Especialistas y generalistas
En algunos pa¨ªses abundan los especialistas -los que saben mucho de una sola cosa- y escasean los generalistas -los que saben algo de muchas cosas- En Espa?a suele ocurrir lo contrario: hay especialistas, pero no todos los que se necesitan y, en cambio, los generalistas son legi¨®n.?Es lo ¨²ltimo bueno o malo?
Mi primera respuesta es: ser¨ªa preferible que hubiera m¨¢s especialistas pero siempre que ¨¦stos fuesen buenos. Y no ser¨ªa da?ino que hubiese bastantes generalistas siempre que ¨¦stos no fueran malos.
En suma, mucho depende del g¨¦nero de especialistas y de generalistas de que se hable. No son lo mismo los especialistas y los generalistas a ultranza que los especialistas que se interesan asimismo por cuestiones, m¨¢s generales o que los generalistas que aspiran a tener en cuenta por lo menos lo que los especialistas hayan dicho o puedan decir sobre una determinada materia.
Empezar¨¦ con un dato personal: un profesor de filosof¨ªa s¨¦ opuso ferozmente -la ferocidad es su fuerte- a que un fil¨®sofo que hab¨ªa ganado merecidamente unas oposiciones a c¨¢tedra ocupara esta ¨²ltima por raz¨®n de haber escrito una disertaci¨®n sobre m¨ª y espec¨ªficamente sobre mi pensamiento filos¨®fico. Una persona que haya perdido el tiempo escribiendo sobre alguien que no sea un especialista sin, tacha en su materia y que -?pecado capital!- escriba para los diarios y, por si fuera poco, confeccione narraciones -arguy¨® el opositor al opositor- no merece ser considerado como fil¨®sofo. Los fil¨®sofos se ocupan -si se quiere, deber¨ªan ocuparse- de filosof¨ªa al modo que los cardi¨®logos se ocupan del coraz¨®n y los oftalm¨®logos de la vista y aun dentro de estos sectores caben especialidades. En la ciencia hay que acotar a menudo sectores de investigaci¨®n muy limitados. Tambi¨¦n, aunque seguramente menos, hay especialidades de la filosof¨ªa: se puede saber mucho de metal¨®gica y poco de ¨¦tica profesional, o viceversa.
En principio todo esto tiene un aire muy razonable. No se puede saber todo y, como dice el adagio, el que mucho abarca poco aprieta y, al final, todo puede terminar en vagas opiniones injustificadas: niebla y humo que anubla la b¨®veda celeste como le dec¨ªa Fausto a Gretchen cuando trataba de describirle lo indescriptible. De modo que s¨ª; hay que desconfiar de los que pretenden abarcar demasiado, de los generalistas que son ¨²nicamente generalistas. Entre sus antecesores figuran probablemente los contertulios que hablaban de todo lo humano y lo divino sentados en los sof¨¢s de cuero de los caf¨¦s novecentistas. Dicho sea de paso, es l¨¢stima que hayan desaparecido pr¨¢cticamente esos caf¨¦s, pero no porque hubieran sido fuente de descubrimientos cient¨ªficos o filos¨®ficos.
Pregunt¨¦monos ahora: ?est¨¢n,los especialistas fuera de todo reproche?
