La paz como cammo
EL PASO del tiempo hace m¨¢s factible que la intenci¨®n real de los aliados sea doblegar a Sadam Husein por la fuerza del embargo y no por la de las armas, y que la credibilidad y eficacia de las medidas (la ¨²ltima de las cuales, aunque no la ¨²ltima de las posibles, ha sido la imposici¨®n por el Consejo de Seguridad del embargo a¨¦reo) exige la instalaci¨®n de un dispositivo militar gigantesco.El castigo de Irak tiene fundamentos esencialmente pol¨ªticos. Parece claro que la crisis del Golfo tiene menor repercusi¨®n directa (al margen de la recesi¨®n psicol¨®gica que ha generado) sobre las actuales dificultades de la econom¨ªa del petr¨®leo. Aunque han subido los precios, la producci¨®n ha vuelto pr¨¢cticamente a los niveles anteriores a la invasi¨®n de Kuwait, y la reserva estrat¨¦gica est¨¢ intacta. En estas condiciones, las connotaciones del argumento de que no puede tolerarse que un agresor como Sadam Husein controle el 20% de la producci¨®n mundial de crudo son m¨¢s geoestrat¨¦gicas que econ¨®micas. En efecto, la intervenci¨®n del mundo contra Husein tiene que ver, sobre todo, con la moral pol¨ªtica. Ahora que, tras la desaparici¨®n de tensiones entre lassuperpotencias, es predecible una nueva era de resoluci¨®n pac¨ªfica de los conflictos, parece evidente que la comunidad internacional -la inmensa mayor¨ªa de los Gobiernos que asisten a la Asamblea General de la ONU- no est¨¢ dispuesta a permitir que el l¨ªder iraqu¨ª imponga la ilegalidad a su antojo.
Precisamente esta circunstancia hace comprensible el simult¨¢neo endurecimiento del embargo y el progresivo refinamiento en las propuestas de planes de paz. Hasta ahora han sido formuladas, al menos, nueve proposiciones por las m¨¢s diversas fuentes: la ONU, la OLP, la Liga ?rabe, Jordania, The New York Times, Irak, la minicumbre de Rabat, la CE y, el lunes pasado en la Asamblea General de la ONU, el presidente Mitterrand. Mientras que, cada vez con mayor firmeza, se ha explicitado que toda propuesta de paz negociada pasa por la retirada total iraqu¨ª de Kuwait (aunque el plan de Mitterrand exige matizadamente la manifestaci¨®n de una intenci¨®n de hacerlo para que empiece a ponerse en marcha), es cierto que existe una creciente. preocupaci¨®n por el futuro de las monarqu¨ªas conservadoras de la pen¨ªnsula ar¨¢biga. La propuesta del presidente franc¨¦s no se basa en la simple reposici¨®n de la situaci¨®n previa a la invasi¨®n (cuyo desmantelamiento fue una de las razones esgrimidas por Sadam para la anexi¨®n), sino que exige "la expresi¨®n democr¨¢tica de los deseos del pueblo kuwait¨ª". Ello es consecuencia de la desconfianza del mundo libre, especialmente a la vista de la arrogancia con que sigue comport¨¢ndose Arabia Saud¨ª, el ¨²ltimo de cuyos gestos es el torpe castigo impuesto a Jordania por sus veleidades proiraqu¨ªes. No se ayuda al rey Hussein a mantenerse en el campo ali¨¢do excluy¨¦ndole de sus` beneficios.
Es tambi¨¦n positivo que, de forma progresiva, se vaya incluyendo en todo prop¨®sito de paz negociada la necesidad de buscar una soluci¨®n al problema palestino. No s¨®lo es de justicia que se intente; es razonable hacerlo para invalidar otro de los argumentos de Sadam Husein.
Merece destacarse el duro discurso de condena contra Irak pronunciado en la Asamblea General por el ministro de Exteriores sovi¨¦tico. Al pedir que EE UU no act¨²e en solitario si fuera necesaria una intervenci¨®n militar en el Golfo, Shevardnadze ofreci¨® el m¨¢s espectacular de los resultados del nuevo clima internacional: la posibilidad de colaboraci¨®n militar, merced a los mecanismos del art¨ªculo 42 de la Carta, que prev¨¦ la utilizaci¨®n de un ej¨¦rcito de la ONU. No es f¨¢cil que ello ocurra en esta ocasi¨®n; el montaje de la operaci¨®n y la estructura de un mando ¨²nico retrasar¨ªan mucho la constituci¨®n de un dispositivo que puede ser necesario de inmediato. Pero la mera posibilidad de que ello ocurra es ya un paso en la buena direcci¨®n.
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