El hombre y sus trabajos
Comenta el autor de este art¨ªculo la vida y los logros intelectuales de Pedro La¨ªn Entralgo. Recorre paso a paso los trabajos de La¨ªn Entralgo, su magisterio del de la c¨¢tedra de Historia de la Medicina de la Universidad Central y su elaboraci¨®n de una antropolog¨ªa filos¨®fica de la medicina.
FRANCISCO VEGA DIAZ"Lo que se hizo aceptablemente muestra lo que en la vida se logr¨®; la diferencia entre lo que se quiere hacer y lo que de hecho se hizo revela lo que es fracaso". Pedro La¨ªn EntralgoHa hecho Pedro La¨ªn este a?o un repaso de sus logros intelectuales en un curso de conferencias recogidas en libro por la editorial C¨ªrculo de Lectores. Tan infrecuente como honesta confesi¨®n hace obligado alg¨²n comentario.
Empez¨® La¨ªn su periplo en situaciones sociales dificiles, por ¨¦l tan sanamente explicadas en su libro Descargo de conciencia que resultar¨ªa in¨²til toda digresi¨®n al respecto. Si entonces puso en claro el estado de su conciencia ciudadana confesando de coraz¨®n posibles errores en su actuaci¨®n p¨²blica, hoy confirma las realidades intelectuales que condicionaron su vida entera. Doble y desacostumbrada confesi¨®n que s¨®lo alabanzas merece.
Provisto de una inteligencia muy precoz y de una cultura nada com¨²n (datos puestos en relieve en sus m¨¢s juveniles publicaciones) y de una voluntad de hierro, pronto esas condiciones y la extraordinaria preparaci¨®n le condujeron a la c¨¢tedra de Historia de la Medicina de la Universidad Central (1942), donde se comprometi¨® a que su departamento fuera un modelo en investigaci¨®n, en ense?anza, en ¨¦tica y en independencia pol¨ªtica.
Su vida profesional se inici¨® en calendas negras, demasiado opacas para un hombre que so?aba claridades intelectuales; y hubo de luchar, como entonces se pod¨ªa, con unas casi insuperables dificultades que eran el ant¨ªdoto de sus aspiraciones: perfil hosco en el trato humano, exilio o persecuci¨®n de los que querr¨ªa fuesen sus maestros (Mara?¨®n, Ortega, Hernando, Lafora, Zubiri, Castro, etc¨¦tera); aislamiento de nuestro pa¨ªs con la consiguiente desconexi¨®n de las instituciones culturales del exterior; exigencias sociopol¨ªticas molestas y hasta rid¨ªculas de los mandamases (con algu?as excepciones), que hab¨ªa que conllevar.
Despu¨¦s de varios libros y ensayos valiosos de materia dispar, lanza a la luz en 1941, es decir, un a?o antes de ser oficialmente catedr¨¢tico, y cuanda el horno nazicat¨®lico espa?ol no estaba todav¨ªa para bollos selectos, un libro sorprendentemente desprovisto de las exultantes normas estatales, en el que de modo precursor (es el adjetivo preciso) alumbra con nitidez las ideas y los hechos que habr¨ªan de dar -al autor la concreta pauta de su vida, la cualidad de pionero en el mundo hist¨®rico-m¨¦dico y el gran prestigio internacional de que hoga?o goza. Su t¨ªtulo: Medicina e historia. Estudios de antropolog¨ªa m¨¦dica, a cuyo pr¨®logo, que en su hodierna revisi¨®n no comenta, pertenecen estas casi autobiogr¨¢ficas palabras: "Creo servir con ello al designio de mi generaci¨®n espa?ola, tan arduo y espinoso en esta Espa?a nuestra, vieja, hendida y propensa a la engallada bander¨ªa. Sirvo, en todo caso, al ser que Dios me dio y ah¨ª quiero encontrar l¨ªmite y honra". Con elegancia y prudencia defir¨ªe-el papel de su generaci¨®n, pero marca -y esto es lo que m¨¢s me importa se?alar- la orientaci¨®n que en aquellas circunstancias asignaba a su persona para poderse salvar del ambiente en que viv¨ªa y "del,naufragio de la naci¨®n", afirmando que no estaba dispuesto a trasponer los l¨ªmites de su propia moral pues se ve¨ªa: "a dos pasos de la muerte intelectual"; terrible y alarmante situaci¨®n. Esa frase denota el temor de La¨ªn a no poder ya atravesar esa corta distancia, que pudo limpiamente saltar. Gracias a esto, -Su vida intelec tual cumple ahora 50 a?os re pletos de brillantez.
