Una larga partida
El ruido de armas eclipsa el hecho de que la anexi¨®n de Kuwait por Irak sirve, al menos potencialmente, a numerosos intereses materiales. Desde hace largo tiempo todos conocemos el chocante contraste que existe en Oriente Pr¨®ximo entre pa¨ªses muy poblados y pobres por un lado, y casi inhabitados pero desbordantes de petr¨®leo por el otro, particularmente aquellos de la pen¨ªnsula Ar¨¢biga. Al pretender incorporar Kuwait a Irak, Sadam Husein da a los primeros, a quienes tiene sin cuidado el principio de intangibilidad de las fronteras heredadas de la colonizaci¨®n, la esperanza de un mejor reparto de las riquezas. Tambi¨¦n ofrece a todos los protagonistas del manejo petrolero la perspectiva de un precio del oro negro estabilizado hacia lo alto, algo que no disgustar¨¢ a ninguno de ellos, ya se trate de productores como Venezuela o la URSS, y por supuesto Ir¨¢n, o de las compa?¨ªas petroleras. El congelamiento (le los activos financieros de Irak y Kuwait podr¨ªa servir, llegado el momento, de instrumento de negociaci¨®n, p ara asegurar el reembolso de la deuda exterior de Sadam Husein. Tras lo cual podr¨ªa reanudarse el curso normal de los negocios. ?A qu¨¦ obedece, entonces, la impresionante movilizaci¨®n ante este Anschluss? Por cierto que no por parte de la "naci¨®n ¨¢rabe". Muy al contrario, los observadores est¨¢n pasmados por la popularidad del dictador iraqu¨ª en la totalidad de ese mundo ¨¢rabe, que adul¨® a Nasser y no ha cesado de buscarle un sucesor para llevar a cabo su unidad y borrar las humillaciones seculares frente a los turcos o los europeos. Es verdad que algunos reg¨ªmenes tiemblan sobre sus bases. La familia real saud¨ª o el peque?o rey de Jordania se saben tanto m¨¢s fr¨¢giles en cuanto que su legitimidad es cuestionada, y esto es lo menos que puede decirse, en el mundo ¨¢rabe. De ah¨ª el escaso entusiasmo del rey Fahd ante las propuestas de ayuda estadounidense y el embarazo de Hussein arrinconado entre Washington y Bagdad. Los dictadores de la regi¨®n -Assad, de Siria, y Gaddafi, de Libia- rechinan los dientes, luchando uno y otro desde hace lustros por asumir el papel que hoy -desempe?a el .amo de Bagdad. Mubarak no logra hacer pie, tanto m¨¢s cuanto que no ha conseguido borrar por completo el oprobio en que el tratado egipcio-israeli hab¨ªa sumido a su predecesor, siempre en relaci¨®n al seno del mundo ¨¢rabe. Todos estos reg¨ªmenes luchan antes que nada por su existencia. Los geogr¨¢ficamente m¨¢s cercanos a Irak -Arabia Saud¨ª por cierto, pero tambi¨¦n, Siria y Jordania- tienen muy escasos deseos de que la unidad ¨¢rabe se concrete a expensas de su eliminaci¨®n. S¨®lo dos de los vecinos inmediatos de Irak no son ¨¢rabes y constituyen verdaderas naciones: Turqu¨ªa e Ir¨¢n. Tanto el uno como el otro no pueden m¨¢s que ver con malos ojos la perspectiva de una considerable potencia organiz¨¢ndose en torno a Bagdad. ?sta es la raz¨®n por la que el primero, a despecho de las decepciones que le significan sus relaciones con la Alianza Atl¨¢ntica y con la Comunidad Europea, ha terminado por participar en la movilizaci¨®n contra Sadam Husein. En cuanto a Ir¨¢n, en la actualidad est¨¢ demasiado debilitado para poder hacer otra cosa que contar con apoyo del Sat¨¢n estadounidense. Considera que puede sacar provecho de la pol¨ªtica de equilibrio que indefectiblemente llevar¨¢n los occidentales, pol¨ªtica que se ejerci¨® a sus expensas durante su larga guerra con Irak.
Aunque un poco m¨¢s alejado de Irak, Israel ocupa evidentemente butaca en primera fila. La llegada a sus puertas de los ej¨¦rcitos de Sadam, Husein pondr¨ªa en peligro al Estado hebreo, que, una vez m¨¢s, cuenta con Estados Unidos para evitar encontrarse excesivamente acorralado, mientras que se mantiene necesariamente sin asomar cabeza en el actual conflicto.
Quedan los europeos. A quienes afectar¨ªa, m¨¢s a¨²n que a los estadounidenses, la concentraci¨®n de un monopolio petrolero en manos de Sadam Husein. Peor a¨²n, si un d¨ªa se encontraran rodeados por una "naci¨®n ¨¢rabe" superarmada gracias al man¨¢ de] petr¨®leo, fanatizada y conducida por un dictador sin escr¨²pulos, bien podr¨ªan, sobre todo los del Sur, encontrarse ante una cr¨ªtica situaci¨®n externa. La experiencia del pasado muestra hasta qu¨¦ medida las democracias se encuentran inermes ante determinados dictadores armados y sostenidos por sus pueblos.
Resulta forzoso constatar que es el islam, bajo sus diversas manifestaciones, lo que sirve de punto de apoyo ideol¨®gico a los nuevos conquistadores surgidos de la cuna de nuestra civilizaci¨®n. Hemos tenido la amenaza de Jomeini, tenemos la de Sadam Husein. Hemos tenido que apoyar al segundo contra el primero y ahora deberemos reforzar al primero contra los herederos del segundo. Sepamos al menos comprender que en la regi¨®n nuestro inter¨¦s es mostrarnos m¨¢s abiertos en cuanto a Turqu¨ªa.
No s¨¦ si es pertinente comparar a Sadam Husein con Hitler. Lo que en cambio est¨¢ claro es que ni Ir¨¢n ni los pa¨ªses ¨¢rabes evolucionan en el sentido democr¨¢tico, sino al contrario. Sin duda poco podemos hacer al respecto, pero al menos no debemos hacernos ilusiones. Para nosotros, lo que esencialmente est¨¢ en juego no es, por cierto, apoyar a tal o cual pr¨ªncipe, sino garantizar la seguridad del mundo occidental, es decir, del mundo democr¨¢tico.
Una vez m¨¢s, los - europeos no han hecho otra cosa que seguir el liderazgo estadounidense en un asunto que les concierne prioritariamente a ellos. Es una pena. Sobre todo porque a¨²n no existe ninguna seguridad de que los intereses materiales a corto plazo no primar¨¢n sobre consideraciones m¨¢s fundamentales. El cerco militar establecido contra Sadam Husein debiera disuadirle de embarcarse en otra aventura. Pero es problem¨¢tico que el embargo sea lo bastante eficaz como para obligarle a retirarse totalmente de Kuwait. En este punto el partido no ha hecho m¨¢s que comenzar. Y amenaza ser largo.
Thierry de Monthrial es director del Instituto Franc¨¦s de Relaciones Internacionales.
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