El ¨²ltimo refugio
A DIFERENCIA de lo ocurrido en otros conflictos, en el del golfo P¨¦rsico el d¨®lar parece haber perdido sus tradicionales atributos como valor refugio en el que localizar aquellas inversiones especialmente sensibles a la incertidumbre. La tendencia depreciadora que ven¨ªa experimentando esta moneda desde hace meses se ha agudizado durante el conflicto, llegando a registrar el precio m¨¢s bajo desde la Segunda Guerra Mundial frente al marco alem¨¢n, siendo tambi¨¦n destacable su p¨¦rdida de valor frente a otras monedas, incluida la peseta.El impacto inflacionista asociado al aumento en el precio del petr¨®leo ayuda a un diagn¨®stico previo al conflicto de la econom¨ªa de EE UU, en el que eran dominantes los indicadores de un estancamiento, del que no pod¨ªa descartarse un horizonte de recesi¨®n. Las tasas de crecimiento del 1,7% y 1,2% anuales, registradas durante los dos primeros trimestres de este a?o, se-ver¨¢n notablemente reducidas en los pr¨®ximos, sin descartar que caigan sucesivamente por debajo del fat¨ªdico 1 %,convencionalmente expresivo de una aut¨¦ntica recesi¨®n.
La intensa dependencia de la financiaci¨®n ajena de unas empresas ya fuertemente endeudadas y un sistema bancario de cuestionable solvencia constituyen restricciones estructurales sobre la actuaci¨®n de las autoridades econ¨®micas en aquel pa¨ªs en su pretensi¨®n por reducir la severidad de la inflaci¨®n y, en todo caso, por evitar que su impacto sea superior al correspondiente a los principales pa¨ªses competidores. Dif¨ªcil dilema para la Reserva Federal, que se ver¨¢ obligada a empe?ar transitoriamente la ortodoxia monetaria e hibernar su independencia de la Casa Blanca, posibilitando, en el mejor de los casos, la contenci¨®n de los tipos de inter¨¦s.
El excesivo apoyo que el crecimiento de EE UU ha tenido en el endeudamiento se presenta como uno de los factores desencadenantes de su interrupci¨®n. La m¨¢s cautelosa orientaci¨®n de los cr¨¦ditos de las entidades bancarias, especialmente manifiesta en actividades clave de la expansi¨®n registrada en,los ¨²ltimos siete a?os y medio -como la construcci¨®n y las reestructuraciones empresariales-, acent¨²a esa debilidad sintom¨¢tica de una recesi¨®n en algunos Estados. En gran medida, esas cautelas no son sino consecuencia visible de las dificultades por las que atraviesa el propio sistema bancario en aquel pa¨ªs, de las que la crisis de las cajas de ahorro es el exponente m¨¢s elocuente.
La flexibilidad con que el banco central estadounidense responda a esas amenazas, propiciando incluso el descenso de los tipos de inter¨¦s a corto plazo, no est¨¢ exenta de efectos secundarios. Independientemente de la dificultad para contener la inflaci¨®n, unos tipos de inter¨¦s a la baja no contribuyen a atraer el ahorro exterior, hoy esencial en la financiaci¨®n del d¨¦ficit presupuestario. Las respuestas en direcci¨®n opuesta de las autoridades monetarias del resto de los principales pa¨ªses industrializados contribuir¨¢n a estrechar a¨²n m¨¢s un diferencial de tipos de inter¨¦s que ya es negativo en algunos casos, y, con ¨¦l, las remuneraciones de los activos financieros denominados en d¨®lares.
No faltan razones, por tanto, que justifiquen esa ca¨ªda en desgracia de la moneda norteamericana y, en todo caso, la cesi¨®n de ese papel de refugio que la solidez de su econom¨ªa le atribu¨ªa. Afrontar ahora la reducci¨®n de los excesos presupuestarios de toda una d¨¦cada es un empe?o tanto m¨¢s dificil cuanto m¨¢s duradero sea el conflicto en el Oriente Pr¨®ximo, cuyo sostenimiento econ¨®mico hoy reclama la Administraci¨®n estadounidense.
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