El Atl¨¦tico, un vendaval de precipitaciones
Las circunstancias cr¨ªticas de ese Atl¨¦tico tan acosado y perseguido desde la perspectiva de su presidente, Jes¨²s Gil, lo hab¨ªan propiciado. El ambiente en los grader¨ªos era el m¨¢s apasionado de los ¨²ltimos a?os. Las banderas, los cohetes, las bengalas, las humaredas rojiblancas... se desbordaban tanto para alentar a Futre y sus compa?eros como para impresionar a sus rivales. Pero, entre tanta parafernalia, un viejo aficionado se manifestaba por su cuenta y riesgo. Ajeno en apariencia al bullicio, se paseaba junto a la valla met¨¢lica, en frente del palco, con una peque?a pancarta y dos consignas escritas con gruesos trazos. Una se la dedicaba a los jugadores: "Gandules, sudad la camiseta". Otra, a su dirigente: "Gil, Gil, Gil: despacio se llega lejos". Aqu¨¦llos la sudaron, s¨ª, pero no dejaron de defraudarle. ?Por qu¨¦? Quiz¨¢ porque ¨¦ste siempre ha querido ir demasiado deprisa, porque su ansiedad por las victorias y los t¨ªtulos le ha impulsado a hacer y deshacer la plantilla, t¨¦cnicos incluidos, al ritmo de sus rabietas y lo que tiene ahora no es un equipo, sino un manojo de futbolistas desquiciados por la presi¨®n. El Polit¨¦cnica no es el Groninga, ante el que el Atl¨¦tico tropez¨® dos temporadas atr¨¢s.Tampoco es, ni much¨ªsimo menos, el Fiorentina, contra el que lo hizo en la pasada. Sin embargo, tambi¨¦n le ha derribado. Un conjunto que pareci¨® compacto en Timisoara, pero que anoche, defendi¨¦ndose a ultranza, mostr¨® sus m¨²ltiples limitaciones, le ha recordado el refr¨¢n de que no hay dos sin tres. Su debilidad le predestina a una pronta eliminaci¨®n en el torneo. Para el grupo inconexo de Gil, tanto m¨¢s penosa, pues, la suya. No ha ca¨ªdo ante alguien, sino ante nadie o, en todo caso, un perfecto desconocido con poco oficio y dudoso porvenir.
Pero es que las precipitaciones nunca son buenas consejeras. Ayer, por a?adidura, el Atl¨¦tico incurri¨® en ellas desde el principio. Su en¨¦simo t¨¦cnico, el yugoslavo Tomislav Ivic, pretend¨ªa un ataque constante, pero con la cabeza fr¨ªa. La ofensiva fue, en efecto, permanente. Pero el acaloramiento ofuscador tambi¨¦n lo fue. Cada rojiblanco se torn¨® en un vendaval sin sentido. Cada cual fue un correcaminos sin br¨²jula. Todos terminaron extenuado s de tanto y tanto ir de un lado para otro, de intentar lo posible y lo imposible. Pero en raras ocasiones movieron el bal¨®n con un m¨ªnimo de coherencia. Sus pases fueron casi como los Patadones a seguir del rugby. Agobiado, el Polit¨¦cnica ape,nas manten¨ªa el tipo. Pero el voluntarioso, mas descerebrado, Atl¨¦tico que ten¨ªa enfrente no era un pegador, sino tan s¨®lo un fajador.
El anhelado gol, el de las puertas abiertas a la esperanza, lleg¨® demasiado tarde, a los 88 minutos, a¨²n cuando el reloj de los marcadores electr¨®nicos marcase el 21.45 del periodo postrero porque, se supone que averiado, desde el 21.30 desgranaba los segundos con una lentitud tendente tal vez a extender el tiempo para el Atl¨¦tico y a poner nervioso al Pobt¨¦cnica. Ivic ya se hab¨ªa vuelto antes hacia un hincha enojado para invitarle a que saltase al c¨¦sped para sustituir a un Baltazar re?ido con la pelota y que carg¨® con las iras populares como podr¨ªa haber cargado Rodax por su torpeza; G¨®mez, por su alocamiento; Manolo, por su imprecisi¨®n, o el ag¨®nico Futre, a pesar de su derroche de energ¨ªas, de su trabajo a destajo, por su negaci¨®n para el remate.
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