Nuestras relaciones con los ¨¢rabes
Para los ¨¢rabes, la crisis del Golfo puede acabar de diversas maneras, ninguna de ellas muy buena. La peor llevar¨ªa a un desastre generalizado en la zona, causado por una reacci¨®n extrema iraqu¨ª, como consecuencia de un dram¨¢tico exacerbamiento de la tensi¨®n. Privado de toda otra opci¨®n, Sadam decide invadir Jordania, lo que (cosa que ha anunciado varias veces) desata la intervenci¨®n de Israel. El caos es total. Las masas ¨¢rabes, frustradas, manipuladas, desesperadas durante mucho tiempo, empapadas de propaganda de guerra santa, ah¨ªtas de la impotente, directa o indirecta, presencia norteamericana en el ¨¢rea, se alzan. ?Qu¨¦ hacen los Gobiernos de Damasco y Teher¨¢n, enemigos de Bagdad? ?Se aprovechan del r¨ªo revuelto para ajustar cuentas, personales y de fronteras, con Irak? ?Qu¨¦ har¨¢ Mosc¨² si la yihad se contagia a las rep¨²blicas sovi¨¦tico-isl¨¢micas del sur de la Uni¨®n, que confinan con Ir¨¢n?La menos mala consiste en que el bloqueo logra a medio plazo la renuncia o la desaparici¨®n voluntaria o forzosa de Sadam Husein. En este segundo escenario, menos desfavorable, las tropas extranjeras se retiran de Arabia Saud¨ª en un plazo razonable. Pero en uno u otro supuesto, ante los Ojos ¨¢rabes, la imagen de los occidentales quedar¨¢ malparada durante mucho tiempo. Obviamente, de una forma mucho m¨¢s dram¨¢tica en el primero (guerra en la zona). .
Finalizada la crisis de uno u otro modo, ?cu¨¢l es el panorama, desolador en mayor o menor grado, con el que nos enfrentamos? Muy posiblemente, rencor generalizado de los ¨¢rabes hacia Occidente e incremento de la frustraci¨®n. No s¨®lo no se gana causa alguna sino que se incrementa la dependencia al haberse producido una mayor divisi¨®n en la naci¨®n ¨¢rabe. Los ¨¢rabes, como dir¨ªa Jean Daniel, contin¨²an teniendo necesidad de desquitarse con el destino. Forzado por ¨¦l, y tras mostrarse ambiguo respecto a la anexi¨®n de Kuwalt por Irak, Arafat se ve incapaz de convencer de que no pod¨ªa manifestarse de otra manera, al menos en los primeros momentos. Tras a?os de esfuerzo exitoso para persuadir a la Comunidad Europea (declaraciones de Venecia y Madrid) de que, la OLP es el interlocutor v¨¢lido del pueblo palestino, surgir¨¢ en el seno de aqu¨¦lla alg¨²n pa¨ªs con pretensiones revisionistas de la doctrina comunitaria. ?ste ser¨¢ uno de los golpes concretos que la invasi¨®n del rico emirato, interesado sostenedor financiero de la OLP, habr¨¢ producido a las aspiraciones palestinas.
La Liga de los Estados ?rabes -cuya mera existencia es casi un sarcasmo del concepto de naci¨®n ¨¢rabe- probablemente habr¨¢ dejado de existir de hecho, fraccionada al menos en dos bloques, irreconciliables por tiempo imprevisible. La reciente dimisi¨®n de su secretario gereral, Klibi, es un augurio.
Por otro lado, en Occidente entraremos en una ¨¦poca en que habr¨¢ que esforzarse por predicar, como dice A.M. Rosenthal, que los Estados ¨¢rabes son peligrosos no porque los ¨¢rabes nazcan con un cuchillo en la boca, sino porque, con ayuda norteamericana, gobiernan s¨®lo dictadores. Los dictadores son inseguros, porque no son elegidos. Y los dirigentes inseguros que disponen de ej¨¦rcitos son peligrosos por definici¨®n.
Una ¨¦poca en la que el enfrentamiento -b¨¦lico o no- habr¨¢ facilitado la profundizaci¨®n de las tensiones inter¨¦tnicas, incluso en un pa¨ªs, Estados Unidos, acostumbrado en su momento a la inmigraci¨®n multicultural. Con seguridad, crecer¨¢ el sentimiento anti¨¢rabe, y en aquellos Estados, ciudades e instituciones norteamericanos donde la implantaci¨®n jud¨ªa es m¨¢s fuerte, cobrar¨¢n a¨²n mayor actualidad estas tristes manifestaciones del profesor norteamericano de origen palestino Edward Said: "La vida de un ¨¢rabe palestino en Occidente, particularmente en Estados Unidos, es descorazonadora. Existe aqu¨ª un consenso casi un¨¢nime de que pol¨ªticamente no existe. Y cuando se le permite que exista, se le tiene por una molestia o por un oriental. El ambiente de racismo, estereotipos culturales, imperialismo pol¨ªtico, ideolog¨ªa deshumanizadora en torno a lo ¨¢rabe y a lo musulm¨¢n es, en verdad, muy fuerte, y es algo que todo palestino ha llegado a sentir como una maldici¨®n del destino".