Condicionantes
Pues bien, en ese libro expon¨ªa los tres condicionantes de su flituro proyecto de estudios y de trabajo. El primero, demostrar la radical estrechez de miras con que se hab¨ªa realizado y ense?ado la historia de la medicina en todos los sitios; historia que, a su modo de ver, era y es aportaci¨®n insoslayable a la historia de la filosofia. Segundo, lanzarse al nuevo quehacer de buscar y encontrar una nueva doctrina del saber m¨¦dico, que tambi¨¦n lo ser¨ªa del no m¨¦dico. Y tercero, dise?ar un proyecto de investigaci¨®n realmente novedoso que, a?os m¨¢s tarde, expuso en otro pr¨®logo (a unas Obras completas despu¨¦s interrumpidas), donde dice: "... Durante cinco lustros todos mis escritos han visto la luz salidos de la imperiosa necesidad de pasar de la historia de la medicina a la antropolog¨ªa m¨¦dica y de ¨¦sta a la antropolog¨ªa general o filos¨®fica". He ah¨ª el proyecto en marcha de un hombre que empieza su labor profesoral en un terreno hasta entonces bald¨ªo pero que, en su visi¨®n personal, le parec¨ªa prometedor de buenas cosechas.
Con ese talante crea La¨ªn una antropolog¨ªa filos¨®fica de la medicina, cuyo desarrollo durar¨¢ otros 25 a?os. Convien¨¦, sin embargo, advertir que en los dos ¨²ltimos cap¨ªtulos detallibro ya despejaba ese horizonte. En 1982 aparece su Diagn¨®stico cl¨ªnico. Historia y teor¨ªa, cuyas p¨¢ginas muestran la solidez de su creaci¨®n te¨®rica; y en 1984, por fin, la Antropolog¨ªa m¨¦dica para cl¨ªnicos en la que esclar,ece su pensamiento. Como remate del cumplido proyecto, dos ¨²ltimos libros sobre El cuerpo humano en los que culmina con claridad did¨¢ctica la gestaci¨®n (casi 50 a?os) de su antropolog¨ªa filos¨®fica.
Para decantar sus ideas escoge La¨ªn nada menos que el tema del cuerpo humano, asunto en el que todos los fil¨®sofos encontraron limitaciones o se estrellaron; y recordando palabras de Ortega en 1926 -el hombre europeo "... se dirige recto a una gigante reivindicaci¨®n de su cuerpo, a una resurrecci¨®n de la carne"- y con pautas de Zubiri, ligeramente modificadas, construye su personal filosof¨ªa. A pesar de lo cual y para sorpresa de los lectores anuncia que a¨²n le quedan bastantes criterios por aportar.
Sin interrumpir sus labores docentes a pesar de la jubilaci¨®n (por la generosidad de su disc¨ªpulo y sucesor Diego Gracia Guill¨¦n), ni abandonar su trabajo en lo que a diario le agobia (colaboraci¨®n en cuanto le piden), y como si su cuerpo, m¨¢s que humano fuera sobrehumano (?de d¨®nde saca tiempo y af¨¢n para todo?), el erecto ochental Pedro La¨ªn ha impartido en la primera mitad de este a?o tres cursos que yo pondr¨ªa junto a los de Bergson en Francia y Ortega en Espa?a. Dos de ellos, en el Colegio Libre de Prof¨¦sores Em¨¦ritos: Revisi¨®n de una vida intelectual. Hacia la rectafinal, (16 lecciones), que motiva este art¨ªculo y El nuevo humanismo (siete); en el Instituto de Espa?a, el tercero, M¨¦dicos y ffl¨®sofos ante el cuerpo humano (cinco).
