la gran mina Greifenhein a cielo abierto, 48 horas semanales en un sistema de siete turnos y por 1.300 marcos al mes. La proporci¨®n de explotaci¨®n entre escombro y carb¨®n es de 12 a 1. Los ruidos de la gran excavadora y de las cintas transportadoras levantan el silencio sin vida por encima del espacioso agujero.
Cada ma?ana, tan pronto como me sentaba al borde de la mina, dibujaba all¨ª, donde se termina. Simplemente se termina de pronto, como si la carretera de asfalto hacia Pritzen -el pueblo Pritzen tampoco existe ya- hubiera sido mordida por un devorador sobrehumano. El yermo all¨ª yacente se me transform¨® en la imagen de la RDA, no s¨®lo de la del pasado, arruinada por una econom¨ªa negada, no, tambi¨¦n de la futura que va a ser anexionada pr¨®ximamente de un plumazo; pues un Contrato Estatal indigno lanza ya sus sombras sobre el pa¨ªs y las gentes y, una vez en vigor, no s¨®lo alargar¨¢ la barbarie vivida hasta ahora, sino que le a?adir¨¢ un sabor occidental. Quiz¨¢ el reverso de la econom¨ªa de mercado les haga descubrir tard¨ªamente, demasiado tard¨ªamente, lo evidente: no es esto lo que quer¨ªamos.
?Qui¨¦n lo ha querido? ?Solamente el canciller Kohl con sus promesas sin base? ?No ha habido otros que tambi¨¦n apoyaron la prisa? Desde Willy Brandt hasta Genscher: todos creyeron estar en consonancia con la historia, apelaron a trenes que hab¨ªan partido y no era posible detener y ocasionaron una inflaci¨®n de horas e instantes hist¨®ricos. En el camino o, por seguir con la misma imagen, en los andenes qued¨® la poblaci¨®n de los dos Estados alemanes. Por encima de sus cabezas, dejando de lado a un Parlamento mal informado, sin acordarlo con los Gobiernos de los pa¨ªses vecinos -tambi¨¦n contra el consejo del Banco Federal-, qued¨® todo listo y preparado en la cocina gubernativa de Kohl. Sobre ¨¦l, sobre el nieto de Adenauer que se figura en la estela de Bismarck, cae en primer¨ªsimo lugar la responsabilidad del desastre que nos espera.
S¨®lo ahora, d¨ªas despu¨¦s del asalto instant¨¢neo a la poblaci¨®n y a la econom¨ªa poco preparadas de la RDA, aumenta el n¨²mero de personas que son conscientes de la inflada patra?a que dieron fe y manos libres por medio de decisiones electorales. Lo que durante alg¨²n tiempo se tom¨® como derrotismo fastidioso, incluso como antipatri¨®tico, el entrometimiento permanente del presidente del Sarre, la intr¨¦pida indicaci¨®n de Oskar Lafontaine sobre los nuevos vestidos del emperador, su penetrante burla -"el emperador est¨¢ desnudo, el emperador est¨¢ desnudo"-, todo eso se va haciendo cada d¨ªa m¨¢s claro y va siendo penosamente confirmado por la realidad, por ejemplo, en Altd?bern.
Camino de la mina pasaba varias veces al d¨ªa por delante de un local llamado Tienda-Industria, en el que se consumaba y se consuma, a peque?a escala, la liquidaci¨®n total actual de los productos de la RDA. En las dem¨¢s tiendas ocurre algo parecido; hubo que vaciarlas hasta el d¨ªa se?alado. Fue necesario hacer sitio para los productos del Oeste, exclusivamente para ellos; es lo que exig¨ªan los proveedores.
