"No conf¨ªo en que la raz¨®n vuelva"
Pregunta. ?Cree usted que regresar¨¢, al final, la raz¨®n a un siglo tan tr¨¢gico y tan reacio a ella?Respuesta. Siempre me he considerado, adem¨¢s de como escritor, como contempor¨¢neo que ha escrito desde su tiempo. No conf¨ªo en que la raz¨®n vuelva. Hay muchas fuerzas contra ella. Si observo la situaci¨®n pol¨ªtica actual, veo que los alemanes est¨¢n sobre todo concentrados en la unificaci¨®n, a pesar de que lo que ocurre a nivel global es mucho m¨¢s importante. Las cifras est¨¢n sobre la mesa: crece la poblaci¨®n mundial y crece con ella la miseria en el tercer y cuarto mundo; se mantiene el endeudamiento de esos pa¨ªses. A ello ha de unirse una cat¨¢strofe ecol¨®gica de alcance mundial, reforzada por cambios clim¨¢ticos. A pesar de ello, apenas hacemos uso de la raz¨®n como instrumento.
P. En 1956 escribe su Tambor de hojalata. Con ¨¦l se hizo mundialmente famoso. Ten¨ªa 31 a?os. Algo as¨ª no ha vuelto a repetirse en la literatura alemana. Tras tres decenios, ?c¨®mo ve usted aquello?
R. Con cierto asombro cuando observo que libros que escrib¨ª en los a?os cincuenta o sesenta siguen siendo pedidos por los lectores. Por un lado, es un proceso alentador que demuestra que esos libros tienen capacidad de asentarse por encima del tiempo; pero, por otra parte, ocurre con ellos como con ni?os que se han vuelto mayores y se separan de uno; de vez en cuando te llega de ellos un saludo o una postal, pero se ha creado una cierta distancia. Me parece normal. Mi trabajo apenas ha sido influido por todo eso. Siempre he estado ocupado con otros proyectos y as¨ª seguir¨¢ ocurriendo durante alg¨²n tiempo.Hermanastras del ¨¦xitoP. Ese triunfo nunca le fue perdonado del todo.
R. Hay ese dicho de que nadie es profeta en su tierra. Creo que a otros escritores en otros lugares, Espa?a o Polonia, les ha pasado lo mismo. La cr¨ªtica, tambi¨¦n la envidia, hermanastras del ¨¦xito, aparecen de inmediato en cuanto alguien llega a hacerse, por la raz¨®n que sea, un nombre, sobre todo cuando es reconocido en el extranjero. Hay tambi¨¦n la tendencia, especialmente acentuada en la RFA, a apoyar durante un periodo esa fama inicial hasta que el autor o la autora han alcanzado una cierta altura; a partir de ah¨ª se intenta tumbarle.
P. Tiene usted algo poco caracter¨ªstico en un escritor. Con cierta frecuencia, ¨¦stos suelen hablar mal o hasta con desprecio, de sus colegas, se autoestiman hasta el exceso, o son celosos, presumidos o altaneros. En usted se encuentra, comparativamente, muy poco de eso.
R. En este punto no puedo hacer m¨¢s que conjeturas. La causa est¨¢ quiz¨¢ en que mi trabajo est¨¢ muy marcado por mi primer oficio: escultor y grabador. Soy, y de forma muy acentuada, un artesano. Y nunca he tenido problema alguno con una cosa por otra parte evidente: el origen. Nada hay sin origen, y s¨¦ muy bien de d¨®nde provengo literariamente. Por ejemplo, siempre me he reconocido como un disc¨ªpulo de Alfred D?blin, que me ha influido incluso hasta en mis a?os tard¨ªos, de manera que todav¨ªa me aprovecho de su magisterio. Hay quiz¨¢ otra raz¨®n adicional. La buena experiencia del Grupo 47 en Alemania, que le debemos a un hombre, Hans Werner Richter. En el grupo, al autor se le exig¨ªa algo que suele resultar dif¨ªcil para escritores: o¨ªr a otros, tolerar corrientes literarias distintas, articular tanto cr¨ªtica como alabanza, fundamentarla. Todo eso fue para m¨ª una especie de escuela. Y a Richter y al Grupo 47 tengo mucho que agradecerles en la formaci¨®n de mi sentido de la colegialidad.
