La opini¨®n p¨²blica y el servicio militar
Todav¨ªa no salgo de mi perplejidad ante el revuelo organizado en los medios de comunicaci¨®n, al parecer, por la remisi¨®n a un parlamentario de una a?eja encuesta del Centro de Investigaciones Sociol¨®gicas acerca de la opini¨®n de los j¨®venes sobre las Fuerzas Armadas y el servicio militar, realizada en el primer cuatrimestre de 1986. Estoy desconcertado porque esa encuesta no es ninguna novedad, al menos para quienes nos preocupamos profesionalmente de estos asuntos desde hace a?os y no por un electoralismo t¨¢cito o manifiesto. De hecho, la encuesta no pertenece a esos an¨¢lisis del CIS de difusi¨®n limitada que tanto interesan a la oposici¨®n, o, al menos, eso dicen a quien les quiera escuchar. Por el contrario, est¨¢ publicada en su integridad por la Revista Espa?ola de Investigaciones Sociol¨®gicas en su n¨²mero correspondiente a los meses de octubre a diciembre de 1986, p¨¢ginas 221-267.Adem¨¢s ha recibido una sintom¨¢tica descalificaci¨®n global por parte de un soci¨®logo vinculado org¨¢nicamente a la instituci¨®n militar, que ya en 1988 aduc¨ªa presuntos errores en su codificaci¨®n que anulaban su validez. No se comprende muy bien, por tanto, la s¨²bita preocupaci¨®n del diputado ante su documentado descubrimiento si no fuera por cierta falta de profesionalidad en el desempe?o de su funci¨®n representativa. En este caso, la ignorancia ajena produce algo m¨¢s que rubor y conmiseraci¨®n, pues si es indicativa de la dedicaci¨®n profesional de parte del personal pol¨ªtico de la democracia a un grave problema de nuestro pa¨ªs, ?qu¨¦ suceder¨¢ cuando el tema no prometa rendir votos potenciales?
No hace falta recordar que cuando las encuestas est¨¢n bien realizadas, cuando son v¨¢lidas y fiables, proporcionan una fotograf¨ªa de la opini¨®n en un momento dado que, por ejemplo, podr¨ªa ser distinta de modificarse la formulaci¨®n o el tono de una pregunta. Somos muchos los que hemos opinado, hace tiempo y desde perspectivas muy distintas, en favor de la modernizaci¨®n del servicio militar obligatorio. Los diferentes sectores de los movimientos de objetores, pacifistas y antimilitaristas, con el reciente y tenebroso a?adido de la pretensi¨®n de incumplimiento de la ley por parte de algunos ayuntamientos nacionalistas en el Pa¨ªs Vasco, difunden valores contrarios, en general, a la prestaci¨®n personal al Estado democr¨¢tico y, en particular, a nuestras Fuerzas Armadas, lo que resulta leg¨ªtimo siempre y cuando no se traspase el l¨ªmite de la desobediencia civil y se atenga uno a las consecuencias pol¨ªticas y penales del quebranto de la legalidad.
El servicio obligatorio corno m¨¦todo para encuadrar la fuerza de trabajo militar temporal ha sufrido cierta decadencia desde la II Guerra Mundial. Las razones son muy variadas. El aumento de la capacidad destructiva de los sistemas de armas modernos es una de ellas. La industrializaci¨®n difunde un modo de vida contrario al servicio obligatorio, que ha perdido su sentido de aventura y de rito de paso hacia la madurez en una sociedad agraria, percibi¨¦ndose como algo in¨²til, que inhibe el desarrollo personal y limita la b¨²squeda del placer individual; las intromisiones de los superiores en la intimidad y las vejaciones de obra refuerzan esta tendencia. La defensa nacional tiene que competir con el bienestar social y la protecci¨®n al medio ambiente para allegar fondos provenientes de los impuestos, y aunque en este pa¨ªs los gastos militares parecen ganar siempre, no ocurre lo mismo en otros lares. Las pol¨ªticas p¨²blicas se elaboran y discuten en t¨¦rminos econ¨®micos; la gente acepta esta l¨®gica y piensa que el servicio militar es un impuesto injusto y oculto, por lo cual apoya su compensaci¨®n seg¨²n los criterios del mercado. La decadencia del reclutamiento forzoso ha seguido distintos caminos en los pa¨ªses de la OTAN. En algunos se ha eliminado, como en Estados Unidos en 1973, el Reino Unido y Canad¨¢, manteni¨¦ndose en el resto, y en pa¨ªses neutrales como Suecia o Suiza. En Estados Unidos se debati¨® con rigor y profundidad durante cinco a?os antes de abolirlo, y con la guerra de Vietnam en los hogares cada d¨ªa gracias a las cadenas privadas de televisi¨®n.
Reclutas
Los cambios se han dirigido a disminuir el n¨²mero de reclutas o el tiempo de servicio en filas. Las opciones no son muchas adem¨¢s de su eliminaci¨®n. Una posibilidad es reducir la duraci¨®n del periodo obligatorio a un plazo breve, seis meses, seguido de una reserva muy prolongada. Otra es establecer un sistema de doble vinculaci¨®n, manteniendo el servicio militar para la defensa territorial o las unidades de apoyo, e impulsando el voluntariado bien remunerado para dotar a las fuerzas de intervenci¨®n r¨¢pida.
La legislatura que a¨²n balbucea tiene que resolver el problema crucial de la imprescindible reforma del servicio militar. El resultado de las elecciones generales posteriores a la encuesta de marras ha dejado en mal lugar a los demagogos que agitaron irresponsablemente con una mili condensada en c¨®modos fasc¨ªculos coleccionables. Pero tambi¨¦n el partido mayoritario se comprometi¨® a reducir el tiempo de servicio y, lo que es m¨¢s importante, a mejorar radicalmente las condiciones de su ejercicio. De momento ya se ha alterado la estructura del Ministerio de Defensa, cre¨¢ndose una direcci¨®n general para el impulso de la transformaci¨®n del servicio militar.
Es hora de que todos los partidos pol¨ªticos representados en las c¨¢maras adopten las medidas necesarias para dar cumplimiento a sus compromisos electorales y resuelvan con rigor, dedicaci¨®n y profesionalidad las graves inquietudes que suscita la mili en la opini¨®n p¨²blica espa?ola. Y es preciso que lo hagan de forma que se garantice la eficacia funcional del reclutamiento de la fuerza de trabajo temporal para la organizaci¨®n militar. Acortar el tiempo de servicio en filas sin desarrollar, a la vez, la captaci¨®n de recursos humanos voluntarios, suficientes y motivados puede ir en detrimento del propio papel de las Fuerzas Armadas, lo cual se compagina mal con la consolidaci¨®n de la democracia en Espa?a.
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