Gratitud
En el primero hay que destacar algo que est¨¢ ya alejado de las costumbres actuales: las confesiones de gratitud hacia sus principales maestros, los primeros de Valencia y Madrid hasta estos grandes hombres: Cajal, Men¨¦ndez Pelayo, Unamuno, Men¨¦ndez Pidal, D'Ors, Ortega, Am¨¦rico Castro, Mara?¨®n y Zubiri, a quienes dedica subcap¨ªtulos enteros. Con los tres primeros ya hab¨ªa dado pruebas fehacientes en las obras a ellos destinadas; nadie ha hecho la disecci¨®n investigante de Men¨¦ndez Pelayo con tanta clarividencia. Como a los dem¨¢s los trat¨® personalmente, sus influencias fueron vivenciadas. A Ortega, uno de sus dioses preferidos, le llama magister omnium hispanorum. De Mara?¨®n resalta las grandes cualidades que le caracterizaron. Con Zubiri entabl¨® amistad ¨ªntima (el dato es muy elocuente) despu¨¦s de haberse negado ¨¦ste a reintegrarse a su c¨¢tedra de Historia de la Filosof¨ªa en Madrid y cuando Pedro-La¨ªn pas¨® a ser rector de la misma Universidad (19511956). Con bellas palabras dice La¨ªn lo que aqu¨¦l signific¨® para afirmarle en su concepto sobre la amistad. Zubiri le correspondi¨® llam¨¢ndole dimidium anirnae meae. Pero debo se?alar, complementariamente, que La¨ªn ha sobrepasado su deuda de buen disc¨ªpulo, llegando m¨¢s all¨¢ que algunos de sus maestros en algunas materias y que, personalmente, tengo la convicci¨®n de que Zubiri y La¨ªn enriquecieron mutuamente sus criterios; lo intu¨ª hace a?os, por lo que me atrev¨ª a publicar un trabajo titulado Zubiri-La¨ªn y el pensamiento m¨¦dico (Jano, 1981), donde coment¨¦ mi impresi¨®n, no s¨¦ si acertada. La fraternal amistad de La¨ªn con Antonio Tovar (otro cien por cien intelectual e incorrupto), representa otro caso de enriquecimiento mutuo.
No se conocen en La¨ªn actividades p¨²blicas extraintelectuales. Ha sobrevolado el mundo pol¨ªtico con sus propias ideas liberales, abiertas sus neuronas a todo lo enaltecedor y cerradas a todo lo invalidante. Ni las tragedias familiares, ni las patolog¨ªas inevitables, ni las ofensas inesperadas, ni las intrigas reconocidas, ni las ingratitudes reiteradas le han desviado de su recto sendero, siempre con una disculpa para la malquerencia ajena. Insuperable definidor de Espa?a y sus problemas, autor de los dos mejores libros de la historia sobre la antropolog¨ªa de la esperanza y de la amistad, su conciencia le ha permitido en dos ocasiones (1975 y 1990) recapitular sobre su estirpe ciudadana y sus posiciones intelectuales. Hombre bueno "a lo La¨ªn", buen buceador entre el bien y el mal, disculpando a ¨¦ste, est¨¢ construyendo historia en este descontentadizo pa¨ªs de jactancias e ¨ªnvidas discordias. Uno de los m¨¢s insignes exponentes de la cultura espa?ola nacidos en el siglo XX, aparentan olvidarlo con muy escamante insistencia los que manejan el cotarro de las meritoriedades hispanas. Otra vez hay querecordar el evang¨¦lico dicho de que nadie es profeta en esta tierra de amigotes y enemigazos.
es presidente de honor de la Sociedad Espa?ola de Cardiolog¨ªa y escritor.
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