P. En su obra se encuentra otra forma de divinizaci¨®n del escritor. Ellos son, no como individuos, pero s¨ª en cuanto g¨¦nero o clase, los ¨²ltimos guardianes de la humanidad.
R. Tambi¨¦n en esto tengo que referirme a mi origen. A pesar de que alguno pueda sorprenderse, vengo de la Ilustraci¨®n europea. Lo que presupone que estoy en contra de las mixtificaciones, en contra de ese mero autorreflejarse narcisista y vanidoso. Opino que la literatura acontece dentro de una sociedad; por tanto, refleja una sociedad mediante la utilizaci¨®n de los procesos complejos que son posibles en la literatura, el m¨¢s rico vocabulario posible y la aplicaci¨®n de los medios art¨ªsticos, pero siempre en relaci¨®n con la sociedad y con los procesos sociales, y con eso tambi¨¦n con la historia. Y los autores que a m¨ª, autor joven, me acu?aron son, naturalmente, aquellos que vivieron su tiempo, que han sido como un Grimmelhausen en la literatura alemana. Un autor que, por cierto, no ha ca¨ªdo del cielo, sino que proviene de la gran picaresca europea, de la picaresca espa?ola, y que llega, en una constante revitalizaci¨®n de la tradici¨®n narradora, hasta el Ulises de Joyce, pues tambi¨¦n Bloom es un p¨ªcaro. De ah¨ª derivo yo mi escritura, de todos esos autores que, a pesar de su m¨¢xima aspiraci¨®n art¨ªstica, no ejercen un mero l'art pour l'art, y de todos los que, a pesar de su compromiso social, no rebajan su arte a un realismo socialista o a un realismo achatado del tipo que sea.
P. ?Qu¨¦ habr¨ªa que decir del caso Christa Wolf?
R. Se le reprocha que abandonara el SED (el viejo partido comunista de Honecker) s¨®lo en el ¨²ltimo oto?o. Sin embargo, en sus libros se puede ver ya, desde sus obras de mitad de los sesenta hasta los m¨¢s actuales, que toma relativamente pronto una actitud cr¨ªtica, y tambi¨¦n autocr¨ªtica. Sus libros tratan, y eso es precisamente lo que los hace m¨¢s valiosos y tambi¨¦n interesantes, de la seducci¨®n ideol¨®gica. Pertenece a mi generaci¨®n, sabe lo que el nazismo, el fascismo, hizo con nosotros, y no lo reprime, lo cuestiona y se lo plantea. Y lo mismo hace, titubeante y con frecuencia lentamente, respecto al comunismo. Me parece extremadamente farisaico el reprocharle ese proceso lento. Con toda certeza, no tiene la vehemencia o la desfachatez de un Biermann, no tiene la imperturbabilidad cr¨ªtica de un Havel. Es otro tipo de persona, tiene otra forma de ser. Pero lo que se le reprocha, el ha ber sido la poetisa del r¨¦gimen, no es cierto. Nunca tuvo cargo alguno, fue criticada a nivel interno, es decir, por los funcionarios del r¨¦gimen, una y otra vez por sus libros. Lo que est¨¢ pasando actualmente, y que ha tomado el car¨¢cter de una campa?a porque recorre todos los peri¨®dicos, es injusto y deshonroso. Las mismas personas que hace todav¨ªa unos a?os la alababan por su cautelosa postura cr¨ªtica son las que ahora la dejan caer en el vac¨ªo del rechazo.
