'Dick Tracy' inaugur¨® anoche una Mostra de Venecia que sigue contaminada por la pol¨ªtica
Los ministros de Cultura europeos debatieron sobre el futuro del cine de sus pa¨ªses
Ayer se produjo en el Festival de Cine de Venecia una ins¨®lita doble sesi¨®n inaugural. En la primera se present¨® el filme La africana, para poner de manifiesto que estamos en un certamen europeo. En la segunda se present¨® el impresentable norteamericano Warren Beatty con un castillo de naipes tit¨²lado Dick Tracy, cromito prodigiosamente coloreado por el europeo Vittorio Storaro. Horas antes, los ministros de Cultura europeos cenaron juntos para debatir el futuro del cine en Europa, mientras los alrededores del Palazzo construido por Benito Mussolini est¨¢n cercados por la sombra de Warren Beatty disparando su metralleta al estilo de Al Capone.
Con esta absurda -una descarada intromisi¨®n de los intereses pol¨ªticos en una Mostra que se autocalifica pomposamente de arte cinematogr¨¢fico- duplicaci¨®n de la sesi¨®n inaugural se contenta a tirios y a troyanos o, m¨¢s a ras de suelo, se da la proverbial una de cal y otra de arena, siendo la de cal, obviamente, para el cine de Estados Unidos, que domina desde el primer d¨ªa, y por causas extracinematogr¨¢ficas, esta Mostra nuevamente contaminada de pol¨ªtica, dicha esta palabra en su viejo sentido infamante.Casi paralelamente, la concentraci¨®n en Venecia
-convocados por el ministro italiano del Espect¨¢culo, Carlo Tognoli- de los ministros de Cultura europeos adquiere un inevitable aire c¨®mico, casi esperp¨¦ntico. En esta reuni¨®n casi furtiva, pues nadie dio la cara por ella despu¨¦s de celebrada, se abordaron cuestiones como las relaciones cinematogr¨¢ficas entre Europa y Estados Unidos, cuya insuperable materializaci¨®n visual es precisamente esa referida silueta en negro de la metralleta de Dick Tracy, y cuyo ¨²ltimo sentido desvel¨® un airado periodista italiano cuando Warren Beatty, ocultando sus muecas detr¨¢s de una cortina de gorilas, entr¨® ayer en la sala de prensa del hotel Excelsior para ofrecer a la multitud de acreditados una de las lecciones de mediocridad m¨¢s espectaculares que este cronista ha visto en decenas y decenas de actos de este tipo.
El ilustre hermano de Shirley MacLaine ya hab¨ªa ofrecido carnazas para levantar el sentido del escarnio italiano cuando, seg¨²n nos cuentan aqu¨ª, exigi¨® que liberaran al avi¨®n que lo trajo el pasado lunes a Venecia de asientos y dejaran su interior vac¨ªo y con moqueta por si se le ocurr¨ªa hacer footing durante el viaje. Nadie ha contado si lo hizo o no, pero hay indicios de que pudo hacerlo, ya que en la rueda de prensa su elocuencia se qued¨® muda por el cansancio y el divo, como su metralleta, dispar¨® contra la prensa salvas de balbuceos y de monos¨ªlabos, de esas que s¨®lo se escuchan en los departamentos que los hospitales psiqui¨¢tricos destinan al tratamiento de la oligofrenia o subnormalidad.
Pero la cosa pudo llegar a m¨¢s cuando las docenas de c¨¢maras de las televisiones situadas a la izquierda del hermano de MacLaine recibieron instrucciones de trasladarse al otro lado de la sala. Eran ¨®rdenes directas del expeditivo Dick Tracy: "No me gusta que me filmen por ese lado de mi cara". El suave idioma italiano hay veces que se afila como una navaja barbera, sobre todo cuando en ¨¦l se pronuncia con convicci¨®n la palabra imb¨¦cil. Y ¨¦sta es la palabra que el aguerrido Dick Tracy oy¨® cortar el aire viciado de la sala de prensa sin dar muestras de acuse de recibo. No era para menos. Mientras tanto, nuestros ministros de Cultura redactaban una serie de directivas para estimular y dar mayor operatividad a la producci¨®n, distribuci¨®n y creatividad del cine europeo.
Irse de copas
Y ah¨ª entra el segundo filme inaugural, La africana, escrito y dirigido por la alemana Margarethe von Trotta e interpretado por Stefania Sandrelli, Barbara Zukova y Sami Frei, que es un modelo de c¨®mo convertir al cine en un arte disuasorio, en una invitaci¨®n a irse a tomar copas. Una excelente idea da lugar a una pel¨ªcula sumamente aburrida, cuyo desarrollo se le escapa a su autora de las manos y, junto a escenas interesantes y no exentas de rigor, adosa otras completamente arbitrarias y sin el menor inter¨¦s.La pel¨ªcula parece -si no lo es- elegida aposta para el lucimiento de Dick Tracy, filme que es una ant¨ªpoda en muchos sentidos, pero sobre todo en uno: de una idea trivial saca un filme entretenido, imb¨¦cil pero entretenido, pues no es un secreto para nadie que abundan, en el cine y fuera de ¨¦l, los entretenimientos imb¨¦ciles, pronunciada nuevamente la palabra imb¨¦cil a la manera radical italiana. Mientras tanto, Guglielmo Biraghi, director de la Mostra de Arte Cinematogr¨¢fico, proclama que su festival aspira a ser ante todo un acto de libertad y acusa literalmente a los que gatopardescamente quieren cambiar todo para que todo siga igual. Se olvida de que hay otros que quieren dejar todo como est¨¢ para que, obviamente, todo siga, igualmente, igual.
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