Triple reto para la `supercaixa?
LA CREACI?N de la supercaixa da cuerpo a la primera entidad financiera del pa¨ªs. Es la segunda gran fusi¨®n del sector en Espa?a, tras la del Banco Bilbao Vizcaya. Y constituye un acontecimiento: ilustra bien los avances del dif¨ªcil proceso de adaptaci¨®n de la econom¨ªa espa?ola a la comunitaria de 1993.La nueva Caja de Ahorros y de Pensiones de Barcelona (La Caixa) afronta tres retos. El primero es la construcci¨®n de un conglomerado de este tama?o (ser¨¢ la segunda caja europea), en medio de un pi¨¦lago de peque?as y medianas empresas y con un predominio de la cultura de pyme. Las instituciones financieras, incluso las m¨¢s orientadas a las econom¨ªas dom¨¦sticas, constituyen, junto a las multinacionales o los grandes consorcios privados, elementos de vertebraci¨®n en econom¨ªas como la catalana y la espa?ola, en las que esos puntos de referencia son escasos.
El segundo reto es definir una estrategia adecuada al acelerado cambio de escenario de estas instituciones. Las cajas han sido sobre todo bancos de familia. Su inversi¨®n se ha canalizado al cr¨¦dito a la vivienda, a la inversi¨®n en algunos valores y a la financiaci¨®n del d¨¦ficit p¨²blico. De las dos entidades originarias, La Caixa ven¨ªa siendo la m¨¢s prudente, o m¨¢s conservadora, mientras que la Caixa de Barcelona estaba algo m¨¢s orientada a la econom¨ªa real. El resultado ser¨¢ un mayor compromiso en empresas industriales y de servicios. Desde este punto de vista, la participaci¨®n de la nueva caja junto con Repsol en el futuro consorcio del gas (requisito previo para esta fusi¨®n) resulta un elemento estimulante de pol¨ªtica energ¨¦tica, industrial y, al cabo, financiera. Todo ello no implica que opciones estrat¨¦gicas de este tenor puedan multiplicarse al comp¨¢s de eventuales caprichos de cualquier Administraci¨®n, sea central o auton¨®mica.
El tercer reto es aumentar la eficacia en la gesti¨®n. Episodios como el de los pol¨¦micos seguros de prima ¨²nica -aunque La Caixa no haya sido la ¨²nica en hacerlos, como algunos parecen sugerir- no deben repetirse. La nueva gesti¨®n tiene ante s¨ª adem¨¢s un escenario nada f¨¢cil: una m¨¢s amplia diversificaci¨®n territorial de su red, hoy muy concentrada en Catalu?a.
Estos retos pueden resumirse en uno: en esta operaci¨®n se pone a prueba tambi¨¦n la aptitud financiera de los catalanes, la capacidad de establecer con ¨¦xito sociedades de ahorro y cr¨¦dito de gran dimensi¨®n desde motivaciones profesionales, y no desde planteamientos pol¨ªtico-ideol¨®gicos. Es ¨¦ste un asunto que ha ocupado bastantes p¨¢ginas en la literatura econ¨®mica de este pa¨ªs. Tantas, que, si su soluci¨®n se revela positiva, estaremos ante un hecho hist¨®rico para la cultura econ¨®mica catalana -habr¨¢ un motivo de peso para arrinconar nostalgias y victimismos- y espa?ola -habr¨¢ un motivo de peso para modificar el insano estereotipo que acompa?a a los catalanes con los t¨®picos del individualismo y la estrechez de miras-.
La actuaci¨®n oficial en este caso ha sido similar a la emprendida en otros: las cifras de exenciones fiscales entran dentro de lo razonable, pero ser¨ªa deseable un menor margen para la discrecionalidad gubernamental en estas intervenciones. En esta ocasi¨®n hay que a?adir un parabi¨¦n: ha funcionado la cooperaci¨®n entre los diversos niveles de gobierno competentes. A la Administraci¨®n central correspond¨ªa determinar y conceder las facilidades fiscales; a la Generalitat, la autorizaci¨®n de la fusi¨®n y la aprobaci¨®n de los nuevos estatutos. S¨®lo imaginar los perjuicios que hubiera ocasionado que cada Administraci¨®n hubiera emprendido caminos opuestos, lo que no es tan inhabitual en este pa¨ªs, pone los pelos de punta. Lo contrario, y en un asunto tan complejo y sensible, es un buen s¨ªntoma de madurez institucional.
Cuando, al inicio de la operaci¨®n, hace ahora algo m¨¢s de un a?o, todo eran reticencias, especialmente planteadas por algunas autoridades de la Generalitat, calificamos como positiva esta fusi¨®n. Ahora, que todo son encomios y sonrisas, con el mismo aplomo se debe alertar sobre algunos problemas de la supercaixa: la dificultad que entra?a la fusi¨®n de dos culturas (aunque en este caso hay una preponderante, que ser¨ªa necesario modernizar); el peligro de estancamiento del pasivo en el momento de unificar las redes (habr¨¢ que considerar con rigor la rentabilidad de cada oficina); las apetencias de dominio, especialmente desde ¨¢mbitos pol¨ªticos, que despierta una entidad tan importante y con unos estatutos bastante conservadores, que otorgan gran predominio a sistemas de autorreproducci¨®n de su grupo dirigente; la enorme tarea requerida para poner a la altura las cuentas de explotaci¨®n, una vez acabada la captaci¨®n de recursos invertidos en primas ¨²nicas, cuya reorientaci¨®n hay que consolidar y rentabilizar... No es poco lo que queda por hacer.
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