Pr¨¢cticamente toda la oferta de la RDA perdi¨® su valor de mercado, lo que quiere decir que la estrategia de venta de las firmas occidentales coincide, de manera fatal, con los deseos de compra de la poblaci¨®n. Desde Stralsund hasta Plauen, pasando por Altd?bern, se est¨¢ consumando, por medio de la desvalorizaci¨®n sin concesiones de los productos propios y la revalorizaci¨®n ciega de los productos del Oeste, la aniquilaci¨®n de los propios puestos de trabajo.
Este proceso autodestructor, que confirmar¨¢ los temores m¨¢s graves, puede quedar relativizado por la amable comprensi¨®n del empuje de la paqueter¨ªa occidental y de sus contenidos. Lo que quedar¨¢ al final ser¨¢ un aumento de las cifras de desempleo, pues todas aquellas f¨¢bri-
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Viene de la p¨¢gina anteriorcas de la RDA cuyos productos fueron desalojados del mercado tendr¨¢n que pagar sus salarios en marcos alemanes; a corto o largo plazo est¨¢n destinados a la bancarrota.
Y a eso lo llaman econom¨ªa de mercado. Y esa econom¨ªa de mercado quiere que sea denominada, adem¨¢s, social. Una de las dos tascas en Altd?bern no puede servir m¨¢s que cerveza b¨¢vara. M¨¢s exactamente, s¨®lo Pschorr-Br?u, una cerveza blanca. La empresa Hacker-Pschorr de M¨²nich ha provisto al due?o de posavasos, men¨²s y otros adornos; su contraprestaci¨®n: nada de cerveza de la RDA sobre el mostrador. ?Qu¨¦ dicen de competencia! La calidad se impone.
En esa mentalidad de ladrones de guante blanco puede verse el futuro desarrollo de la RDA. Desde el punto de vista de los intereses germano occidentales, la RDA se convertir¨¢ en lucrativa sobre todo como mercado al este del Elba. Se apunta ya un movimiento general en todo el pa¨ªs. Como en el hotel Lausitz de Cottbus, los representantes occidentales est¨¢n ya instalados por todas partes. Durante el d¨ªa salen del enjambre y acotan su zona. Por la noche se esfuerzan por atrapar una l¨ªnea telef¨®nica libre: tienen que comunicar los contratos cerrados. Cada vez se habla menos de verdadera inversi¨®n. De momento se quiere esperar. ?A qu¨¦ se quiere esperar?
Con otras palabras: mi vista desde el borde de la mina a cielo abierto de lignito, y desde el borde de la ciudad d¨¦ Altd?bern, esa vista sobre una herida abierta incurable ya -pues antes del cierre del pozo baj¨® el agua subterr¨¢nea y toda la regi¨®n entera sufri¨® de sequ¨ªa-, mi visi¨®n de las consecuencias de decisiones econ¨®micas tan falsas como violentas me ha ense?ado que las decisiones falsas y violentas que nos esperan continuar¨¢n, bajo otras marcas, su labor destructora, incluso aunque el alcalde de Altd?bern, una persona, como ¨¦l mismo dice, fundamentalmente optimista, sue?e con que un d¨ªa las colinas de escombro se cubran de verde y los agujeros de la explotaci¨®n reflejen, como peque?os lagos, la colina reverdecida. "Llevar¨¢ naturalmente su tiempo", dice, "pero en 30 a?os ser¨¢ as¨ª".
