El nirvana bochornoso
La vida p¨²blica espa?ola, transida de frivolidad, acosada por el uso habitual del t¨®pico, perseguida por la obligaci¨®n de lo fugaz, felizmente torturada por los signos banales de la cultura de la superficie, se instala en verano en una especie de nirvana bochornoso. Nunca pasa nada en esta ¨¦poca, y si pasa algo tampoco pasa nada. Es el tiempo de la obligaci¨®n del olvido. En realidad esta ¨¦poca es el olvido mismo, la necesidad de sepultarlo todo bajo un inmenso gramo de calor.Bagar¨ªa, cuya vida se conmemora ahora, tuvo un chiste feliz para explicar una forma de lucha contra lo insistente: una gota enorme de agua se ofrece a la contemplaci¨®n de un ciudadano. "?Y esto qu¨¦ es?", pregunta el ciudadano. "Esto", responde muy serio el creador de la gota de agua, "es una nueva ,forma de llover: en lugar de que est¨¦ lloviendo todo el d¨ªa llueve una gota sola, as¨ª de grande, y se acab¨®".
El verano es una manera nueva de crear lo inexistente: dura lo que dura agosto y ese mes se convierte en la met¨¢fora de lo que quiere la gente. Tranquifidad y olvido, eso es lo que quiere la gente. Como durante el a?o eso no se tiene, en agosto se ofrece de una manera rotunda, como si lloviera una sola e inmensa gota de agua. Una gota de calor, en realidad.
?Y de qu¨¦ olvidarse? La vida dom¨¦stica queda aparte, porque ese universo a veces viscoso y,de todas formas privado no se deja estancado jam¨¢s: viaja con nosotros y nos persigue como la parte interior de,un sue?o. Ese sue?o es el que sustenta nuestra rebeli¨®n contra el vecino de playa y en general es el que nos hace abominar del ruido, del calor y de la presencia ajena en cuanto se inician las primeras dificultades del asueto: se ha perdido la llave del apartamento, el lugar que nos han proporcionado est¨¢ distante del mar, la gente pone demasiado alto el volumen de los transistores, comen las familias sobre la arena caliente, los vendedores ambulantes interrumpen nuestra siesta; la vida veraniega debe estar en otra parte y nosotros hemos elegido mal. Adem¨¢s, los d¨ªas no se estiran: se sigue haciendo de noche a la misma hora y cada vez es m¨¢s pr¨®ximo el espejismo fatal del regreso.
Pero esa es la vida dom¨¦stica, de la cual no resulta nada correcto hablar en p¨²blico, o al menos ante el p¨²blico de primeros de agosto.
As¨ª pues, ?de qu¨¦ se olvida la gente? ?De qu¨¦ se quiere olvidar?
. Este ha sido un curso muy duro en Espa?a. Se inici¨® con ,los sudores de unas elecciones generales, prosigui¨® esa caldera con varios esc¨¢ndalos concatenados, e incluso ' hemos tenido la zozobra de un periodista condenado por un qu¨ªtame all¨¢ esos insultos a la terrible obligaci¨®n de la mazmorra.
Dicho as¨ª, todo parece ahora como la gota de lluvia de Bagar¨ªa.. Pero no ha sido as¨ª de simple. Antes, durante y despu¨¦s de todo ha habido toneladas de papel que han sepultado en la apariencia de lo solemne lo que ahora parece un recuerdo que puede reducirse a una met¨¢fora vulgar y rapid¨ªsima. Antes de las elecciones, los omnipresentes socialistas estaban llamados al desastre como justo castigo a su arrogancia; durante las elecciones quedaba en vilo su mayor¨ªa absoluta, y despu¨¦s de las elecciones todo el mundo, especialmente los columnistas arrepentidos, hab¨ªa previsto qu¨¦ es lo que iba a pasar. De modo que no pas¨® nada. En ese mismo periodo, los comunistas ampara dos ahora en el paraguas de unas iniciales nuevas y diversas deploraron con las l¨¢grimas de oto?o la excesiva. permanencia de sus contrincantes de izquierda en el poder absoluto; meses despu¨¦s otros comunistas de verdad ejercientes del poder, expertos en su manejo, verdaderos art¨ªfices de la manipulaci¨®n de estos alimentos que da el mando, dejaban sus lugares de vigilancia y se iban con las iniciales a otra parte. Los comunistas espa?oles no hab¨ªan dicho nada, qui¨¦n dijo que hab¨ªan dicho algo, de modo que siguieron donde estaban, tan asustados ante el uso ajeno del poder omn¨ªmodo. En Espa?a, claro. Luego vino Andaluc¨ªa, y tampoco dijeron nada, porque qu¨¦ de monios habr¨ªan de decir.
