El Golfo y La Meca
Parece un tablero de ajedrez. A cada movimiento de* un color corresponde otro de su ¨¦mulo. Y, poco a poco, sin sentir, se entra en la l¨®gica de la guerra. ?No habr¨¢ forma, Se?or, de que un rayo aniquile a estos monstruos, sin tocar a nadie m¨¢s, como en los tiempos b¨ªblicos?Pa¨ªs con gran ej¨¦rcito es pa¨ªs arruinado. No hay manera de parar el crecimiento de sus necesidades, hasta fagocitarse la econom¨ªa de su propio pa¨ªs. Despu¨¦s, ya se sabe, hay que expandirse para seguir creciendo. O sea, hay que seguir extendiendo la ruina. Primero fue Israel, luego Ir¨¢n, detr¨¢s Egipto, L¨ªbano y Siria, m¨¢s tarde Irak y ahora Arabia Saud¨ª. Pa¨ªses potencialmente ricos, pero cuyas econom¨ªas se las han ido comiendo los presupuestos b¨¦licos. ?Tantos billones de producci¨®n petrolera para, al final, s¨®lo quedar pozos vac¨ªos, cuando la civilizaci¨®n del petr¨®leo pase! No quedar¨¢n una nueva N¨ªnive, ni una vieja Babilonia, s¨®lo la chatarra de los tanques en el desierto. ?Tanta riqueza consagrada al dolor! Ahora, los inmensos cr¨¦ditos de miles de millones de d¨®lares destinados a la compra de armas se le abren a Arabia Saud¨ª. Indudablemente, Sadam Husein saldr¨¢ perdedor en el duelo y se levantar¨¢ una nueva potencia militar en el Oriente Pr¨®ximo, Saudiarabia. Se inicia el ciclo de nuevo: el del pa¨ªs rico que, al tener un ej¨¦rcito potente, quiere ser poderoso.
Mientras tanto, al peque?o rey Hussein de Jordania se le transparentan las ideas. Una causa justa y limpia, como es la de los palestinos, que s¨®lo quieren vivir en paz en su propia tierra, la va a mezclar con la m¨¢s que dudosa legitimidad de los azares de Sadam Husein. La vieja rivalidad de la familia hachem¨ª con la saud¨ª le ciega lo suficiente como para tomar el partido equivocado. No se ve la posibilidad de que el rey Hussein de Jordania pueda un d¨ªa reinar en La Meca, como es su pretensi¨®n. Y menos con la ayuda de Sadam Husein, que es ya un cad¨¢ver maloliente.-
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