El para¨ªso del extranjero en un pueblo de Alicante
Si los ¨¢rboles no dejan ver el bosque, el mar no deja ver el pa¨ªs que queda atr¨¢s. Hay que ponerse de espaldas a la l¨ªnea azul del horizonte para intuir un mundo que se aleja de la espuma de las olas y que es mucho menos bullicioso. Muy cerca de las poblaciones costeras de J¨¢vea, Denia o Moraira, en Alicante, pero infinitamente lejos de unas miradas bloqueadas por el mar, est¨¢n pueblos como Alcalal¨ª, Parcent, Orba y Jal¨®n. Tambi¨¦n est¨¢ Ll¨ªber. Un pueblo que necesita una segunda mirada para constatar que en la poca estridencia de su belleza reside su hechizo. Porque de filtros y de embrujos parece que hay que hablar cuando algunos de los extranjeros relatan su primera experiencia con el lugar.Durante unas vacaciones en Espa?a Jim Morley, de 50 a?os, se acerc¨® al pa¨ªs de atr¨¢s. Cuando paseaba por vez primera por Ll¨ªber con su esposa Juliette, ¨¦sta le dijo: "Quiero vivir siempre en este lugar". Y este deseo les cambi¨® de inmediato el futuro. Morley abandon¨® su trabajo como profesor de geograf¨ªa y educaci¨®n f¨ªsica en Londres. Juliette, el suyo como profesora de manualidades. Compraron una casa vieja en el pueblo y la rehicieron. Hoy ellos forman parte de este paisaje, sin tiendas de souvenirs, y sin apenas gente en las calles. Despu¨¦s de tres a?os de aquel giro en sus vidas, Jim Morley es feliz. "Y Juliette y mis hijas, Zoe y Enma, tambi¨¦n", se?ala, haci¨¦ndose eco de las ausentes que han ido a pasar unos d¨ªas en Inglaterra.
Los 'nuevos'
Ll¨ªber es, un pueblo de 471 habitantes, contando los nuevos. "Pero ninguno de nosotros vino aqu¨ª con el prop¨®sito de crear una peque?a Inglaterra, Holanda o Francia", se?ala el arquitecto ingl¨¦s Jan Woudhuysen, "sino con la intenci¨®n de integrarnos en el transcurrir cotidiano de Ll¨ªber".
La fachada de la casa de la holandesa Elvira Grauts, de 39 a?os, es camale¨®nica como el pueblo. Hay que dar un segundo vistazo para verla. Pero si la ves no se olvida. Grauts, trabajaba en Nijmegen (Holanda), como profesora de matem¨¢ticas. "Me di cuenta que s¨®lo estaba ense?ando trucos a mis alumnos para pasar efexamen final y decid¨ª abandonar", se?ala. En esa etapa de.negaci¨®n frente a su profesi¨®n se encontr¨® con Jan Woudhuysen, un arquitecto ingl¨¦s de padres holandeses. "Yo", dice Woudhuysen, de 48 a?os, "abominaba de la arquitectura que se estaba haciendo en Inglaterra. Ve¨ªa aquellas casas de protecci¨®n oficial que inundaban barrios enteros y renunci¨¦". Se lanzaron en 1981 a recorrer Europa con una roulotte vieja. "Pero el invierno era muy duro de soportar en aquella casa de cuatro ruedas, y regres¨¢bamos a Holanda o Inglaterra temporalmente", se?ala Elvira. Un d¨ªa, Ll¨ªber se cruz¨® en su camino. Fue el final de trayecto de una vida errante. Como Morley, compraron una casa del pueblo y en ella viven desde hace cinco a?os. "Todo el mundo nos dec¨ªa, es una tonter¨ªa comprar esa casa, no es m¨¢s que una tonter¨ªa", comenta Elvira. Y decidieron llamarla as¨ª. En la puerta de la casa, hay un r¨®tulo que lo atestigua.
Confeccionan en su ordenador un semanario de fiestas, y de ocio llamado Uitkrant y dirigidoa la comunidad holandesa que reside o veranea en Alicante. En ¨¦l, Elvira inserta todas las semanas una receta espa?ola. "Hay extranjeros que prefieren ir a los grandes supermercados, pero a m¨ª me gusta comprar en la tienda del pueblo. All¨ª me encuentro con mis vecinas y cuando escucho que alguna va a cocinar algo que desconozco le pregunto. Y siempre me dicen: 'Elvira, ven a casa y te ense?ar¨¦ la receta". Arr¨®s amb peix, era la ¨²ltima.
"Ella siempre viene a comprar aqu¨ª", ratifica Francisca Reus,, de 31 a?os, que se ocupa de la tienda de comestibles. "Al principio nos extra?¨® que a un pueblo tan peque?o y sin- mar vinieran tantos extranjeros, pero nos hemos acostumbrado. Pertenecen al pueblo", a?ade.
Seguramente fue un d¨ªa de mal tiempo el que propici¨® que Guy y Micheline Braeknian, los dos de 40 a?os, descubrieran que en el pa¨ªs de atr¨¢s exist¨ªa Lliber. Se alejaron del mar y al enfrentarse con este pueblo sin bullicio decidieron, deinmediato, volver a Bruselas para vender lo que ten¨ªan y trasladarse para siempre a este valle repleto de almendros y de vides.
Recetas de libertad
Abandonaron sus trabajos en una empresa encargada de elaborar informes comerciales y se trajeron con ellos un tesoro: recetas familiares de pasteles. Las tartas hechas con queso, arroz, az¨²cares especiales y manzanas, "b¨¢sicamente recetas del norte de Europa", atrajeron a un cliente habitual que llamaba a la puerta de su casa, a la que llamaron Ll¨ªber-t¨¦.
Se muestran todos estos nuevos habitantes encantados con el car¨¢cter de los de Ll¨ªber. Y lo ilustran: cuando Jim Morley le coment¨® el pasado a?o a una vecina que durante las fiestas del pueblo se hab¨ªan acercado muchos extranjeros, "porque vinieron ingleses, holandeses, daneses", se?ala. La vecina le contest¨®. "S¨ª, hab¨ªa mucha gente de Jal¨®n, de Benissa, de Orba..."
Elvira, por su parte, relata que se encontraba frente a su casa, reci¨¦n comprada, cuando una mujer de Ll¨ªber le pregunt¨®, curiosa: "?Va usted a veranear aqu¨ª?". "No", le contest¨® Elvira, "voy a vivir aqu¨ª". "Entonces es usted una mujer de este pueblo", sentenci¨® la vecina. Y sellaron un pacto de amistad.
Guy, Jim, Juliette, Jan, Micheline, Elvira, son s¨®lo algunos de los residentes de este pueblo, alejado de las miradas secuestradas por el mar, que decidieron quedarse en ¨¦l para siempre. "Aunque alguna vez viajemos de nuevo, La tonter¨ªa, nuestra casa, siempre ser¨¢ nuestro lugar de referencia". dice Elvira. Desde lo m¨¢s alto de este lugar de calles solitarias y sin ruido, la mirada se abandona a una visi¨®n relajada: El valle del Jal¨®n, tambi¨¦n llamado de la primavera: "Yo no abandonar¨ªa nunca este valle. Quiero seguir viendo, como se cubre de rosa y blanco. Ver c¨®mo en Ll¨ªber, alg¨²n a?o, los almendros florecen en enero", musita Micheline.
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