Pragmatismo sirio
LA VISITA que ha efectuado a Egipto el presidente sirio, Hafed el Asad, despu¨¦s de 13 a?os de alejamiento pol¨ªtico, hace posible un nuevo pragmatismo en torno a una soluci¨®n negociada al conflicto de Oriente Pr¨®ximo. El r¨¦gimen de Damasco ya no se siente tan fuerte tras los cambios en la Europa del Este, que presagian una interrupci¨®n en el apoyo militar de su principal aliado estrat¨¦gico, la Uni¨®n Sovi¨¦tica. La consecuencia inmediata deber¨ªa ser la renuncia al radicalismo y la aceptaci¨®n de una v¨ªa moderada.Asad, que nunca ha ocultado su aspiraci¨®n a barrer del mapa a Israel, manifest¨® que est¨¢ dispuesto a entablar negociaciones con el Estado israel¨ª si ¨¦ste se retira de los Altos del Gol¨¢n, conquistados a Siria en 1967, y de lafranja de seguridad establecida en el sur de L¨ªbano en 1985. Sin embargo, para el Gobierno conservador de Israel, que ha dificultado sus relaciones privilegiadas con EE UU al negarse a aceptar el plan de paz del secretario de Estado, James Baker, no es posible entablar un di¨¢logo de paz con unas condiciones previas que el viceministr¨® israel¨ª de Exteriores ha calificado de "exageradas y extremas".
El empe?o del rais Hosni Mubarak por restablecer plenamente la posici¨®n hegem¨®nica de Egipto en el mundo ¨¢rabe, despu¨¦s del aislamiento sufrido tras firmar la paz con Israel en 1979, y por impulsar el di¨¢logo que permita resolver el problema de Oriente Pr¨®ximo, ha logrado empujar al presidente sirio hacia el bando de los moderados. La paz en el ¨¢rea no puede hacerse sin contar con el eje Damasco-El Cairo.
Cuando la Intifada parece haberse encallado y la amenaza fundamentalista se infiltra en las filas palestinas y en los Estados ¨¢rabes con una larga trayectoria laica (el caso de Argelia es especialmente preocupante), se hace m¨¢s urgente encontrar una v¨ªa hacia la paz. El partido israel¨ª conservador Likud necesita que las balas y las piedras dejen de volar en Cisjordania y Gaza para poder afrontar el reto de la asimilaci¨®n del tremendo flujo de emigrantes jud¨ªos de la Uni¨®n Sovi¨¦tica. La eventualidad de que muchos de ellos puedan instalarse en los territorios ocupados incrementa las esperanzas de los partidarios del gran Israel, a la vez que acent¨²a la preocupaci¨®n de los palestinos.
La cuesti¨®n b¨¢sica sigue siendo si Israel acepta o no el principio de paz por territorios. Para el Likud, y para buena parte de la opini¨®n p¨²blica, est¨¢ claro que la respuesta es no. Pero hay matices. Incluso el extremista Ariel Sharon reconoce en privado que su pa¨ªs no necesita mantener a cualquier precio los territorios ocupados y que la seguridad nacional podr¨ªa garantizarse con una versi¨®n actualizada del plan de YIgal Allon, que preve¨ªa la cesi¨®n de la mayor parte de Cisjordania, pero conservando el control de una l¨ªnea de puntos estrat¨¦gicos que hiciera imposible el ¨¦xito de un ataque militar desde Jordania.
No faltan los analistas que consideran que, al igual que un derechista, Men¨¢jem Beguin, hizo la paz con Egipto (al que devolvi¨® el Sina¨ª), sin que por ello se hundiera el mundo, otro derechista podr¨ªa pasar a la historia por hacer la paz con los palestinos. Sharon mismo, por absurdo que parezca inicialmente, o un laborista moderado y centrista como Isaac Rabin, que amenaza ya directamente el liderazgo de Peres.
Por encima de todo ello es necesario que Israel se rinda a la evidencia de que el ¨²nico interlocutor posible es la OLP, a la que califica de "organizaci¨®n terrorista", y Yasir Arafat, al que considera "jef¨¦ de una banda de asesinos", su portavoz. Los dirigentes Jud¨ªos saben que si Arafat es desbordado por los radicales de su organizaci¨®n, las negociaciones ser¨¢n imposibles. Para los israel¨ªes, sin embargo, no es posible aceptar una negociaci¨®n con la OLP cuyo final obligatorio sea "un Estado palestino". Arafat debe convencerse de que es preferible empezar por una discusi¨®n sin m¨¢s precondiciones que la del intercambio de paz por territorios, pese a que tal gesto pueda suponer su propio suicidio pol¨ªtico.
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