Libertinaje en el Siglo de Oro
No es conocida La noche toledana de Lope de Vega, pero es un peque?o tesoro de frivolidad y ligereza dentro de la aridez del Siglo de Oro, donde hasta las piezas de enredo suelen tener una prosopopeya y una rigidez dif¨ªciles y miedosas. En este Lope, los amores y los amor¨ªos se mezclan, las puertas se abren y se cierran para dar paso a, lo Ins¨®lito para los personajes -pero los espectadores est¨¢n en el secreto, y su superioridad contribuye a su risa anticipada: durante a?os, ser¨ªa el secreto del vodevil-, las mujeres son casquivanas y apasiona das, y no dan la menor muestra de castidad, ni siquiera en apariencia; los hombres, un poco tontos y cegados por el se?uelo de la mujer, o de todas las mujeres, y, al final, todos se acoplan con la pareja que no deseaban ni aspiraban, pero cuyo conocimiento ¨ªntimo ha hecho adorable. Y est¨¢ el di¨¢logo: no ya la poes¨ªa -que a Lope de Vega le brotaba sola de la pluma, y hasta se le iba fresca y viva en esta obra que debi¨® considerar menor-, sino la riqueza de vocabulario y su aplique justo y tantas veces sorprendente. Desparpajo, soltura y una modernidad sobre su tiempo son algunas de las virtudes de la obra. Desconocer el texto original no impide advertir la acentuaci¨®n de todos estos caracteres por el director y adaptador, Juan Pedro de Aguilar, hombre de algunas realizaciones memorables planteadas siempre fuera de los circuitos comerciales, aunque algunas lo hayan sido. Se toma libertades, aprovecha toda la ense?anza posterior del vodevil, confiajustamente en la preparaci¨®n del p¨²blico para trasladarse de lugares de acci¨®n sin apenas modificar un decorado muy simple, y se inclina hacia la comicidad absoluta, a veces desenfrenadaUn punto de feminismo
La noche toledana
De Lope de Vega. Int¨¦rpretes: Juan Meseguer, Arturo Querejeta, Jos¨¦ Manuel Pardo, Aurora Herrero, Magda Arenal, Berta G¨®mez, Blanca Marsillach, Paca Lorite, Pilar Barrera, Encarna G¨®mez, Jes¨²s Fuente, Jos¨¦ Lifante, Fernando Melgosa. Versi¨®n y direcci¨®n: Juan Pedro de Aguilar. Ciclo Veranos de la Villa, patio del cuartel del Conde Duque, 3 de agosto.
Sin embargo, no se deja de reconocer a Lope ni un solo momento. Quiz¨¢ entre los a?adidos haya un punto de feminismo mayor que el apoyo que daba el autor a sus personajes femeninos, y bastantes indiscreciones no planeadas sobre su comportamiento sexual. No creo que fueran ajenos al esp¨ªritu de Lope, que no dej¨® de ser nunca un cura libertino, uno de los grandes contradictores que daba la ¨¦poca r¨ªgida, dura y generalmente desagradable. La compa?¨ªa es modesta. Naci¨® de un costado de la Nacional de Teatro Cl¨¢sico, sobre los cursillos, clases y conferencias que organiz¨® Adolfo Marsillach. De all¨ª aprendi¨® a que, por lo menos, el texto se entendiese, los versos fueran pronunciados claramente. No est¨¢ tan conjuntada como para que las voces se entonen y formen esa especie de concierto que siempre se espera del teatro en verso, ni las voces est¨¢n bien afinadas: hay m¨¢s atenci¨®n al movimiento y al enredo. Probablemente es el autor quien ha marcado un cierto tono de zarzuela, de expresividad ingenua y primitiva -cuando se habla de oro, el que lo dice frota inevitable mente ¨ªndice y pulgar, como quien cuenta monedas; cuando de espadas, alarga el brazo derecho r¨ªgido como si fuera un estoque-, a lo que se a?aden canciones y bailetes intercalados sin ninguna necesidad. Todo gusta al p¨²blico. Sin duda, forma parte de este gusto, adem¨¢s de la nueva tendencia a los cl¨¢sicos -en la que hay que repetir que tant ha conseguido Adolfo Marsillach, di scutIdo o no-, el hecho de descubrir que pueden ser realmente divertidos sin tocar a su esencia, a sus relatos de costumbrismo y a su teatralidad; y los retoques a su verso y a sus di¨¢logos funcionales no le quitan su propia originalidad. Las ovaciones se multiplican en los saludos, montados como una burlesca fiesta de toros en homenaje a la que ese d¨ªa debi¨® celebrarse en Toledo.
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