Nuevo presupuesto
EN CUALQUIER democracia, los presupuestos del Estado disponen de una relevancia pol¨ªtica y econ¨®mica de primer orden en tanto que sintetiza las prioridades de los representantes de los electores y constituyen un elemento fundamental en la regulaci¨®n de la actividad econ¨®mica. En el caso de nuestros Presupuestos Generales del Estado correspondientes al pr¨®ximo ejercicio de 1991 esa trascendencia es a¨²n mayor, dado su inusual car¨¢cter restrictivo en un a?o en el que la econom¨ªa reducir¨¢ significativamente su ritmo de crecimiento.Desde su llegada al poder, el Gobierno socialista ha practicado una pol¨ªtica presupuestaria que, contando con incrementos crecientes en los ingresos -derivados tanto de una mayor imposici¨®n y de la lucha contra el fraude, como del elevado ritmo de actividad de la econom¨ªa a partir de la segunda mitad de 1985-, ha mantenido igualmente un car¨¢cter expansivo en sus gastos. Esa pol¨ªtica presupuestaria expansiva, en gran medida justificada por el d¨¦ficit hist¨®rico de prestaciones sociales e infraestructuras ha acentuado progresivamente su contradicci¨®n con el car¨¢cter restrictivo asignado a la pol¨ªtica monetaria, aislada en su pretensi¨®n por reducir los desequilibrios b¨¢sicos -inflaci¨®n y d¨¦ficit exterior- que la econom¨ªa espa?ola no ha dejado de exhibir en estos ¨²ltimos a?os.
La heterodoxa combinaci¨®n de pol¨ªticas macroecon¨®micas y la menor atenci¨®n relativa a las pol¨ªticas estructurales, adem¨¢s de disminuir el ritmo de convergencia con las principales econom¨ªas europeas apenas han reducido la vulnerabilidad de nuestra econom¨ªa ante choques externos. El constituido por el reciente, y en modo alguno definitivo, incremento en el precio del barril del crudo del petr¨®leo, adem¨¢s de agudizar las tensiones internas priva a la econom¨ªa espa?ola del favorable entorno internacional en que se ha desenvuelto en estos ¨²ltimos a?os.
En el nuevo contexto, las respuestas de pol¨ªtica econ¨®mica destinadas a rebajar el impacto del incremento en el precio del crudo sobre el nivel de precios y el d¨¦ficit por cuenta corriente de nuestra econom¨ªa, justifican la definitiva orientaci¨®n restrictiva de la pol¨ªtica presupuestaria. Los efectos de este tard¨ªo protagonismo que ahora otorgan las autoridades econ¨®micas a la pol¨ªtica presupuestaria, sin modificaci¨®n aparente en las restricciones monetarias y crediticias, ser¨¢n m¨¢s directamente visibles de lo que estima el Gobierno en el descenso del ritmo de actividad de nuestra econom¨ªa en el pr¨®ximo a?o.
1. El escenario macroecon¨®mico
La primera exigencia de la pol¨ªtica econ¨®mica, m¨¢s espec¨ªficamente de la presupuestaria, es partir de un escenario econ¨®mico veros¨ªmil, empe?o hoy tanto m¨¢s dificil cuanto mayor y m¨¢s vinculante es la incertidumbre asociada al desarrollo del conflicto del golfo P¨¦rsico. La trascendencia econ¨®mica de la actual inestabilidad en la oferta de petr¨®leo, y consecuentemente en su estructura de precios, ha invalidado el contexto en que se enmarcaba originalmente el proyecto de presupuestos, obligando a nuestras autoridades econ¨®micas a definir un nuevo escenario macroecon¨®mico que no puede por menos que calificarse de voluntarista en algunas de sus hip¨®tesis m¨¢s relevantes.
Aun cuando es manifiesta la dificultad de cuantificar los efectos que la elevaci¨®n de los precios del crudo tendr¨¢ sobre nuestra econom¨ªa, la asunci¨®n de un precio medio del barril en 26 d¨®lares para los ¨²ltimos cinco meses de 1990 y de 24 d¨®lares como media de 1991 contrasta con los 40 d¨®lares en que se ha situado ese precio en los ¨²ltimos d¨ªas de esta semana. El impacto de precios, incluso inferiores a este ¨²ltimo, sobre el crecimiento de la econom¨ªa, sobre el nivel de precios y, m¨¢s expl¨ªcitamente, sobre nuestras cuentas exteriores ser¨¢ previsiblemente m¨¢s adverso que el estimado por el Gobierno.