P. Usted ha pronunciado tambi¨¦n palabras muy fuertes contra la prensa. Acusa a los periodistas de autocensurarse. Dice que escriben como secretarios de Estado destituidos, y todo por culpa del imperativo, autoimpuesto, del equilibrio. ?No existe ya prensa pol¨¦mica o de controversia?R. As¨ª es, ya no cumple con su misi¨®n. Se ha visto especialmente claro en este momento en un tema importante, el proceso de unificaci¨®n alemana. Veo que antes de que los aspectos pol¨¦micos comenzaran a debatirse se hab¨ªa impuesto el mismo tono en todo el espectro period¨ªstico, desde la cadena Springer, pasando por el Frankfurter AlIgemeine Zeitung, hasta el Spiegel, y ¨²ltimamente hasta en el Die Zeit, que hasta el momento hab¨ªa sido buen ¨®rgano para el tratamiento pol¨¦mico de tales temas. Los editoriales del D¨ªe Zeit siguen el curso gubernamental. Y eso no es, naturalmente, bueno, porque un Gobierno que no recibe ya ninguna cr¨ªtica de la opini¨®n p¨²blica pierde un importante componente democr¨¢tico. El que yo tenga, por primera vez, dificultades, en mi intromisi¨®n ocasional en el asunto del proceso de unificaci¨®n alemana, en publicar un art¨ªculo muestra ya eso. En el Die Zeit me dijeron que el n¨²mero siguiente estaba lleno, que el otro tambi¨¦n; lo ofrec¨ª despu¨¦s al Spiegel, en donde hubo varias reuniones de la redacci¨®n, tras las que se rechaz¨®; gracias a Dios pude colocarlo en el Frankfurter Rundschau, pero ¨¦ste, naturalmente, no es le¨ªdo en la misma medida que los otros. Es tonto y al mismo tiempo peligroso silenciar las pocas voces cr¨ªticas que quedan y que exponen una cierta reflexi¨®n, una cierta cautela frente a ese proceso de unificaci¨®n acelerado, r¨¢pido, que es el que se est¨¢ dando o se est¨¢ imponiendo, antes de haberse aunado. Y en esto se nota que va resultando crecientemente dif¨ªcil el que mi opini¨®n llegue a la opini¨®n p¨²blica. Al principio tuve una o dos veces la oportunidad de decir algo en la televisi¨®n sobre el tema. Desde entonces se acab¨®.
P. Pasemos a la problem¨¢tica de la unificaci¨®n alemana. En el debate de los historiadores intervino usted proporcionalmente poco. Pero, ahora se muestra muy preocupado y activo.
R. Mi posici¨®n en el debate de los historiadores est¨¢ amplia mente expuesta en mucho de lo que he escrito en mis libros. No me gusta hacer de papagayo. Ahora se trata adem¨¢s de una cuesti¨®n existencial no s¨®lo para Alemania, sino para toda Europa. He expuesto con toda claridad mi opini¨®n en algunos art¨ªculos. Sigo viendo como un regalo el que, como alemanes, tengamos la posibilidad de unirnos, 40 a?os despu¨¦s del surgimiento de estos dos Estados alemanes y 45 a?os despu¨¦s de la guerra, y gracias a la pol¨ªtica de Gorbachov. Esa divisi¨®n en dos Estados es una forma del statu quo que tuvimos que aceptar, pero que nunca bendijimos, pues se trata de un estado antinatural. Pero, al mismo tiempo, siempre me pareci¨® que esa breve fase de la historia alemana -que va de 1871, cuando Bismarck, con toda fuerza, sold¨® el Deutsche Reich, el Estado unitario, que dur¨®, bajo distintas formas, hasta 1945- es la fase m¨¢s infeliz de la historia alemana. De ese Estado unitario salieron dos guerras mundiales, cr¨ªmenes como no se hab¨ªan dado nunca en la historia de la humanidad. Si nosotros ahora, a