Un Sender ins¨®lito
Hace apenas treinta a?os resultaba bastante dificil leer en Espa?a la novela Im¨¢n, de Ram¨®n J. Sender. Y no era ¨¦se, por supuesto, el ¨²nico libro inasequible del gran escritor, proscrito por los vencedores de 1939. Yo form¨¦ parte en aquellos d¨ªas de un tribunal encargado de juzgar cierta tesis dedicada al autor de Mister Witt y el cant¨®n: la doctoranda que consigui¨® incluso entrevistarse con el exiliado don Ram¨®n, no hab¨ªa logrado en cambio leer Siete domingos rojos, una de sus novelas m¨¢s definidoras -tanto en lo ideol¨®gico como en lo estil¨ªstico- Pero precisamente por tratarse de un escritor maldito (si bien no mucho despu¨¦s dejar¨ªa de serlo, hasta el punto de que Cr¨®nica del alba pudo ser galardonada con el Premio Ciudad de Barcelona en 1966), la b¨²squeda y lectura de sus obras constitu¨ªa objetivo imprescindible para los universitarios -historiadores sobre todo- que est¨¢bamos tratando de iniciar el enfoque objetivo de nuestro m¨¢s pr¨®ximo y conflictivo pasado. Yo le¨ª Siete domingos rojos gracias a un disc¨ªpulo m¨ªo, especializado en la historia del anarquismo, que se hab¨ªa hecho con un flamante ejemplar no s¨¦ por qu¨¦ medios. Y por mi parte consegu¨ª asimismo adquirir Im¨¢n en un librero zaragozano; se trataba de una deteriorad¨ªsima edici¨®n popular, pero que me cost¨® muy cara.De toda la novel¨ªstica de Sender, que llegu¨¦ a conocer bastante bien, ninguna obra me ha impresionado tanto como aqu¨¦lla. Sabido es que se trata de su primer libro de impacto y que apareci¨® en 1930, nueve a?os despu¨¦s de los sucesos a que se refiere (aunque probablemente se escribi¨® bastante antes). Pero evocaba un episodio hist¨®rico luctuoso -la terrible "retirada" de Annual-, del que yo hab¨ªa o¨ªdo hablar much¨ªsimo en mi infancia y sobre el terreno: una de mis vivencias inolvidables, de la ¨¦poca que precedi¨® de inmediato a la guerra civil, fue el recorrido de la ruta del Desastre -y de la reconquista posterior-, aunque no llegu¨¦ hasta Annual, sino s¨®lo a su antesala, Dr¨ªus, donde acampaba (pues el poblado segu¨ªa siendo un campamento) el batall¨®n de ametralladoras que por entonces mandaba mi padre. La visi¨®n de aquella ¨¢rida llanura, recomida por el sol, sin la sombra de un ¨¢rbol, hac¨ªa palpable lo que debi¨® de ser la tragedia de una retirada convertida en fuga enloquecida y el exterminio de los grupos dispersos de soldados agotados por la fatiga y por la sed despu¨¦s del "s¨¢lvese el que pueda" lanzado en Annual. Los relatos del desastre, y de su vivencia desde una Melilla indefensa durante varias jornadas, y salvada casi por milagro de la embestida de Abd-el Krim; las an¨¦cdotas m¨¢s o menos coherentes y aut¨¦nticas de los escasos fugitivos que alcanzaron refugio en ciudad, y de lo que ocurri¨® en Monte Arruit y en Nador -casi a las puertas de la capital del Rif-, hab¨ªan suscitado en m¨ª un mundo de im¨¢genes que vino a avivar con extraordinaria fuerza la lectura de Im¨¢n, quiz¨¢ la m¨¢s impresionante novela de guerra que se haya escrito jam¨¢s en castellano, en la cual la fuerza del relato, el matiz del horror, est¨¢n magistralmente realzados por toques surrealistas de notable eficacia.
Curiosamente, Im¨¢n se escribi¨® cuando ya hab¨ªa sido vengada la afrenta de 1921 y cuando el desembarco en Alhucemas hab¨ªa dado los frutos victoriosos que condujeron a una paz definitiva en 1927 -saldo positivo indiscutible de la dictadura de Primo de RiveraPero estaba en marcha la ofensiva de los intelectuales contra el general, encarnaci¨®n del poder militar convertido en supremo poder pol¨ªtico. Im¨¢n fue concebida en ese clima, como gran alegato antimilitarista y antib¨¦lico, que apuntaba simult¨¢neamente contra el dictador y contra el rey Alfonso.