Por m¨¢s que yo le desee de todo coraz¨®n lo mejor a Altd?bern y a sus habitantes, hay que hablar, sin embargo, del yermo actual y de la desertizaci¨®n que se avecina. El lugar se llama Reichstag. El 16 de junio era la fecha. El "curatorium para una Alemania constitucionalmente democr¨¢tica" ha convocado a ciudadanos de las dos Alemanias a reunirse con car¨¢cter consultivo. Las razones para esa convocatoria son pr¨®ximas a mis temores econ¨®micos. En el campo democr¨¢tico se ha trabajado en la misma medida y con un procedimiento tan instant¨¢neo como con el que la RFA ha engullido y conquistado de golpe el territorio de la RDA como mercado al este del Elba. Hace apenas medio a?o, el se?or Kohl quer¨ªa, con la ayuda de un madurado programa de 10 puntos, abordar paso a paso -y con Europa siempre a la vista- la gran tarea de la unidad alemana; y Willy Brandt expresaba en las plazas p¨²blicas, en medio de significativas pausas, la tan citada frase de que ahora debe crecer junto lo que es parte de un conjunto. Los 10 puntos han desaparecido de la mesa. A lo sumo se remacha lo que se manifiesta fijo y seguro. Lo mismo que Hausmann ha encontrado su Pohl, Sch?uble ha encontrado su Diestel. Con igual velocidad se ha declarado papel mojado el esbozo de Constituci¨®n de la Mesa Redonda, con cuya ayuda la RDA deb¨ªa legitimarse como interlocutor. Una vez m¨¢s, todo tiene que ir a toda prisa. ?Para qu¨¦ tenemos el art¨ªculo 23? Lo tenemos para aplicarlo y para hacer que se olvide el art¨ªculo final de la Ley Fundamental de la RFA que obliga a los alemanes, en el caso de una posible unidad, a una nueva Constituci¨®n, elaborada democr¨¢ticamente. Y lo mismo que la chapuza del Contrato Estatal fue impuesta a la fuerza a todos los gremios democr¨¢ticos, debe levantarse ahora, con ayuda del art¨ªculo de anexi¨®n 23, la obligaci¨®n de una nueva Constituci¨®n: una pieza teatral de quinquis, que se aplaude y que pasa sin problemas por las bambalinas. Ya apenas se encuentra resistencia.
Mi contribuci¨®n a esta asamblea y a la sesi¨®n constitutiva es la oferta de colaborar, aunque s¨¦ bien que s¨®lo un pu?ado contradice la inminente violaci¨®n de la Constituci¨®n, Pues el menosprecio y la no aplicaci¨®n del art¨ªculo 146 supone una violaci¨®n constitucional. Deber¨ªa prepararse preventivamente ya, ahora, un recurso ante el Tribunal Constitucional, y, si es preciso, presentarlo. Yo no quiero, en todo caso, darle mi voto a una Alemania basada en la violaci¨®n de la Constituci¨®n.
Quien abusa del art¨ªculo 23 convirti¨¦ndolo en una ley de plenos poderes no debe sorprenderse de que le alcance la historia alemana. Esa historia nos conmina a tomar en serio el encargo final de la Constituci¨®n y a convocar una Asamblea constituyente en la que se reconozca de nuevo como democr¨¢ticamente legitimados a todos los ciudadanos, los ciudadanos de aqu¨ª y los M otro lado. Una Asamblea que se d¨¦ una Constituci¨®n, cuya tarea deber¨¢ ser sometida a votaci¨®n por el pueblo, forma la ¨²ltima posibilidad de configurar con nuevas ideas y de poner bajo control democr¨¢tico el proceso de unificaci¨®n rebajado al poder¨ªo del marco alem¨¢n.
La fecha est¨¢ bien elegida. Lo que el 16 y 17 de junio comenz¨®, fracasando, como levantamiento de los trabajadores llev¨® en octubre y noviembre de 1989 al ¨¦xito. Se rompi¨® el poder antidemocr¨¢tico. El pueblo se dio a conocer como pueblo. La palabra libertad recibi¨® de nuevo un sentido. Ojal¨¢ esa libertad conquistada se exprese en una nueva Constituci¨®n para que nazca de la RFA y de la RDA una uni¨®n de pa¨ªses alemanes que corresponda a nuestra variedad federal. No queremos nunca m¨¢s tener que ser temidos.
es escritor alem¨¢n. El texto alude, en su comienzo, a la reuni¨®n que un grupo de intelectuales alemanes celebraron el 16 de junio en el Reichstag para discutir una nueva Constituci¨®n de la Alemania unida.
Traducci¨®n: Luis Meana.
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