pesar de ello, recibimos la posibilidad de volver a unirnos como alemanes, tenemos que cocalcular, seg¨²n lo he denominado, Auschwitz. Eso quiere decir tenemos que tomar en serio las preocupaciones y reparos de nuestros vecinos, incluso aunque a veces patinen hist¨¦ricamente, pues incluso en esa histeria y exageraci¨®n hay algo de verdad. Y no hay ninguna obligaci¨®n de unificar a 80 millones de alemanes en el medio de Europa en una gran rep¨²blica federal. En la historia alemana, m¨¢s que en la de otros pa¨ªses europeos, ha surgido y crecido un federalismo que es la verdadera riqueza de nuestra cultura. Ser¨ªa muy bueno que esa unificaci¨®n alemana no consistiera en que al final saliera una RFA m¨¢s una RDA, sino que los l?nder de la RFA y los de la RDA formasen un bund de l?nder alemanes. Para m¨ª ser¨ªa muy bueno y aceptable si al final del proceso surgiese un bund de pa¨ªses alemanes con una nueva Constituci¨®n que en su pre¨¢mbulo fijase las fronteras por el Este y el Oeste cit¨¢ndolas por su nombre, y en mi opini¨®n deber¨ªa aparecer tambi¨¦n la palabra Auschwitz, como algo de lo que tenemos que acordarnos y que tener en cuenta. Y dir¨ªa mucho a nuestro favor si lo incluy¨¦ramos en la Constituci¨®n. Creo tambi¨¦n que una nueva Alemania organizada de esa forma federalista, como bund de pa¨ªses alemanes, se integrar¨ªa m¨¢s f¨¢cilmente en Europa que una gran rep¨²blica federal.
Un tren de cat¨¢strofeP. Usted est¨¢ contra la unificaci¨®n y contra la unidad como Estado unitario. Por lo que respecta al proceso de unificaci¨®n, usted se queja del p¨¦simo estilo con el que se est¨¢ haciendo.R. Todo se hace a toda velocidad, se utiliza constantemente una met¨¢fora imposible: el tren est¨¢ en marcha y nadie puede ya pararlo. ?sa es la descripci¨®n m¨¢s exacta de un tren de la cat¨¢strofe. En un tren que no hay quien detenga no me gustar¨ªa estar sentado. Y eso es lo que ha ocurrido hasta ahora. Se ignora a los grupos democr¨¢ticos; los Parlamentos -no s¨®lo el Parlamento Federal, sino tambi¨¦n la Volkskam¨ªner libremente elegida- son informados cuando todo ha pasado, la mayor parte de las veces se enteran por la prensa de lo que ha decidido koffl en su cocina gubernamental. y eso es un mal estilo democr¨¢tico, y desatiende, adem¨¢s de al parlamento, a la mayor¨ªa de los ciudadanos.
P. usted conecta con algo que escribi¨® paul celan: "auschwitz no tiene fin". su argumentaci¨®n es que auschwitz excluye la unidad. en ese punto, augstein, el director de der spiegel, le dijo, en un mano a mano por televisi¨®n, que eso es religi¨®n y no pol¨ªtica.
R. bah, bien.
P. la argumentaci¨®n de augstein es que no se debe perpetuar auschwitz.
R. No. Estar¨ªa tambi¨¦n en contra de declarar culpable a generaci¨®n tras generaci¨®n porque los alemanes seamos responsables de Auschwitz. Pero responsables lo somos, lo que no puede relativizarse por la historia. ?se fue el esfuerzo del debate de los historiadores desde la derecha, construir Auschwitz de forma que sea posible decir fue grave, es cierto, pero otros tambi¨¦n han tenido cosas semejantes. ?se me parece un mal camino.
P. Una vez m¨¢s, unificaci¨®n s¨ª, Estado unitario no, como ya argument¨® Jaspers. Le da miedo la unidad estatal por experiencia hist¨®rica, porque siempre que se intent¨®, acab¨® muy mal.