Y esto pas¨® tambi¨¦n: a los populares se les llen¨® la boca con la palabra Guerra, que no es precisamente una palabra civil. Y les lleg¨® el asunto Naseiro, agitado como un zumo de naranja por los gui?os de un cuerpo de PP, el popular Salvador Palop. Terrible paradoja de cazadores cazados. La culpa es del juez, como es natural. No dijeron nada, o dijeron muy poco desde entonces. Felipe Gonz¨¢lez los sent¨® en una mesa, con los otros contrincantes de la oposici¨®n, y les habl¨® de Europa, como s¨ª los adormeciera. Y fue, en efecto, como si los hubiera adormecido. Ni la LOGSE, la ley de ordenaci¨®n general de la educaci¨®n, los levant¨® del letargo. Y estuvieron callados todo ' el rato, pose¨ªdos de un nirvana bochornoso: no lo toquemos que es peor. Y no lo tocaron.
En el paisaje espa?ol estuvieron los socialistas, claro: como a Argentina los penalties, a Guerra lo salvo el gong andaluz, y mientras pasan los primeros calores del olvido parece que la gente est¨¢ cansada de hablar del asunto que desde el 1 de enero no deja escuchar m¨²sica al vicepresidente del Gobierno.
En medio de todo este ajetreo, el Constitucional dio un quiebro y sustituy¨® de las primeras p¨¢ginas la barba-poblada del menor de los Guerra por la voz de Jos¨¦ Mar¨ªa Garc¨ªa, que es una voz que se le concentra en las arrugas de la frente. Habla con la frente este hombre. Pues lo condenaron y hubo un largo calvario hasta el indulto. Esta profesi¨®n, que le ha escuchado con estupor sacrificar a todo bicho viviente con la lengua m¨¢s veloz y menos reflexiva que ha inventado la radio contempor¨¢nea, le. quiso salvar de la mazmorra y los peri¨®dicos de este pa¨ªs formaron una pi?a que parec¨ªa la defensa checoslovaca. Parec¨ªa en entredicho la libertad de expresi¨®n y parec¨ªa que la libertad de expresi¨®n era una especie de verdad revelada de la que gozamos los periodistas por encima de, los derechos de los otros ciudadanos: aquel es un tipejo, y si no me dejas que lo diga me est¨¢s quitando la libertad de expresi¨®n. ?Y si lo digo yo, que soy mec¨¢nico industrial? No, hombre, c¨®mo lo 'va a decir usted: el ciudadano har¨¢ bien en ser, un buen mec¨¢nico industrial: la libertad de expresi¨®n es de nosotros solos. Y que no me la toquen, eh, que no me la toquen.
Y as¨ª sucesivamente.
Fue, pues, un curso denso en el que todos nos preocupamos mucho por lo que pasaba a nuestro alrededor. Los comunistas porque dejaban de serlo, los socialistas porque el esc¨¢ndalo les puso la carne de gallina, los populares porque sal¨ªan de la nada envueltos en la miseria. Cayeron muros, prestigios y bancos, y cayeron sobre todo gigantes de papel de estraza, algunos de ellos entre nosotros. Ha sido tan densa esa temporada en el infierno que precede al verano que el espa?ol colectivo que habita entre nosotros se plante¨® la llegada del mes de agosto como el principio de un nirvana que permita olvidar el bochorno.
Para eso, pues, llega la gota de agosto- para que se instale entre nosotros la imposici¨®n del olvido y para que descanse el seso antes de que regrese el otof¨ªo con los problemas antiguos, con la banalidad pasada y porvenir y con la fugacidad obligada por la necesidad de suspender la historia. Es el mes del respiro en el que la desmemoria cae como una gota de calor ¨²nica, universal y envolvente. Ya era hora de que nos olvid¨¢ramos de algo.
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