Ni reh¨ªculos, ni comida
No quedan m¨¢s veh¨ªculos en Monrovia que los de la organizaci¨®n belga de M¨¦dicos sin Fronteras para intentar rescatar, desafiando los tiroteos y la oposici¨®n de los soldados, a los heridos y enfermos que prefieren agonizar en sus casas a afrontar la incierta aventura de un extenuante recorrido a pie hacia el hospital de los misioneros espa?oles de San Juan. Los veh¨ªculos de la Cruz Roja fueron requisados por los soldados enloquecidos por la nueva ofensiva de los rebeldes hace dos semanas. Desde entonces el equipo de la Cruz Roja internacional se mantiene refugiado en la embajada suiza sin operar.Adem¨¢s del riesgo que supone esta actividad, los miembros del equipo belga no tienen tregua con las trabas burocr¨¢ticas. As¨ª, por ejemplo, los representantes de la ONU se marcharon de Liberia, pero dejaron encerrados, en sus almacenes situados en el puerto de Monrovia, toneladas de arroz, alimentos complementarios y dos camiones que podr¨ªan ser providenciales, dada la rapi?a de veh¨ªculos de la que ha sido v¨ªctima la ciudad. "Tras tres meses de gestiones, hemos logrado que la ONU nos autorizara a retirar de sus almacenes el arroz. Pero no ha habido respuesta ni para el resto de los alimentos", explica Lucas Verskuren, responsable log¨ªstico de M¨¦dicos sin Fronteras en Monrovia. Las reservas del hospital pueden sostener todav¨ªa a los pacientes y personal del centro. Pero ya no quedan v¨ªveres que distribuir entre los habitantes de los seis centros de refugiados de Monrovia.
Gestiones y m¨¢s gestiones para lograr realizar incluso el trabajo estrictamente m¨¦dico. No ha sido f¨¢cil para los m¨¦dicos belgas lograr el permiso de las autoridades liberianas para efectuar el traslado a San Juan de los militares que se hallaban, desde hace m¨¢s de un mes, abandonados a su suerte en el hospital militar de Monrovia. No hab¨ªa medios adecuados para asistirles, pero las autoridades eran reacias a pasear p¨²blicamente sus bajas. Por fin, a principios de la pasada semana, los religiosos espa?oles asistieron a un desfile nunca visto en sus largos a?os de experiencia en Monrovia: el ambiente se impregn¨® de un vaho de carne en putrefacci¨®n, mientras desfilaban decenas de soldados con horripilantes y ya irreversibles gangrenas. Los religiosos y m¨¦dicos belgas distribuyeron a los reci¨¦n llegados en las colchonetas con que se hab¨ªan sembrado las salas de espera del hospital. El doctor hispano-liban¨¦s El Azziz, desde hace cinco a?os miembro del personal del hospital de San Jos¨¦, escucha, junto a las enfermeras religiosas espa?olas, las indicaciones del cirujano belga Reginald Morels, veterano ya en misiones m¨¦dicas de guerra en todo el planeta: "En contra de lo que generalmente se cree, los proyectiles, cuando entran en el cuerpo, no estan calientes y por tanto no estan esterilizados, como es creencia general; hay que establecer una prioridad de casos: primero, las intervenciones de ¨¦xito seguro y corta duraci¨®n; las m¨¢s largas y de soluci¨®n incierta, hay que dejarlas las ¨²ltimas...". Es la dura ley que la falta de tiempo y medios imponen para economizar vidas humanas.
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