R. Todas esas pinturas en blanco y negro, de bien y mal, y del demonio, no valen para nada. Creo que la RFA est¨¢, tras 40 a?os, democr¨¢ticamente asentada, cosa que se nota en cuanto se observa c¨®mo el radicalismo de derechas se ha reducido, en un tiempo muy corto, a un mero 1%, y en concreto porque no ha sido prohibido, sino porque se le ha hecho frente abiertamente, en contra de lo que ha pasado en otros pa¨ªses, donde el radicalismo de derechas no s¨®lo es fuerte, sino que crece. Eso va a cambiar a partir de ahora. En la RDA se manifiesta un impulso neofascista que, en esa medida, ni yo mismo hubiera sospechado, y que es mucho m¨¢s peligroso que el de los republicanos. Y esa tendencia podr¨ªa reforzarse por la aceleraci¨®n del proceso de unificaci¨®n.
"Hitler no cayo` de las nubes"
, Pregunta. Hoy es habitual decir que Marx ha muerto. Lo sorprendente es que usted defend¨ªa esa tesis hace ya bastante tiempo.
Respuesta. S¨ª, resulta c¨®mico ver c¨®mo ciertas personas explican mi posici¨®n socialdem¨®crata de izquierdas y opinan que deber¨ªa ponerme el saco y la ceniza porque el comunismo se ha derrumbado definitivamente. En contraposici¨®n a muchos de esos cr¨ªticos, que trataron siempre a Marx como un sant¨®n cuando yo lo criticaba, defend¨ª muy temprano la idea de que, aparte del desarrollo marxista, en el movimiento obrero europeo hab¨ªa habido otras tradiciones importantes. Por lo dem¨¢s, no estoy tampoco dispuesto a echar a Marx por la borda sin m¨¢s ni m¨¢s. Fue un importante analista del XIX. Pero es cierto que se comport¨® de forma particularmente ruda, especialmente con los anarquistas o con otras tendencias socialistas. Es realmente idiota atribuir el fracaso del comunismo s¨®lo a Stalin. Stalin lleg¨® a una posici¨®n de poder como la que tuvo por la pol¨ªtica de Lenin. Son muchos los que lo previeron: desde Rosa Luxemburgo
en 1917 hasta los austromarxistas o Kautsky. Se reconoci¨® muy tarde que Stalin no hab¨ªa ca¨ªdo del cielo, lo mismo que Hitler no cay¨® de las nubes. Esas cosas tienen siempre predecesores.
P. Usted afirm¨® que no hab¨ªa ya cr¨ªtica literaria.
R. No puedo afirmarlo de forma tan gen¨¦rica. Seguro que lo dije, pero con relaci¨®n al estado de la cr¨ªtica literaria alemana. Noto en ella que los cr¨ªticos no cumplen su labor m¨¢s propia que ser¨ªa informar primero acerca de qu¨¦ trata un libro, qu¨¦ pretende, c¨®mo entenderlo en el conjunto de la obra del autor o con respecto a otros libros. Lo que se hace, ya de salida, es formular las expectativas del cr¨ªtico, lo que ¨¦l espera de ese autor. Y si ¨¦ste no cumple lo que el cr¨ªtico espera, entonces se le hunde. Ahora bien, la literatura no est¨¢ ah¨ª para satisfacer las expectativas de los cr¨ªticos. Un autor que escribe para los cr¨ªticos est¨¢, como escritor, perdido. Su interlocutor directo es, primeramente, ¨¦l mismo. Y despu¨¦s ese an¨®nimo, el lector, pero no el cr¨ªtico. Lo que es la cr¨ªtica lo percibo cuando, de vez en cuando, se rese?a un libro m¨ªo en los EE UU. Tengo siempre la sensaci¨®n de que all¨ª existe todav¨ªa una especie de cr¨ªtica literaria t¨¦cnicamente correcta. All¨ª se da a¨²n algo que en Alemania ya no existe: que catedr¨¢ticos de Germ¨¢nicas abandonen el instrumental universitario para escribir recensiones en peri¨®dicos. Las cr¨ªticas m¨¢s fundadas de mis libros las he visto en la zona anglosajona.
