Jane Campion devuelve el buen cine con la biograf¨ªa de la poetisa neozelandesa Janet Frame
?NGEL FERN?NDEZ-SANTOS ENVIADO ESPECIAL De nuevo, como hace unos d¨ªas ocurri¨® con la pel¨ªcula malaya El muro, las ignoradas ant¨ªpodas del planeta est¨¢n dando lecciones a este famoso ombligo cinematogr¨¢fico occidental. Un ¨¢ngel en mi mesa es obra de una cineasta neozelandesa casi desconocida (no tiene m¨¢s antecedente que Sweetie, un filme experimental que gan¨® en Cannes hace dos a?os el Premio Georges Sadoul) llamada Jane Campion. Es una bella obra llena de talento y ternura que cuenta la vida de la poetisa Janet Frame, tambi¨¦n de Nueva Zelanda e igualmente casi desconocida aqu¨ª. Complet¨® el d¨ªa el corto, duro, pesimista e interesante filme b¨²lgaro El ¨²nico testigo, dirigido por Mija¨ªl Pandurski, otro desconocido provisional.
La narradora y poetisa Janet Frame naci¨® en 1924 y vivi¨® su infancia en una pobre regi¨®n rural de Nueva Zelanda. Fue una ni?a poco afortunada f¨ªsicamente y de una timidez enfermiza que creci¨® aislada, circunstancia que le hizo vivir prematuramente una intensa experiencia de la soledad y, derivada de ella, una singular disposici¨®n para la composici¨®n de poemas y relatos que le permiti¨® obtener una beca para realizar estudios universitarios y salir as¨ª del cerrado mundo campesino donde parec¨ªa condenada a vivir y morir.Es, al parecer, una escritora de creciente celebridad en su pa¨ªs, sobre todo a ra¨ªz de la publicaci¨®n en 1987 de un libro autobiogr¨¢fico en el que, con desarmante sinceridad, narra su perturbadora y realmente atroz ni?ez y adolescencia. Era tanta y tan insalvable su timidez que sus tutores universitarios la enviaron a un hospital psiqui¨¢trico, donde los m¨¦dicos le diagnosticaron err¨®neamente un proceso irreversible de esquizofrema. Lleg¨® a sufrir infinidad de electrochoques y una amenaza de lobotom¨ªa que pudo sortear gracias a un azar.
Huida a Europa
Despu¨¦s de ocho a?os en el manicomio, Janet Frame fue enviada provisionalmente a su casa, y all¨ª encontr¨® la manera de huir a Europa. Pas¨® una temporada en Londres y despu¨¦s vivi¨® en Espa?a, donde se hizo mujer y encontr¨® su definitivo camino como poetisa y narradora. Y con este equipaje simple y atroz retorn¨®, hacia 1960, al otro lado del planeta y cont¨® su vida en un libro por todos los s¨ªntomas, estremecedor.
Jane Campion ley¨® el libro, qued¨® admirada y realiz¨® sobre ¨¦l un filme reverencial, enamorado, que es el anuncio de una gran cineasta de talla universal. Tras su experiencia formativa de Sweetie, agarrotado cine sobre cine, Jane Campion ha soltado las amarras que la ataban a las filmotecas y ha mirado de frente a la vida.
Eso es su filme: un jir¨®n de vida, de vida humana en carne viva. Dice Jane Campion de Un ¨¢ngel en mi mesa que es un filme "no s¨®lo sobre la vida, sino sobre la b¨²squeda del sentido de la vida". Es exacto. Nada que a?adir, salvo que hay en ¨¦l una desarmante delicadeza, una infrecuente sensibilidad. Siendo un relato sobre la formaci¨®n de una vocaci¨®n literaria, nada hay en ¨¦l de literatura: hay puro cine y una apoteosis de im¨¢genes, en especial durante la primera hora de su metraje, que abarca la ni?ez y primera adolescencia de Janet Frame.
Ni un solo enga?o con la c¨¢mara, ni un rastro de concesi¨®n al melodrama -pese a que el argumento lleva dentro una fuerte carga de situaciones melodram¨¢ticas-, y en cambio, derroches de amor por lo que esas bell¨ªsimas im¨¢genes, casi iconos m¨ªticos, tienen de canto, desde la infelicidad a la felicidad, desde la opresi¨®n a la libertad, desde el umbral de la muerte al conmovedor suceso de la vida.
Pel¨ªcula de una mujer sobre una mujer, Un ¨¢ngel en mi mesa es un trabajo inimaginable procedente de otras manos y de otros ojos que no sean los de Janet Frame y Jane Campion: mujeres.
Estalinismo
Lo contrario que El ¨²nico testigo, filme un tanto ins¨®lito obra del b¨²lgaro Mija¨ªl Pandurski de una hora de duraci¨®n, escueto y l¨²gubre, obra de un hombre y sobre hombres a la deriva en un infierno social y pol¨ªtico creado por ellos y del que ahora son v¨ªctimas.
Lastrado por incursiones in¨²tiles en un formalismo excesivamente abstracto, lo que le hace duro de digerir, El ¨²nico testigo se hace perdonar estos errores por el coraje de su visi¨®n de los entresijos de la descomposici¨®n del r¨¦gimen estalinista en Bulgaria, y tiene por ello un incontestable valor de documento hist¨®rico profundo, de intrahistoria de una cat¨¢strofe colectiva encarnada en unos caracteres, en unos individuos atrapados por un atolladero humano irremediable.
El buen cine, nuevamente desde el trasero del mundo, ha vuelto a este opulento y est¨¦ril escaparate occidental.
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