Aparecido, como antes indiqu¨¦, en 1930 -el a?o en que, ca¨ªdo Primo de Rivera, se estaba gestando el naufragio del r¨¦gimen mon¨¢rquico que lo respaldara-, el libro de Sender fue uno m¨¢s en la gran marea de la literatura comprometida con la revoluci¨®n -y que de manera excelente ha analizado Genoveva Garc¨ªa Queipo de Llano- Ten¨ªa, por otra parte, el valor adicional de testimonio. Porque Sender, si no hab¨ªa vivido el desastre, s¨ª estuvo presente en la campa?a de la "reconquista": pudo reconstruirlo desde sus mismas huellas; y casi desde la contemplaci¨®n de las macabras carro?as de monte Arruit y Dr¨ªus.
Sender fue soldado "de cuota", sargento y hasta alf¨¦rez de complemento a lo largo de aquella gesta, que ha dejado sus monumentos evocadores en el cementerio (casi un cementeriomuseo) de Melilla. Cabr¨ªa pensar -a trav¨¦s de las p¨¢ginas de Im¨¢n- que vivi¨® aquellos d¨ªas con pesimismo y con rencor. Pero es curioso comprobar que no fue as¨ª; que ¨¦l tambi¨¦n particip¨® de ese aliento de hero¨ªsmo recuperado cuya expresi¨®n legendaria ser¨ªa "la Legi¨®n", o el "Tercio", como se le llamaba vulgarmente: capaz de corregir positivamente el cruento tropiezo de 1921, para convertirlo en victoria cuatro a?os m¨¢s tarde. Aqu¨ª radica fundamentalmente el valor de los art¨ªculos -ahora redescubiertos y reeditadosque ¨¦l public¨® en El Telegrama del Rif, peri¨®dico local de Melilla, durante los meses centrales de 1923 y los iniciales de 1924, cuando se desplegaba animosamente la respuesta victoriosa a la cruenta ofensiva rife?a. (Para el que no lo sepa, conviene advertir que El Telegrama del Rif, hoy por desgracia desaparecido, fue, desde su fundaci¨®n por C¨¢ndido Lobera, a comienzos de siglo, cauce de espa?olismo liberal y abierto en el entra?able enclave hispano-marroqu¨ª; y que sus p¨¢ginas recogen c¨¢lidos reflejos de la historia nacional auscultada d¨ªa a d¨ªa: no se olvide que Melilla fue protagonista de primera fila en tres momentos de impacto universal: 1909, 1921, 1936).
Hay en la Melilla de hoy -avanzada espa?ola al otro lado del mar, que en los ¨²ltimos a?os ha venido siendo colonizada por los marroqu¨ªes del exterior (?ay, qu¨¦ ceguera la de los que abominan de la t¨ªmida ley de extranjer¨ªa, olvidando a sus hermanos del otro lado del Mediterr¨¢neo, desbordados por la imparable infiltraci¨®n musulmana!) una voluntad de afirmaci¨®n en sus ra¨ªces que, por ejemplo, ha tenido feliz expresi¨®n en la fundaci¨®n municipal sociocultural Biblioteca Municipal, afanada en la reedici¨®n de obras de autores melillenses o estrechamente relacionados con la ciudad y que cuenta, como motor fundamental -junto a Vicente Moga Romero-, con un joven militar, el teniente coronel Francisco Saro Gandarillas, ejemplo perfecto de ese esp¨ªritu fundido en disciplina y lealtad pero abierto a todas las incitaciones, intelectuales y t¨¦cnicas, que ha sido siempre clave del verdadero honor en el Ej¨¦rcito. La Biblioteca ha dado a la luz, hasta ahora, tres t¨ªtulos: los dos primeros -La hija de Marte, de F. Carca?o, y Melilla la codiciada, de Juan Berenguer-, de muy escasa calidad literaria pero de indudable valor hist¨®rico. El tercero, en- cambio, tiene un prestigio consagrado: se trata de Cabrerizas Altas, de Ram¨®n J. Sender -incluida como uno de sus episodios en la Cr¨®nica del alba pero publicada ya de manera aut¨®noma antes de que se hiciese esta nueva edici¨®n melillense-. Cabrerizas es uno de los barrios extremos de la capital del Rif, donde tuvo su asiento, entre otros, el Regimiento de Ceri?ola, protagonista del desastre, y en el que luego sirvi¨® el propio escritor; lo que permitir¨ªa a Sender reelaborar, en el recuerdo lejano, los ambientes que ya hab¨ªa evocado en Im¨¢n. Pero el inter¨¦s de esta nueva edici¨®n radica en el conjunto de art¨ªculos que la completan: se trata de unas notas en vivo, que Sender public¨® en El Telegrama del Rifentre abril de 1923 y enero de 1924: los ocho primeros -hasta octubre de 1923bajo el t¨ªtulo general de Arabescos; los dos ¨²ltimos -enero de 1924- bajo el de Impresiones del camet de un soldado.
