El sexismo que viene del Este
No ha existido nunca, seg¨²n la autora, un movimiento feminista en los pa¨ªses del Este. Y el derrumbe de su sistema no aporta nada positivo a la causa de la igualdad entre los sexos. Las mujeres de la Europa occidental van a encontrarse encerradas entre la frontera del Este, donde la poblaci¨®n clama por un retorno a la funci¨®n materna, y la del Sur, con su sexismo isl¨¢mico en pleno auge.
Hubo un tiempo en que el feminismo de ra¨ªz marxista apostaba por la revoluci¨®n socialista, la disoluci¨®n de la familia ("esa instituci¨®n burguesa") la colectivizaci¨®n de los trabajos dom¨¦sticos y la liberaci¨®n de la mujer a trav¨¦s de su entrada en el mundo del trabajo. Las primeras d¨¦cadas socialistas en la URSS y los primeros a?os en la Europa sovietizada tras la II Guerra Mundial contemplaron la puesta en marcha de este sue?o: las mujeres se incorporaron masiva y forzosamente al trabajo en esa tarea cicl¨®pea de construir la industria pesada sobre una econom¨ªa agraria y arruinada por la guerra, el Estado organiz¨® una gran red de casas-cuna y guarder¨ªas, y la escasez de viviendas con su correlato de masificaci¨®n del espacio habitable provoc¨® una peculiar erosi¨®n de la familia.
Sin embargo, algo fall¨®. No hubo nunca una colectivizaci¨®n de las tareas dom¨¦sticas, aquella propuesta ingenua y ut¨®pica que ni siquiera se intent¨® realizar, ni se produjo tampoco algo mucho m¨¢s simple y factible: la distribuci¨®n equitativa del trabajo dom¨¦stico. En consecuencia, la revoluci¨®n socialista signific¨® para la mujer, en conjunto, la imposici¨®n repentina del doble trabajo, el extra y el intradom¨¦stico, en condiciones mucho m¨¢s duras que las de las mujeres occidentales que se han ido incorporando gradualmente a la vida profesional mientras las tareas dom¨¦sticas se aligeraban con la tecnificaci¨®n del hogar.
Descenso de la natalidad
M¨¢s adelante, los Estados socialistas suprimieron su discurso antifamiliar cuando la natalidad comenz¨® a descender de forma alarmante a causa del deterioro en las condiciones de vida de la mujer y de la liberalizaci¨®n del aborto. La familia dej¨® entonces de ser "Ia c¨¦lula reaccionaria de transmisi¨®n del clericalismo y el clasismo" y se convirti¨® en "la base de la vida social", nesesitada de apoyo y reconocimiento oficial. Parte de este "apoyo" fueron las sucesivas tentativas de relanzar la natalidad prohibiendo el aborto, cuya ¨²ltima expresi¨®n ha sido la pr¨¢ctica rumana, en los ¨²ltimos a?os de Ceaucescu, de someter a controles ginecol¨®gicos obligatorios e inesperados a todas las mujeres en edad f¨¦rtil para impedir los abortos clandestinos.
No ha existido nunca un movimiento feminista en los pa¨ªses del Este socialista. Quiz¨¢ en sus inicios revolucionarios, el pensamiento y el ejemplo de Rosa Luxemburg o de Alexandra Kollontai pudieran considerarse feministas en su llamamiento a la incorporaci¨®n de la mujer a la vida pol¨ªtica, econ¨®mica y social. Y despu¨¦s nada m¨¢s. Cuando la revoluci¨®n se asent¨®, cuando ya no exist¨ªan desaf¨ªos internos a "Ia dictadura del proletariado", la mujer socialista vio c¨®mo se ensalzaban desde la propaganda oficial sus virtudes de madre y esposa, su atenci¨®n amorosa al hogar y a los hijos, al cuidado de los ancianos y a su atractivo personal, a la vez que era sistem¨¢ticamente apartada de los cargos de responsabilidad en cualquier esfera. Y todo esto ha sido posible a la vez que la mujer participaba masivamente en el mercado de trabajo y en todo tipo de tareas, incluidas las m¨¢s duras f¨ªsicamente, lo que demuestra palmariamente que el acceso al trabajo extradom¨¦stico por s¨ª s¨®lo no es eficaz contra la desigualdad social entre los sexos.