Europa tras la crisis
?Y en Europa? ?C¨®mo ser¨¢n en la Europa de la poscrisis del Golfo, independientemente de un necesario y equitativo ajuste de los precios del petr¨®leo, nuestras relaciones con los ¨¢rabes? Naturalmente, no es deseable que la actual conmoci¨®n se haya producido, pero esperemos que al menos haya servido para despertar conciencias, en todas direcciones, individuales y colectivas. Que la Europa de la orilla norte del Mediterr¨¢neo profundice y sepa transmitir con urgencia a nuestros socios centro y noreuropeos lo que crecientemente puede suceder del Magreb al Masreq, de Mauritania a Egipto. Que el fundamentalismo (todo tipo de fundamentalismo, aunque ahora nos refiramos al islamismo) fermenta y se desarrolla en situaciones de crisis social y que en aquellos pueblos que practican una religi¨®n que les dota de uri c¨®digo de conducta v¨¢lido para todo tipo de situaciones, de lo privado a lo p¨²blico, con facilidad se transforma en crisis pol¨ªtica o revolucionaria cuando el medio econ¨®mico-social no permite otra salida.
Ejemplos de lo que puede avecinarse en el norte de ?frica hay varios: de Egipto, pasando por T¨²nez, a Argelia, donde, como se recordar¨¢, el pasado junio el movimiento fundamentalista propin¨®, en elecciones municipales libres por vez primera, una solemne derrota al partido del Gobierno, el cada vez, obviamente, menos popular y menos libertador FLN.
De ellos, acuciados por la crisis social, econ¨®mica y pol¨ªtica y gobernados por ¨¦lites incapaces de poner remedio, proviene la oleada de inmigrantes que reciben pa¨ªses europeos, en especial Francia e Italia, y crecientemente Espa?a. Si Robert Lafont no yerra, podr¨ªamos estar en ciernes de la tercera cris¨ªs de mezcla de razas en Europa, tras la primera de la antig¨¹edad que dio origen al concepto Europa y de la segunda se produjo los europeos modernos, consecuencia de la Integraci¨®n de pueblos germ¨¢nicos y mediterr¨¢neos tras la ca¨ªda del imperio romano.
Una oleada inmigrator¨ªa de miles y miles de personas sin empleo, de cultura y religi¨®n diversas, redibidas en una Europa cuyos ¨ªndices de inflaci¨®n, paro y desarrollo estar¨¢n influidos en los pr¨®ximos a?os precisamente por nuestras relaciones con los pa¨ªses productores de petr¨®leo al este de Suez. Un fen¨®meno tal puede generar problemas graves. Debemos suavizar su impacto y, todav¨ªa mejor, procurar disminuirlo.
Para ello nada mejor que colaborar a eliminar las causas en los puntos de origen, esto es, contribuyendo a reducir el subdesarrollo y el hambre, que de ello se trata. Necesitamos establecer un sistema de cooperaci¨®n euromediterrtrico eficaz. Ello cuesta dinero, pero m¨¢s puede costarnos a todos si no se comienza a trabajar seriamente sobre el asunto. Por primera vez existe una iniciativa pol¨ªtica espa?ola en esta l¨ªnea, la llamada Conferencia de Seguridad y Cooperaci¨®n en el Mediterr¨¢neo (CSCM), plenamente asumida y copatrocinada por Italia y que empieza a ser considerada por Francia y Portugal. Se trata de un proceso, largo por naturaleza, destinado a lograr entre los Estados ribere?os del sur y norte del Mare Nostrum una red de intereses comunes que haga imposible entre ellos los conflictos graves y facilite las labores en com¨²n. Seguridad y desarrollo se complementan. Si es cierto que este ¨²ltimo no puede darse en situaci¨®n de anarqu¨ªa social, no lo es menos que el hambre provoca autom¨¢ticamente inseguridad social, nacional e internacional.
Un sistema mediterr¨¢neo de cooperaci¨®n impulsar¨ªa el desarrollo econ¨®mico y el intercambio comercial equilibrado entre ambas orillas, aumentar¨ªa el entendimiento cultural, fomentar¨ªa la mutua comprensi¨®n pol¨ªtica (v¨ªa di¨¢logo euro¨¢rabe, entre otros medios) y trabajar¨ªa, entre otros objetivos de similar naturaleza, por la salud ambiental-industrial de nuestra cuenca (Convenci¨®n de Barcelona asumida verdaderamente por todos).
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