En estos art¨ªculos -recogidos cuidadosamente por Saro- la visi¨®n de la tierra del Rif se ofrece desde una perspectiva ins¨®lita. Sender, un joven con clara vocaci¨®n militar -en aquellas fechas-, aparece aqu¨ª iluminado por el esp¨ªritu de la reconquista, viviendo su experiencia b¨¦lica -sargento en el Ceri?ola- con ese peculiar talante del soldado que ahoga el tir¨®n de la nostalgia, en tanto llega la gran prueba del combate, potenciando las m¨ªnimas an¨¦cdotas cotidianas vividas en festiva camarader¨ªa -matices "franciscanos" en la espartana sobriedad del ambiente-: el perro mascota y sus haza?as, las ratas "prudentes", la contemplaci¨®n del cielo y el mar, el amanecer cuartelero. Y como leitmotiv permanente, la exaltaci¨®n de? sacrificio y la gloria de los compa?eros muertos. As¨ª, podemos leer, en un art¨ªculo dedicado a los h¨¦roes an¨®nimos de la posici¨®n de Tisingar (septiembre de 1923): "Murieron como mueren los soldados de Espa?a, de cara a la Victoria y de cara a la Haza?a. La Raza les ha dado su adi¨®s desde Occidente con el beso de un rayo de sol sobre la frente". Pero m¨¢s que este texto, me parece significativo el que sigue, del art¨ªculo De la Universidad al Cuartel, (1924): "La Patria necesita tanto de las c¨¢tedras y de los laboratorios, como de los cuarteles. Soldados de la alta cruzada de la Ciencia son los estudiantes. La experiencia, desde 1914, nos ha dicho que hay que creer en las neuronas y en las granadas de mano, y que Ram¨®n y Cajal es tan ¨²til a la naci¨®n como cualquier general en jefe de un Ej¨¦rcito en armas... Al salir de las aulas para ingresar en el cuartel, se lleva en el alma el peso de los mil prejuicios que fructifican y viven en el ambiente de los ateneos y en las tertulias de tantos muchachos de inteligencia cultivada y de voluntad ind¨®mita. Pero sobre esa simp¨¢tica flor de rebeld¨ªa, flor eterna de juventud siempre eg¨®latra -gentilmente eg¨®latraque naci¨® sin ra¨ªces y que muere en la Zona de Reclutamiento, va surgiendo poco a poco una voluntad f¨¦rrea, aleccionada por el renunciamiento, por el sacrificio...". "Y cuando, en el descanso de un paseo militar, no tiene m¨¢s recurso que tumbarse en el suelo y apoyar la cabeza -so?adora de tantos sibaritismos- en la bolsa de costado, todas aquellas dinamicidades de los veinte a?os, que trajeron un concepto fabuloso de la vida, de una vida falsa de cuento de hadas a trav¨¦s de? aire di¨¢fano del patio de la Universidad, al desaparecer, dejan paso a un nuevo convencimiento: el primero de los juicios serenos que no conocen el prejuicio ni la influencia extra?a: el orgullo del sacrificio".
He aqu¨ª un Sender que no esper¨¢bamos, en contraste radical con el que traza el amargo cuadro de Im¨¢n o el aguafuerte de Cabrerizas Altas. ?Cu¨¢l es el aut¨¦ntico? Sin duda hay autenticidad en los dos; pero el que transmite la realidad directa es el de El Telegrama del Rif. La fisura que hab¨ªa de distanciar a uno y otro aparece imperceptiblemente registrada en un art¨ªculo fechado el 30 de septiembre de 1923, no mucho despu¨¦s del golpe de Estado que trajo la dictadura. El escritor glosa la frase de Ortega y Munilla: "La actualidad suele crearse en las redacciones. S¨®lo en muy raros casos llega de fuera a las linotipias". "Esta vez", escribe Sender, 1a actualidad ha surgido por s¨ª misma, potente y delineada como no se ha conocido en varios lustros atr¨¢s. Los periodistas que vinieron aqu¨ª en su busca han sido defraudados. El succ¨¦s ha surgido en Espa?a. ?Qu¨¦ hacer? Nos figuramos la perplejidad de los enviados de El Sol, Informaciones, La Opini¨®n, y sobre todo la del redactor de Le Matin... Sin embargo, la actualidad sigue palpitando en estas tierras. Demasiado lo saben Milego y G¨®mez Hidalgo... Es cuesti¨®n de acechar". Se abr¨ªa una nueva situaci¨®n. Ya todo iba a ser diferente; o m¨¢s bien, todo iba a ser visto con una mirada diferente.
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