En bastantes casos, s¨ª. En medicina, por ejemplo, no hay m¨¢s remedio que acudir a ellos cuando se plantea un problema que requiere un conocimiento a fondo de un ¨®rgano o de una funci¨®n determinados. Para trastornos en la vejiga consultamos a un ur¨®logo. Pero ni siquiera esto puede bastar para ciertos casos graves o complicados. Si el ur¨®logo es prudente recomendar¨¢ una segunda opini¨®n (de otro ur¨®logo). Y si es m¨¢s prudente todav¨ªa es posible que ¨¦l mismo consulte a otros especialistas, sin descuidar -lo que a veces, lamentablemente, sucede- a ese especialista quees a su vez un generalista, el m¨¦dico de cabecera, que seguramente sabr¨¢ menos que los especialistas en un aspecto determinado, pero que sabr¨¢ mucho m¨¢s que todos ellos de un sujeto nada desde?able: el paciente. As¨ª, ning¨²n conocimiento se basta a s¨ª mismo, y aunque ser¨ªa de todo punto absurdo creer, como algunos m¨ªsticos alemanes medievales, que todo in fluye sobre todo, es juicioso pensar que hay relaciones entre algo muy especial y algo un tanto m¨¢s general. -
?Ocurre algo parecido en otras ramas del saber, por ejem
plo en la filosofia? Hay casos en
que conviene ser un especialista, esto es, un fil¨®sofo profesional. Y es muy posible que en Espa?a no haya bastantes. Pero, m¨¢s a¨²n que en el caso de otras disciplinas del saber, cabe preguntarse en filosof¨ªa si el ser un fil¨®sofo profesional, o un especialista, es por s¨ª mismo cosa deseable. ?Hasta qu¨¦ punto se necesitan especialistas que en lo que se especializan sobre todo es en la producci¨®n de galimat¨ªas monumentales? Durante un simposio sobre Ludwig Wingenstein en Gerona el pasado a?o se le pregunt¨® a la fil¨®sofa G. E. M. Anscombe si tendr¨ªa inconveniente en escribir algo para un diario, ya fuese sobre el propio simposio o sobre alg¨²n tema relacionado con Wittgenstein. "?Para un diario dice?", pregunt¨® Anscombe con aire de incredulidad. No era menester preguntar m¨¢s: la profesora Anscombe no iba a escribir una sola l¨ªnea para ning¨²n diario, simplemente porque esta eventualidad no encajaba en su modo de hacer filosof¨ªa. Cosa que me parece muy comprensible; la profesora Anscombe es, en el mejor sentido de esta palabra, una especialista -una especialista de diversos campos filos¨®ficos-. No ten¨ªa por qu¨¦ escribir para un diario. Pero supongamos que una invitaci¨®n de este tipo la hubiese rechazado alg¨²n profesor de filosof¨ªa que, con la excusa de no salirse de su esfera profesional, invade las bibliotecas con toda clase de tinieblas filos¨®ficas. ?No ser¨ªa preferible que, m¨¢s modestamente, colaborase en la prensa diaria, donde si m¨¢s no aprender¨ªa la nada desde?able disciplina de confinarse a un espacio relativamente limitado?
Durante un tiempo Ortega y Gasset se disculp¨® de ejercer la filosofia de un modo a la saz¨®n heterodoxo, escribiendo ensayos y publicando art¨ªculos en los diarios. Creo que no ten¨ªa por qu¨¦ disculparse. Para empezar, la historia de la filosof¨ªa -en todo caso, de la filosof¨ªa moderna- est¨¢ llena de fil¨®sofos que no se han limitado a su especialidad y que no por ello han causado ning¨²n da?o a su pensamiento filos¨®fico: Voltaire, Rousseau, Locke, Hume son algunos de ellos. Pero hay otros, como puede comprobarlo cualquier persona que acuda a sus obras completas y no a los relativamente pocos textos estimados can¨®nicos para la ense?anza. Y en el siglo XX, tenemos, adem¨¢s de Ortega y Gasset, a otros que, como Bertrand Russell probaron que ten¨ªan m¨¢s y m¨¢s interesantes cosas que decir en bastantes especialidades que los propios especialistas.
En suma: lo que importa no es tanto ser o no ser un especialista, o un generalista, como el modo de serlo. Aunque trivial, conviene repetirlo: hay buenos especialistas y malos especialistas, y tambi¨¦n, ni que decir tiene (y, por desgracia, en mayor abundancia a¨²n) malos generalistas y generalistas mal¨ªsimos.
El que una persona determinada sea o no un especialista bueno o malo es asunto a discutir. Puede que sea p¨¦simo, en cuyo caso ser¨¢ perder el tiempo ocuparse de lo que haya podido decir o hacer en su supuesta especialidad. Pero el que un especialista sea a la vez ungeneralista no es necesariamente malo, sino que puede inclusive ser excelente, siempre que no maneje su especialidad como un arma para apisonar a quienes le contradigan en cualquier asunto o, lo que muchas veces viene a ser lo mismo, siempre que no aplique autom¨¢ticamente su especialidad para la soluci¨®n de cualesquiera problemas -la c¨¦lebre "barbarie del espec¨ªalismo" a que se refiri¨® Ortega y Gasset repetidamente.
Indiqu¨¦ antes que posiblemente faltan en el pa¨ªs buenos especialistas, pero ello no quiere decir tampoco que los buenos generalistas sobreabunden. En este caso, la cl¨¢sica m¨¢xima: "De nada, demasiado" deber¨ªa sustituirse por otra: "De todo -si es bueno- mucho'.
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