"No soy s¨®lo escritor"
Pregunta. Acerca de esa literatura directamente entrometida y comprometida hubo algunas pol¨¦micas, con Vargas Llosa, entre otros. Se le ha reprochado ser ingenuo, pasado de moda, incluso anacr¨®nico. ?Tiene el escritor que ser ese guardi¨¢n permanente?Respuesta. Nunca me he atribuido ese papel. En primer lugar, yo no me mezclo constantemente. Tengo tambi¨¦n fases de escritura, de trabajo, en las que me enclaustro y trabajo en un manuscrito como cualquier otro escritor. Pero, al mismo
tiempo, no soy s¨®lo escritor. Soy tambi¨¦n ciudadano de un pa¨ªs, y no de uno cualquiera sino de uno que se llama Alemania, que hasta hace poco estaba dividido y que arrastra la hipoteca de dos guerras mundiales, de cr¨ªmenes monstruosos de dimensi¨®n desconocida hasta entonces. Me parece, por tanto, natural, como ciudadano de oficio escritor, mezclarme de vez en cuando y criticar ciertas tendencias pol¨ªticas y apoyar otras. Si esto est¨¢ pasado de moda, tanto me da, soy demod¨¦ con gusto. Que esto no es up-to-day, que no corresponde a los amaneramientos y esteticismos posmodemos, lo s¨¦, pero a m¨ª me importa diferenciarme de eso. Respecto a Vargas Llosa, tiene derecho a criticar esa postura. Me pregunto, sin embargo, por qu¨¦ se present¨® como candidato en su pa¨ªs. Cuando le¨ª la noticia recuerdo que pens¨¦, ?cielos!, no es poco lo que se propone. Y ahora que ha pasado la campa?a, lamento un poco que no haya salido presidente, no por su pa¨ªs desde luego, pero s¨ª por ¨¦l, me da algo de pena que no tenga la oportunidad de experimentar las dificultades de la responsabilidad de la pol¨ªtica pr¨¢ctica. Tiene tras s¨ª un largo camino. A nadie se le puede privar del derecho a haberse equivocado y a emprender un camino distinto; pero desconf¨ªo siempre un poco cuando alguien empieza de comunista y aterriza en el capitalismo del XIX. Entre ambos puntos hay un trecho muy largo, y la cuesti¨®n es si se puede hacer algo as¨ª sin sufrir da?os, si no se hace perceptible un poco del fanatismo del converso, cosa, que ya que hablamos de ¨¦l, es lo que, a veces, he cre¨ªdo percibir en su forma de polemizar.
P. ?Por qu¨¦ ha vuelto el escritor a su habit¨¢culo? ?Es que la postura de compromiso no es ya adecuada a la ¨¦poca, es que los escritores se han vuelto c¨®modos, o incluso m¨¢s comprables, o es, quiz¨¢, que la sociedad quiere ver al escritor en su habit¨¢culo?
R. El esfuerzo de c¨ªrculos pol¨ªticos, eclesiales o universitarios por domesticar al escritor -mantente en tu mesa, escr¨ªbenos algo hermoso, algo emocionante y entretenido, pero mantente lejos de la pol¨ªtica, o de esto o aquello-, ha existido siempre. En manos del escritor est¨¢ el ceder o no a ese prop¨®sito. En este momento se tiende a seguir esa invitaci¨®n. Personalmente, no veo, sin embargo, motivo alguno para seguirla, pues puedo decidir por m¨ª mismo cuando es adecuado enclaustrarse durante un a?o, dos, o s¨®lo unos meses para escribir. Pero tambi¨¦n tengo el derecho, y lo utilizo ocasionalmente cuando lo considero necesario, a abrir puertas,y ventanas y dejar la mesa de trabajo.
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