Quiz¨¢ porque el feminismo es una creaci¨®n de mujeres de clase media en una posici¨®n econ¨®mica desahogada -y esta clase de mujeres no ha existido nunca en la pobreza del socialismo real europeo- el discurso feminista no ha llegado a estos pa¨ªses. Las organizaciones de mujeres del socialismo recuerdan sorprendentemente a nuestra extinta Secci¨®n Femenina, y no s¨®lo en su gazmo?er¨ªa. Sus declaraciones de objetivos, su percepci¨®n de la vida social, sus actividades, todo ello va dirigido a enfatizar el papel de la mujer en la familia o, como se dec¨ªa antes, "en la reproducci¨®n social". Estas organizaciones constatan que a igual trabajo la mujer percibe como media un salario que equivale al 80% del de un hombre y que la mujer se ocupa sola de los trabajos dom¨¦sticos, pero no es esto lo que les preocupa sino la atenci¨®n a los marginados, a los sin vivienda, a los ancianos con pensiones ¨ªnfimas, el deterioro de la sanidad y de la educaci¨®n, y otros temas semejantes, que les acercan mucho m¨¢s a las asociaciones femeninas de caridad del siglo pasado que a los movimientos feministas modernos. Final de la familia tradicional
?Por qu¨¦ el discurso, igualitario socialista se par¨® a las puertas de la desigualdad sexista? Quiz¨¢ la penuria econ¨®mica sea un medio ambiente hostil al desarrollo de la actitud feminista. Quiz¨¢ el feminismo s¨®lo sea posible a partir de cierta renta per c¨¢pita que permite la independencia econ¨®mica individual sin necesidad de la familia.
La teor¨ªa marxista imaginaba que el socialismo supondr¨ªa el final de la familia tradicional al acabar con las funciones econ¨®micas que ¨¦sta realiza en el capitalismo, especialmente la transmisi¨®n hereditaria de la propiedad. Sin embargo, la realidad de los pa¨ªses del ex socialismo real es que la familia permanece anclada en el modelo rural: la supervivencia fuera de la familia es casi imposible porque s¨®lo la suma de ingresos de varias personas permite afrontar los gastos m¨ªnimos, y dentro del hogar se autoproducen muchos bienes y servicios que en la Europa occidental se pagan en el mercado. Ambas cosas son resultado de la pobreza, del fracaso econ¨®mico del modelo socialista, que ha sido incapaz de ampliar el horizonte vital de la poblaci¨®n m¨¢s all¨¢ de la lucha diaria por la supervivencia.
A corto plazo, adem¨¢s, todo indica que la situaci¨®n econ¨®mica del ex-socialismo empeorar¨¢ en los pr¨®ximos a?os, al menos en lorefernte al desempleo, y las mujeres ser¨¢n las primeras en perder sus puestos de trabajo. A fin de cuentas ¨¦sto es lo racional dentro de la l¨®gica de los ingresos familiares: ?no aportan ellas menos dinero al hogar?; y, por tanto, ?no ser¨¢ menos traum¨¢tico socialmente enviar al paro a las mujeres?.La mujer del ex socialismo se encuentra ahora con presiones de todo tipo que intentan devolverla a casa. A la crisis econ¨®mica hay que a?adir la ideolog¨ªa patriarcal, natalista, antiabortista y familista de que hace gala una parte importante de las nuevas fuerzas pol¨ªticas triunfantes en las elecciones de varios de estos pa¨ªses. Estos partidos incluyen en sus programas incentivos econ¨®micos para que la mujer abandone el trabajo el mayor tiempo posible y lo dedique a criar y educar a sus hijos, o hablan directamente de prohibir el aborto. Pero lo peor no es que estas propuestas existan sino que no encuentran a nadie enfrente que hable de repartir en la pareja el cuidado a los hijos o del derecho de la mujer al aborto. Al contrario, las mujeres prestan su voz para clamar sobre la protecci¨®n a la familia, ¨²nico tema que al parecer se les reserva en la mayor¨ªa de los partidos.
Revoluci¨®n sexual
Al Este nunca lleg¨® la revoluci¨®n sexual de hace 20 a?os, y ha sido impermeable a la revoluci¨®n feminista de la vida cotidiana. El triunfo del socialismo supuso de hecho la congelaci¨®n de los antiguos usos culturales, lo que nos permite encontrar ahora en el Este un tipo de caballerosidad totalmente desaparecido en Occidente, desde el besamanos de los polacos a la complejidad del tratamiento a las mujeres entre los h¨²ngaros. ?Qu¨¦ puede esperarse de esto?
El derrumbe del Este no aporta nada positivo, sino todo lo contrario, a la causa de la igualdad entre los sexos. Las mujeres de la Europa occidental van a encontrarse encerradas entre la frontera cultural del Este, donde la poblaci¨®n clama por un retorno de la mujer- a sus funciones maternas, y la del sur, con su sexismo isl¨¢mico en pleno auge. Corren tiempos peligrosos para la mujer, y no es f¨¢cil aislarse en la concha de esta Europa rica y culturalmente desarrollada.
es soci¨®loga investigadora de la transici¨®n h¨²ngara.
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