C¨¦zanne pint¨® Sainte-Victoire sin el TAV
Empapado de positivismo, como todos sus contempor¨¢neos, C¨¦zanne estaba persuadido de que la monta?a Sainte-Victoire, en la Provenza, pose¨ªa una misteriosa tonalidad verde, m¨¢s rica que cualquier otro matiz del verde, inclu¨ªdo el laurel, como resultado del entrecruce de muy diversos factores: la temperatura, el mistral, la humedad del aire, una vegetaci¨®n escorada hacia lo olfativo, el eco lejano del mar, la ligereza de la tierra perforada por innumerables conejos, una permanente l¨¢mina de vidrio interpuesta entre el observador y la monta?a por la reverberaci¨®n de julio, y as¨ª sucesivamente.Una vida entera dedicada a asediar ese matiz no fue -suficiente. Los factores eran tan numerosos y variaban a tal velocidad y con tal desorden que a C¨¦zanne siempre le quedaban seis o siete por incluir en la representaci¨®n. Pero la constante presencia del pintor positivista, el peregrinaje angustiado y met¨®dico por aquellas tierras y pe?ascales, la terca b¨²squeda de perspectivas, ¨¢ngulos, puntos de vista, acab¨® por formar un rico flu¨ªdo sexual exudado del roce de C¨¦zanne contra la monta?a. Como animales de especies distintas, pero enigm¨¢ticamente atra¨ªdos el uno por el otro, el sexo del pintor -reclu¨ªdo en alg¨²n bastoncillo ocular- y el sexo de la monta?a -repartido por toda su superficie- se buscaron durante a?os, tratando de averiguar el andamiaje secreto de una c¨®pula. Investigaba la monta?a los bosques sombr¨ªos de C¨¦zanne; investigaba C¨¦zar¨ªne los fuertes pechos de la monta?a.
Por ejemplo: ?d¨®nde empezaba y d¨®nde acababa cada uno de ellos? Por ejemplo: ?pod¨ªa considerarse pertenencia de la Saint-Victoire y de C¨¦zarme aquello que pasaba por all¨ª s¨®lo fugazmente: los pi?ones, una camioneta, pulgas, la lluvia, l¨¢grimas? Por ejemplo: ?dejaba de haber monta?a si emigraban las hormigas o bien dejaba de haber C¨¦zarme si se quedaba sordo?
Por ejemplo: ?hab¨ªa m¨¢s monta?a vista de perfil que de frente; hab¨ªa menos hombre visto desde arriba? ?Pero d¨®nde est¨¢ el perfil de una monta?a y cu¨¢l es el abajo de un hombre? Y sobre todo: ?en qu¨¦ l¨ªmite pod¨ªa considerarse "entero" a cada uno de ellos? C¨¦zanne, asediado por las dudas, observaba su orina empapando la tierra color ladrillo, y cerraba los ojos.
Hombre y monta?a
De aquel roce tenaz, de la desesperada b¨²squeda de un rinc¨®n anat¨®mico donde acoplarse al fin y poder verterse mutuamente, monta?a y pintor franc¨¦s acabaron por engendrar. Cuando se produce un fen¨®meno biol¨®gico de tanta alcurnia, el monstruo hijo de hombre y monta?a es, por lo general, tan evidente que la humanidad lo toma con indiferencia. As¨ª, anta?o, los hombres se desentend¨ªan de los centauros, y as¨ª, seg¨²n dicen, viv¨ªan los hijos de los Alpes. Es propio de nuestra cultura no dar noticia alguna de la revelaci¨®n.
Que engendran y sus hijos, ahora, cuelguen de las paredes, es s¨®lo secundario; es s¨®lo el espect¨¢culo que se nos ofrece a nosotros, los guardianes de la materia informada. Pero el verdaderos significado de esas que llamamos "pinturas de C¨¦zarme con paisajes de la Sainte-Victorire" es el nacimiento hacia atr¨¢s de C¨¦zarme y de la S¨¢inte-Victoire.
Esos hijos colgados de las paredes son ¨²nicamente la prueba de que alguna vez pasaron por la luz del mundo un hombre y una monta?a vivamente interesados el uno por el otro. No me cabe la menor duda de que C¨¦zarme, a la vista de aquel pliegue de la tierra que ocultaba el horizonte y le imped¨ªa mirar m¨¢s lejos se pregunt¨®:"?y ¨¦sto qu¨¦ es?".
As¨ª como la monta?a, ante el asiduo escrutador calvo iba, poco a poco, mostrando sus partes y pregunt¨¢ndose, a su vez: "?qu¨¦ animal puede ser ¨¦ste que tras mucho mirar parece que alcanza a ver?". Ambos, con toda seguridad, trataron de comprender, el uno qu¨¦ quiere decir "monta?a"; la otra qu¨¦ quiere decir "hombre". Y as¨ª se fueron haciendo el uno al otro.
No sabemos, ciertamente, las conclusiones a las que llegaron. Sabemos, eso s¨ª, el efecto de su intercambio. Hoy a la autopista que lame las faldas de la SainteVictoire se llam a autoroute C¨¦zanne; hoy a la 'Sainte-Victoire le han crecido innumerables habit¨¢culos en las laderas, cada uno de ellos relleno de animales que s¨®lo en apariencia y porte son como C¨¦zanne.
Efectos
Estos son los efectos hist¨®ricos, lo que aquella c¨®pula supuso para el mundo. Los efectos particulares, los hijos engendrados, se llaman "pinturas de C¨¦zarme con paisajes de la Sainte-Victoire", pero son car¨ªsimos y cuelgan de algunas paredes. Todos estos son efectos cient¨ªficos.
Nosotros miramos las "pruebas judiciales de la c¨®pula" (a veces llamadas, con severa inexactitud, "obras de arte") como miramos, tambi¨¦n, las piedras de un templo, igualmente colgadas, caras y concurridas, y no podemos creer que estas cosas hayan ocurrido.
?Que hubiera c¨®pula entre el Alt¨ªsimo y los ciudadanos de Gerona? ?Entre monta?as y humanos? ?Que se cruzaran una oscura fuerza en constante transformaci¨®n y un racional? ?Qu¨¦ pudo haber entre un dios errante y el siempre fijo entendimiento? ?Ser¨¢ posible, a¨²n, tender un miembro que escapando a la tiran¨ªa de lo verdadero pueda penetrar en lo evidente? No me lo puedo creer. Porque es extremadamente dif¨ªcil mantenerse a solas, como perpetuo pretendiente. Y sin embargo, es sencillo. Cizanne lo hac¨ªa cada d¨ªa.
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