Los rasgos de la evoluci¨®n macroecon¨®mica que han caracterizado la reciente fase expansiva es dificil que se reproduzcan en el pr¨®ximo a?o, y, en consecuencia, alcanzar una tasa de crecimiento del producto interior bruto (PIB) del 2,9% (3,5% es el previsto para 1990) ser¨¢ un empe?o dificil. A las nuevas circunstancias introducidas por el conflicto del Golfo hay que incorporar los recientes signos de desaceleraci¨®n en el ritmo de crecimiento de algunos componentes de la demanda interna, especialmente en su componente de inversi¨®n, que indudablemente se ver¨¢n agravados en los pr¨®ximos meses.
La contribuci¨®n negativa al crecimiento de la econom¨ªa del sector exterior ser¨¢ l¨®gicamente m¨¢s intensa que en ejercicios anteriores, dada la importancia relativa de las importaciones de crudo, pero asumiendo tambi¨¦n el previsible impacto que sobre las partidas compensadoras del d¨¦ficit comercial va a tener un contexto internacional menos expansivo; el adicional deterioro en los ingresos por turismo constituir¨ªa a este respecto el exponente m¨¢s representativo. El Gobierno estima que una vez alcanzado un d¨¦ficit por cuenta corriente del 3,9% del PIB en 1991, la brecha entre importaciones y exportaciones ir¨¢ estrech¨¢ndose gradualmente.
Dif¨ªcil ser¨¢ tambi¨¦n avanzar en la convergencia de los niveles de precios con los pa¨ªses europeos m¨¢s importantes, pero tambi¨¦n en este aspecto el Gobierno parece preferir las buenas intenciones y la transmisi¨®n de disciplinarios mensajes a los agentes econ¨®micos al realismo de sus objetivos. Alcanzar el objetivo propuesto de 5% de inflaci¨®n al final de 1991 exige, seg¨²n el ministro de Econom¨ªa, un crecimiento equivalente en las rentas salariales. La fatal premonici¨®n de que precisamente a partir de este umbral ser¨¢ el desempleo el regulador de las rentas anda tan sobrada de razonables cautelas como hu¨¦rfana de apoyo emp¨ªrico. 2. El ajuste presupuestario
Ese excesivo optimismo en la anticipaci¨®n del escenario econ¨®mico no puede extenderse a las posibilidades con las que cuenta el Gobierno a la hora de actuar sobre los ingresos y gastos p¨²blicos. El ajuste presupuestario encuentra serias restric'ciones en la propia estructura del gasto y en las dificultades para -en un contexto de menor crecimiento econ¨®mico- incrementar significativamente la recaudaci¨®n impositiva. Con todo, por primera vez desde 1983 el crecimiento nominal del gasto p¨²blico, un 6,5%, ser¨¢ inferior al del conjunto de la econom¨ªa, del 8,9%. El crecimiento de los ingresos p¨²blicos ser¨¢ un 1,5% superior al de la econom¨ªa, confi¨¢ndose en los impuestos directos, y m¨¢s concretamente en la mayor recaudaci¨®n del impuesto sobre la renta de las personas f¨ªsicas (IRPF), como principal generador de los mismos. Si gastos e ingresos alcanzan sus previsiones, el d¨¦ficit p¨²blico ser¨¢ de medio bill¨®n de pesetas, el 0,9% del PIB, porcentaje algo superior al inicialmente previsto.
Todos ellos, en definitiva, son prop¨®sitos razonables que no deben excluir los esfuerzos propuestos en la mejora de la gesti¨®n tributaria y del conjunto del sector p¨²blico, hoy tanto m¨¢s necesario cuanto m¨¢s amplio ha de ser el concurso de la totalidad de los agentes econ¨®micos para afrontar ese necesario ajuste a unas condiciones de menor riqueza.
No es, en definitiva, un presupuesto para una econom¨ªa de guerra, pero s¨ª para un ajuste que ha devenido objetivamente en imprescindible. Reconocerlo es la primera condici¨®n para abordar sus consecuencias.
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